Empresa
2009-09-11
Alberto Barranco Chavarría
Alberto Barranco Chavarría
*Secuestro a la inteligencia
*Ya usó reservas el IMSS
*Cero devoluciones de IVA
En el colofón de la parafernalia desatada por el supuesto atentado terrorista a un avión de Aeroméxico, la línea aérea emitió ayer un desplegado en el que convoca, prácticamente, a levantar un monumento por suscripción pública a la tripulación de la nave.
En un comunicado previo, la empresa propiedad de un grupo de accionistas de Banamex, elogiaba la pericia de ésta, “que actuó con sensibilidad, responsabilidad y estricto apego al manual de procedimientos”.
De pasadita, se elogiaba la “gran oportunidad y eficacia” con que actuaron las autoridades, “con lo que se logró la evacuación de la tripulación y pasajeros sin ningún incidente que lamentar”.
Las armas nacionales, pues, se cubrieron de gloria.
Qué le hace si en el alud de dislates, algo así como un película de Capulina, se pasó de un comando de tres guerrilleros bolivianos a un grupo de exaltados “bolivarianos”, es decir de opositores al presidente Evo Morales, a simpatizantes del caudillo venezolano Hugo Chávez.
Qué le hace si en el juego del “México entero está en vilo, la angustia cierra las gargantas y provoca lágrimas”, se colocó un explosivo, algo así como una “paloma”, entre las maletas “sospechosas”, para mostrar la capacidad de protección del país.
Mi generalísimo Genaro García Luna dirigió con temple maestro la operación.
A quién le importa, al fragor de la gritería, si el reality show desnudaba la triste condición de la seguridad en los aeropuertos del país. ¿Cómo rayos pasó por los arcos detectores un bulto con dos latas de jugo Jumex rellenas de tierra? ¿O qué, ahora se reparten latas en los aviones para ahorrarse los vasos desechables? ¿O qué, éstos llevan macetas a bordo para adornar el entorno?
A quién le importa, corrida la película en vivo, directo y a todo color, el que se pusiera en duda la certeza de final feliz en vuelos hacia el destino de playa más importante de México, cuyo aeropuerto atiende a 14 millones de pasajeros al año, y al que el 90 por ciento de sus vuelos llegan procedentes del extranjero, ya líneas comerciales, charters o taxis-aéreos.
Después de la “Benito Juárez” de la capital, Cancún es la terminal aérea más importante de México.
La paradoja del caso es que a partir del atentado terrorista del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos, cuya mayor pesadilla fue el derribo de las torres gemelas de Nueva York, México adquirió sofisticados equipos para detección de artefactos reales o simulados que pusieran en peligro la seguridad de los vuelos.
La tarea se concesionó a empresas privadas.
De hecho, como usted sabe, el detector cierra el paso de botes de spray para el cabello, encendedores, botellas de alcohol de caña… ¿Se volvieron invisibles las latas de Jumex? ¿Se volvió mago el predicador al pasar por la Aduana?
Lo cierto es que todas las líneas aéreas están obligadas a fijar un protocolo para emergencias, en cuyo marco se calibra el tamaño real del peligro, es decir vacilada o pesadilla.
De hecho, existe una posibilidad que oscila desde detectar a un pasajero en estado de ebriedad, hasta medir su grado de peligrosidad en caso de algún amago.
Como usted sabe, se han dado casos en que pasajeros enloquecidos han amenazado a la tripulación con un termómetro y hasta con una calculadora profesional.
El caso es que en ninguno de ellos se provocó un escándalo. Más aún, los pasajeros ni cuenta se dieron de lo que pasaba, tampoco hubo algo más que reportar a la cabina de control.
Por lo pronto, el siniestro provocó pérdidas multimillonarias a las líneas aéreas, al aeropuerto y a miles de pasajeros, que dejaron, de pasadita, por los suelos la imagen del país.
De película…cómica.
sigue la nota:
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