01 Sep 09
Lucinda Ruiz Posada
Leí en La Jornada del 24 de agosto que aprobaron la ley anti-aborto en Querétaro, que las audiencias públicas fueron “una tomada de pelo”, y que todo estaba “amarrado y consensuado” ¿Cómo se puede legislar sobre la conciencia, o el libre albedrío? ¿Cómo se puede legislar sobre el alma? ¿Qué sucede con una adolescente, o una mujer embarazadas por violación en la calle? ¿O en su casa, violadas por el marido, el padre, el tío o los hermanos mayores? ¿Y las golpeadas por el hecho de estar embarazadas? ¿Y las obligadas a abortar?
¿Y las abandonadas por su “pareja” en cuanto ellos se enteran de un embarazo? ¿O aquellas a quienes su marido decide dejar, y se descubren embarazadas? ¿Qué hace una mujer que se embaraza en una depresión extrema?
¿Qué hacen las parejas pobres que no pueden alimentar ni a los hijos que tienen? ¿Además de padecer todo esto, las mujeres deben ir a la cárcel de uno a tres años? ¿Y los violadores libres?
Conozco algunos dramas:
Alguien que trabajó conmigo: sus hermanos le llevan 14 y 16 años. Se ponían de acuerdo para violarla juntos. ¿Hubiera debido llevar a término un embarazo en esas condiciones? Una mujer campesina cuyo marido se fue “al otro lado” y ella a vivir a casa de sus suegros donde la violaban el suegro y el cuñado. Cuando volvió su marido le dijeron que ella los buscaba y se acostaba con los dos; que no sabían de quién era el hijo. Las consecuencias son inenarrables ¿Alguien que vive todo este horror y aborta debe ir a la cárcel abandonada por todos?
¿Qué hace una mujer campesina con cinco hijos que quiso evitar más embarazos y “me dijo el padrecito que si me cuidaba me iba a dar cáncer, y yo no quería dejar huérfanos a mis niños?. A los 35 años había tenido 16 hijos. Algunos murieron de desnutrición, todos viven en pobreza extrema, su marido le pide para beber y ella, que trabaja desde los 9 años, aún sostiene a los más pequeños.
Conocí de cerca a una pareja de “buenas familias” que parecía llevarse bien. Tenían una hijita y se embarazó. Su marido le dijo que abortara. Ella quería ese bebé y estuvo encerrada en su cuarto varias semanas, agredida muchas veces, todos los días por el marido, escritor que trabajaba en casa, y ejercía la violencia gritándole día tras día, a todas horas, y cada noche que no quería otro hijo hasta que la obligó a abortar.
Además de sufrir todo esto hubiera acabado en la cárcel? Y él escribiendo en su casa? “Caras vemos, corazones no sabemos”
En La Jornada del día 25 leí: “aprobaron reformas para que la mujer que aborte reciba en forma obligada atención médica y psicológica”. ¿Atención médica cuando ya ha muerto desangrada? ¿Atención psicológica cuando está en la cárcel, con un justificado rencor contra todos? ¿Por qué esa atención realmente “en forma obligada” no se les da antes, y se les apoya para hacerlo de manera segura para su vida, sin crear rencores, o culpa en quienes las acompañan a abortar, si mueren y dejan a otros hijos sin madre? ¿Y cómo las encontrarán? No van a ir en busca de ayuda oficial si saben que acabarán en la cárcel
En algunos lugares veo letreros: “Sí a la vida”.
Sí a la vida de las incontables mujeres que la pierden por abortar en condiciones insalubres, o mueren desangradas.
Sí a la vida de mujeres que no tienen para pagar un aborto seguro con un médico voraz, en una clínica cara.
Si a la vida de quienes la tienen en peligro por el embarazo.
Sí a la vida de los fetos a quienes se les puede asegurar que será digna, con derecho al Amor, protección, alimento, casa, salud, educación, etc. No de perrito callejero, y sufriendo constantes violaciones y abusos, sin nadie a su lado, completamente a la deriva.
Santo Tomás, San Agustín, Jack Maritain, y la jerarquía eclesiástica hasta el siglo XIX dicen que el alma llega al feto después de las doce semanas, y la ciencia que es entonces cuando empieza la vida cerebral.
Penalizar el aborto sólo aumentará las muertes.
No dudo que Nuestro Señor Jesucristo, en el caso de innumerables mujeres les habría dicho: si aún es embrión es tuyo el derecho a decidir.
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