¡¡Exijamos lo Imposible!!
El milagro del padre Manuel
Reporte Índigo
06-Marzo-2010
La crueldad de Maciel llevó a clérigo a no saber nada de la Iglesia, aunque jamás renunció a la exigencia de justicia
Algunos pocos, de los que todavía creen en los milagros, afirman que pudiera ser que después de casi 70 años, la Legión de Marcial Maciel se acabe y empiece una nueva: la de Cristo.
Que no está lejano el día en que los Legionarios saquen fuerza de sus flaquezas y vuelvan a trazar un nuevo camino
Un camino que no conduce al destino que imaginó su cuestionado fundador, sino a uno totalmente distinto. Como el de buscar el ejemplo de Cristo, en lugar del ejemplo del padre Maciel.
Una Legión que piense más en los pobres que en los ricos. Aunque para algunos esto puede parecer un milagro, todo puede suceder, hasta lo increíble. Como increíble fue lo que le sucedió a un legionario de Cristo que habiendo llegado a ser rector de la Universidad Anáhuac, murió pobre y abandonado por los que decían ser sus amigos.
Un legionario como el padre Juan Manuel Fernández Amenábar, que a pesar de ser una de las víctimas del padre Maciel, finalmente lo perdonó, sin renunciar por ello a la exigencia de justicia.
El relato es de Alberto Athié Gallo, un sacerdote que hasta hace poco ejerció su ministerio.
La crueldad de Maciel y la actitud de sus compañeros llevaron a Juan Manuel Fernández a no querer saber nada de los curas, ni de la Iglesia. Ni siquiera cuando se encontraba cercano a la muerte.
Además de ser una de las víctimas de los abusos sexuales de Marcial Maciel, el padre Juan Manuel fue “matado en vida” por su propia Legión de Cristo. Lo había relegado. A quienes lo buscaban, se les decía que había muerto.
El sobrecogedor relato conmovió al padre Alberto Athié, quien acudió al lecho de muerte de Juan Manuel Fernández Amenábar a solicitud de algunos amigos. Con tan buenos resultados, que logró que el moribundo comprendiera que el perdón no excluye el derecho a exigir justicia.
Gracia lo toca
La gracia tocó el corazón del padre Juan Manuel. El ex rector de la Anáhuac perdonó a Marcial Maciel y se echó a llorar en el hombro de Alberto Athié.
Sin embargo, Athié ya no sería jamás el mismo. Ignoraba que lo que Dios le habría de pedir era que tomara la cruz de Juan Manuel para buscar justicia en nombre de quien había sido abandonado por sus correligionarios.
“¡Prométeme que tú buscarás que se haga justicia dentro de la Iglesia, Alberto!”, le dijo Juan Manuel, quien había vuelto a la comunión de Cristo. Y Athié se lo prometió.
Y emprendió un largo camino. No sabía que al comprometerse con Juan Manuel, se había comprometido a cargar la cruz de aquel sacerdote desconocido. “Juan Manuel murió en la fe de Cristo. Perdonó, pero estoy comprometido a luchar por la justicia”, dijo Athié en la homilía de la última misa de cuerpo presente de quien fue rector de la Anáhuac.
Toma la cruz
Es curioso y hasta paradójico. Alberto Athié tomó aquella cruz sin saber que al hacerlo dejaría de ejercer su ministerio.
Y es que movió mar y tierra en busca de la justicia prometida a Juan Manuel, pero no la encontró dentro de la Iglesia. El cardenal Norberto Rivera prácticamente lo expulsó del Episcopado al que Athié también servía.
Después lo presionó. Llegó al extremo de tentarlo con promoverlo para ser obispo si aceptaba que lo que se decía del padre Maciel no era más que un complot.
Athié fue con el nuncio apostólico Justo Mullor García, quien le aconsejó entregar su denuncia personalmente al cardenal Joseph Ratzinger. “Solo a él”, le dijo, “porque hay muchos de la Legión que están incrustados en esa Prefectura de la Fe que preside el cardenal Ratzinger”.
El padre Athié intentó ver al cardenal, pero no pudo. Envió su denuncia a través de un obispo amigo. Tiempo después, llegó la respuesta desconsoladora. El cardenal Ratzinger se negaba abrir el proceso porque el papa Juan Pablo apreciaba mucho al padre Marcial Maciel.
Han pasado más de 10 años desde entonces. Ya sin sotana ni estola, Alberto Athié sigue luchando por la justicia que le prometió al padre Juan Manuel. Dice que buscará que la ONU intervenga, que los medios presionen, que la fuerza de la verdad se imponga. Cree que la jerarquía eclesiástica solo se moverá si existe presión externa.
Sin embargo, tampoco niega la posibilidad de un milagro, como el que pudiera llegar a suceder por las lágrimas de esperanza derramadas por una víctima de Marcial Maciel. Por las lágrimas del padre Juan Manuel.
El dilema de Bendicto XVI
Otro de los desenlaces que podría tener el caso de la Legión de Cristo es que, como resultado de la visita apostólica, el papa Benedicto XVI tome una decisión que tenga un impacto en la estructura de la congregación.
Aunque no falta quienes señalan al cardenal Ratzinger como uno de los responsables, por omisión, de no frenar a tiempo las atrocidades de Marcial Maciel, es imposible dejar de reconocer que el papa Benedicto XVI está atendiendo no solo el caso de los Legionarios de Cristo, sino también los de otras órdenes en todo el mundo.
El dilema sería hacer algo de fondo para sanear a los Legionarios de Cristo o dejar correr el caso de los abusos sexuales y la doble vida del padre Maciel, lo que pondría en riesgo la credibilidad de la Iglesia. No hay mucho margen de maniobra.
Un cáncer
Y es que no han sido ni uno, ni dos, ni tres, ni cien, ni mil los casos de presbíteros y hasta obispos pederastas. El problema se ha vuelto un cáncer que exige un tratamiento radical.
No han sido pocos los casos en que la Iglesia Católica ha tenido que cortar la mano o el pie que escandaliza, según el precepto evangélico.
Y es que más vale entrar al reino de Dios como un tuerto, como un manco, como un cojo, que entrar completos al infierno.
Lo que hoy está en juego no es nada más la suerte de los Legionarios de Cristo, por importante que esta sea, sino el futuro de la Iglesia.
Es cosa de recordar lo que este año declaró el obispo de Roma sobre los casos de pederastia perpetrados en Irlanda por ministros católicos. Se trata de un “crimen atroz”, escribió el Papa hace un mes.
El sumo pontífice se dijo dispuesto a colaborar con las autoridades civiles para castigar este tipo de delitos.
En un comunicado, la Santa Sede estableció que los obispos de Irlanda y el Papa “examinaron las fallas de las autoridades de la Iglesia durante muchos años para actuar efectivamente ante los casos que involucraron abusos sexuales contra niños por algunos sacerdotes y también religiosos.
“Todos los presentes reconocieron que esta grave crisis ha conducido a un debilitamiento de la confianza en la autoridad de la Iglesia y ha dañado su testimonio del Evangelio y su enseñanza moral”.
El cuarto voto
Ni los más duros críticos de Benedicto XVI pueden dejar de reconocer la desaparición del cuarto voto que antes hacían los Legionarios. Un voto que los obligaba a no hablar mal de su superior y a delatar a quien lo hiciera. Con esto se garantizaba, “ante Dios”, la impunidad de los actos que al propio Dios ofenderían.
Por eso es razonable el optimismo de quienes dicen que la justicia por fin podría llegar a la Legión, mientras que otros son más bien como Santo Tomás: “Hasta no ver, no creer”.
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