Contralínea
¿Y el macanismo para proteción a periodista?
Álvaro Cepeda Neri *
Los dos sexenios panistas (aunque no de todos los militantes de Acción Nacional, desfundado por foxistas y calderonistas) políticamente fueron un fracaso como alternancia. Y es que resultaron más y peor de lo mismo. En consecuencia, tampoco hubo transición a más democracia, ya que han dejado menos democracia representativa y combatieron a la democracia directa, es decir, la que se manifiesta en las protestas, combatieron huelgas, críticas y derecho de petición tratando de acotar el derecho a reunirse y asociarse pacíficamente para tomar parte en los asuntos políticos del país; y desoyeron las protestas contra actos de autoridad.
En todos los aspectos de la vida nacional, por lo que corresponde a las obligaciones federales, Calderón deja un país sin ninguna solución a sus problemas. En cambio, los aumentó y complicó. Y el peñismo, notoriamente incapaz, salvo al estilo del ídolo de Peña, el sonorense Álvaro Obregón en cuanto a su lado más oscuro, dictatorial y sangrientamente represivo, solucionaría las demandas sociales, económicas y políticas, como lo hizo en Atenco. La tesis para obtener su título de licenciatura en derecho por una universidad del Opus Dei versa sobre el presidencialismo de Álvaro Obregón; y es ya objeto de análisis por varios investigadores que darán a luz el libro Peña y Obregón, para exhibir la ideología del parido por el grupo tenebroso de Atlacomulco: de Hank a Montiel (Jorge Toribio, El grupo Atlacomulco: secretos, Editora Ágora).
Las libertades de prensa duramente conquistadas, desde Francisco
Zarco a Miguel Ángel Granados Chapa, nunca han sido bien vistas desde
Antonio López de Santa Anna a Calderón. Sin embargo, han sido defendidas
por los mismos periodistas y sectores de la opinión pública, sin que se
haya podido, todavía, crear un defensor de periodistas y del libre
ejercicio de sus libertades. Un defensor de la prensa con competencia
federal y uno en cada entidad, incluyendo la capital del país. O uno de
carácter nacional.
A lo más que se ha llegado es, perversamente, a incluir una
fiscalía en la tenebrosa Procuraduría General de la República,
dependiente del presidente en turno (y que es uno de los que más
embisten esas libertades), con una unidad para dizque investigar
denuncias contra el abuso de los poderes que se han visto implicados en
homicidios contra periodistas. Para nada han servido, salvo para
aparentar protección a quienes ejercen sus derechos constitucionales en
los medios de comunicación.
Con toda la malévola intención, el señor Poiré y el señor Calderón
decidieron, de último momento pues ya están de salida, crear un
mecanismo de Protección de Defensores de Derechos Humanos y Periodistas,
que no aterriza en forma y contenido, ya que su consejo consultivo no
se ha constituido. Y es que el calderonismo quiere manipular la
selección de sus miembros y utiliza a sus adeptos con la mira de poder
controlarlo, en lugar de que los periodistas y las asociaciones de
comunicación, plenamente identificados, sean los que elijan a quienes
presidan el órgano colegiado en cuestión. Se debe erradicar toda
sospecha de intervención gubernamental, que garantice la independencia y
libertad para conocer las denuncias y demandas del gremio periodístico y
actuar eficazmente ante las amenazas de funcionarios y particulares al
desempeño individual, si bien sobre todo de los reporteros, de cuantos
quieren cumplir con sus tareas en radio, televisión, internet, prensa
escrita y demás medios de información y crítica.
Calderón –colérico y alcohólico como es su fama pública, que confirman sus propios compañeros de viaje panista,
adversarios y enemigos al grado de que, también por su militarismo, lo
han comparado con Victoriano Huerta– ha sido un mal presidente. Ha
odiado a los periodistas que informan y a quienes lo critican por sus
actos y omisiones, pero es solícito con quienes lo adulan (elogios sin
sustento que la prensa complaciente tiene derecho a hacerle y Calderón a
recibirlos), de tal manera que ninguna de sus propuestas supuestamente
para proteger la actividad de los periodistas ha tenido éxito, porque se
ha encargado de que sean sus buenos propósitos de los que está empedrado el camino a su infierno de maldades y fracasos.
Ya no tiene tiempo Calderón para más de sus acciones salvo que,
como presidente protegido por la inmunidad estadunidense para cubrirlo
de impunidad, haga más cosas desesperadas para hacer polvareda en
estos últimos dos meses para que se vaya como llegó: despreciado por el
pueblo que se lo demostró la noche del 15 de septiembre pasado.
El periodismo, como la nación, ha pagado con las vidas de más de 70
profesionales de la información, otros secuestrados, desaparecidos y
miles amenazados por la criminalidad gubernativa y la criminalidad de
las delincuencias. Y como el reyecito autócrata, se va desnudo de
legitimidad y dejando a un país en el total desastre y la barbarie de
la violencia, repitiendo la frase aquella de “después de mí, el diluvio…”.
*Periodista
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