¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Boletas 2006: Verdad y justicia
 
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Para el periodo comprendido entre el 12 y el
 26 de noviembre próximos se tiene programada la destrucción de las 
boletas empleadas en las elecciones federales de 2006, luego de que el 
Consejo General del Instituto Federal Electoral aprobara la medida el 
pasado miércoles 3 con base en una disposición del Cofipe vigente en esa
 época que así lo ordena, a la par de los lineamientos que detallan el 
proceso de destrucción.
La medida fue aprobada pretextando el 
cumplimiento de la ley y aduciendo austeridad republicana, debido a los 
elevados costos que conlleva preservar la papelería electoral en bodegas
 rentadas con ese propósito que son resguardadas por personal de las 
Fuerzas Armadas. Al determinarlo de esa forma el Consejo General del IFE
 fue consciente de los intentos que diversas personas han hecho para 
tener acceso a las boletas de 2006, tanto en instancias nacionales como 
internacionales, sin que hasta ahora uno solo haya prosperado.
Seguramente
 habrá quien se pregunte el porqué de la insistencia por evitar la 
destrucción de esas boletas y de la pretensión de acceder a ellas. 
Nuevas elecciones se han llevado a cabo y según las autoridades 
electorales “México ha vivido una jornada ejemplar durante el 2012”. 
¿Cuál sería entonces el sentido de preservar la papelería electoral de 
2006? Sin embargo, frente a esta postura cabe una pregunta del todo 
necesaria e inquietante: ¿por qué a casi nadie le interesa?
Se 
vive muy a gusto con la ilusión de que se nos gobierna bajo un régimen 
democrático, en el cual las instituciones funcionan adecuadamente 
velando por el respeto y garantía de nuestros derechos. Con esa ilusión 
la gente puede dedicar su tiempo a hacer realidad sus intereses 
personales, desentendida de lo que le rodea. Desde esta visión idílica 
creemos que cada cierto tiempo podemos acudir a las urnas, votar entre 
alternativas realmente diferentes, traer a cuentas a nuestros gobiernos,
 cambiarlos si no nos cumplieron, decidir lo que queremos como sociedad,
 incluso participar activamente, y todo ello dentro de una competencia 
equitativa en la que los votos se respetan y gana la persona que más 
votos recibe.
Un candado necesario para perpetuar esta ilusión lo 
constituye el hecho de que las boletas electorales nunca puedan 
consultarse y, llegado el tiempo, se les pueda destruir. Las autoridades
 de todo tipo insisten en que no es necesario tener acceso a ellas 
porque basta y sobra con las actas electorales, que reflejan con toda 
fidelidad lo acontecido en los días de elecciones. Si se desnuda esta 
visión, lo que queda es un acto de fe como base del funcionamiento del 
sistema electoral: Creemos que las cosas caminan bien porque las 
autoridades así nos lo aseguran.
¿Cuál sería entonces el sentido 
de preservar la papelería electoral de 2006? Verdad y justicia. Por 
supuesto detrás de este par de palabras se encuentran realidades 
terribles y luchas heroicas. Sin desconocerlo, no es banal nombrar con 
ellas a la causa por el acceso a las boletas de 2006 y a la defensa del 
derecho a la información que se ha emprendido y continúa para intentar 
frenar su destrucción. ¿Habría sido posible 2006 sin 1988? ¿Si 2006 se 
olvida, que sigue para 2018?
Hoy día la búsqueda de la verdad 
histórica de 2006 prosigue tanto en instancias nacionales como 
internacionales. Aunque resulte en extremo compleja, esta lucha abre la 
oportunidad para que atestigüemos un diálogo entre garantes de nuestros 
derechos. Nuevamente, no falta quien critique esta insistencia, quien 
llame la atención por lo inconveniente de llevar hasta este límite a las
 instituciones encargadas de salvaguardar nuestros derechos, pero ¿qué 
más se puede hacer?
Con las reformas constitucionales sobre 
derechos humanos y amparo, publicadas en junio del año pasado, en México
 se cuenta con una constitución bastante moderna –aunque conserve 
disposiciones del todo criticables–. Un instrumento más para acrecentar 
la ilusión de que todo marcha bien, pero también una herramienta que 
tiene la capacidad de contribuir a cambiar las cosas. A partir de esas 
reformas, en el ordenamiento jurídico de nuestro país se ha reforzado a 
los órganos garantes de nuestros derechos, a los poderes judiciales al 
interior, y hacia al exterior, a los sistemas de protección de derechos 
humanos en sede universal e interamericana.
El caso de las boletas
 pone a prueba a todos esos órganos garantes y demostrará si entre ellos
 existe esperanza de diálogo, o si solamente se trata de instituciones 
aisladas que no ofrecen una defensa coordinada de derechos. En sede 
interna, lo que puede actuar con mayor celeridad para frenar la 
destrucción de las boletas es el amparo. Tocará al Juzgado Décimo Cuarto
 de Distrito en Materia Administrativa en el Distrito Federal conocer de
 un amparo colectivo. Podrá insistir en que el asunto es de materia 
electoral y rehusarse siquiera a estudiarlo, pero si se toma en serio 
las reformas constitucionales de 2011, tendría que admitir la demanda y 
ordenar de inmediato la suspensión de la destrucción de las boletas de 
2006.
En su momento la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
 desperdició la oportunidad de remediar las violaciones de derechos que 
la negativa de acceso a las boletas y su destrucción conllevan, 
declarando inadmisible la petición del director de Proceso, Rafael 
Rodríguez Castañeda. No obstante, con una renovada integración, a la 
fecha puede enmendar su anterior determinación con motivo de la petición
 del investigador Sergio Aguayo.
Para negarse a estudiar el caso 
del director de Proceso esa comisión pretextó en su momento una 
distinción entre datos duros –las boletas– y datos procesados –las actas
 electorales–, que no se había justificado por qué resultaba 
insuficiente poder consultar solamente tales actas y por qué el hecho de
 tener acceso a aquellas acarreaba un riesgo de contaminarlas.
Si 
esa comisión se hubiera tomado en serio el deber de considerar un 
diálogo normativo entre la Convención Americana sobre Derechos Humanos y
 la Constitución de México, nunca hubiera podido razonar como lo hizo, 
pues es claro que en nuestro país no trasciende la distinción entre 
información en bruto y procesada, ni se tiene que justificar un interés 
para acceder a toda ella, así como que antes que querer destruir 
información es posible permitir su consulta tomándose todas las medidas 
que sean necesarias para evitar tal contaminación, porque de hecho es 
obligado preservarla en archivos administrativos actualizados.
En 
los próximos días se verá si para la segunda petición ante ella, la 
comisión cumple con su tarea como garante de derechos guiada por el 
principio de máxima protección de las personas o se limita a decidir que
 ese caso es sustancialmente igual al del director de Proceso. Por 
supuesto, el tema también permite abrir la reflexión al debate sobre el 
llamado “fortalecimiento” del Sistema Interamericano de Protección de 
Derechos Humanos.
México ha sido aliado de la comisión frente a 
otros países del continente que buscan minimizarla. Con todo, no es 
sensato considerar siquiera que en agradecimiento a ello se le pueden 
pasar a nuestro país claras violaciones a los derechos. El sentido de 
todo sistema de protección internacional es que sirva de garante para 
las personas, no para los Estados. Por eso tenemos el deber de defender 
dicho sistema al interior de nuestros países.
Finalmente, el caso 
de Rafael Rodríguez Castañeda, director de la revista Proceso, que no 
pudo ser siquiera analizado en sede interamericana, hoy día se encuentra
 presentado ante el sistema de protección de derechos de Naciones 
Unidas, pues apenas hace unos días se envió una comunicación en ese 
sentido que tocará resolver a su Comité de Derechos Humanos.
No se
 conocen antecedentes relativos a México en los que luego de que la 
defensa de una causa de derechos humanos fracasara ante la Comisión 
Interamericana, se elevara a sede universal, pero esa es una alternativa
 que posibilita el diálogo entre sistemas. Así deben interpretarse las 
normas que no prevén un plazo para presentar denuncias de derechos en 
sede universal y que en ella exclusivamente no se puedan admitir casos 
que al mismo tiempo estén bajo análisis en otras instancias.
No se
 puede anticipar si desde sede interamericana o sede universal llegarán a
 tiempo comunicaciones para frenar la destrucción de las boletas, pero 
justamente ese es el reto para nuestro diseño institucional de 
mecanismos de garantía de los derechos. El reto de la Comisión 
Interamericana y del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas será 
asumirse como garantes de las personas.
La responsabilidad del 
Juzgado Décimo Cuarto de Distrito en Materia Administrativa descansa en 
convertir a nuestro juicio de amparo en un recurso efectivo que sirva 
para impedir que la búsqueda de justicia en sede internacional quede sin
 materia. Aunque no se comparta la estrategia, también algo tendrá que 
decir el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para el 
caso de los partidos políticos.
Si todo falla las boletas serán 
destruidas, nunca se sabrá la verdad, ninguna autoridad será llamada a 
cuentas. ¿Cuánto tiempo tardará la historia en repetirse?
*Presidenta de Litiga, Organización de Litigio Estratégico de Derechos Humanos (Litiga OLE).

 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario