¡¡Exijamos lo Imposible!!
Índice Político
¡El lobo! ¡El lobo! ¡El lobo!
Francisco Rodríguez
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El pastorcillo Felipe Calderón ha vuelto a poner en riesgo a sus
ovejas. No hay ya quien crea en sus alaridos y alharacas. Ha mentido
tanto, ha engañado tanto, ha ocultado y distorsionado tantas verdades
que su credibilidad y la de su fallida Administración están ya en el
subsuelo. Si ahora mismo dijera, como lo ha hecho antes, que “la
economía está blindada”, se nos cae la Bolsa y huyen los capitales
“golondrinos”.
No es esta la primera ocasión. Ha engañado prometiendo empleos. Ha
burlado a la sociedad mandando a los suyos a hablar de “catarritos”
económicos, cuando la sociedad financiera mundial sufre severas
pulmonías. Ha mentido con las cuentas alegres de su Seguro Popular. Ha
simulado ante empresarios, trabajadores, ante toda la sociedad.
A lo largo de seis penosos años de ocupación de Los Pinos, el
pastorcillo Calderón ha gritado ya más tres ocasiones que viene el lobo
feroz. Al principio muchos le creyeron, pero al paso del tiempo ya lo
ignoran.
Engañó al país con su guerra que Con la crisis de la epidemia que
empezó siendo porcina y terminó empuercando las relaciones entre los
mexicanos y las de México con el mundo.
Lastimosamente, su fallida Administración ha dado muestras de que su
intención prioritaria ha sido la de sólo imponer su retorcida voluntad,
utilizando incluso estrategias arteras para cuya realización se hace
preciso tergiversar y falsear la verdad. Sería muy largo enumerar todos
los casos que llevan a esa conclusión.
Perdió la credibilidad y, por ende, la confianza de los mexicanos.
Es por tal que, pese a sus discursos, los infaltables de Poiré, son
más quienes no creen que de verdad los marinos hayan cobrado la vida de
Heriberto Lazcano y que, claro, éste siga con vida. Así ha ocurrido en
dos ocasiones anteriores, cuando menos.
Peor están las cosas cuando la propia fallida Administración de
Calderón tiene que esperar a que, tras analizar el ADN del presunto
Lazcano, sean las autoridades estadounidenses las que ratifiquen o, en
su caso, rectifiquen la identidad del cadáver. Mayor desconfianza,
imposible.
Paradojas de la vida. Calderón lanzó su estúpida guerra –sin
inteligencia– en contra de casi toda la delincuencia en ánimo de
legitimarse, y se ha deslegitimado aún más, si tal fuese posible, merced
a las estrategias (sic), los personajes y los saldos de la misma. Es,
en efecto, la vida que todo lo cobra.
Pero no tiene la culpa el indio… La ausencia de credibilidad, por
desgracia, no es exclusiva de Calderón y de su Administración fallida.
La comparte toda la clase política mexicana, incapaz de cumplir sus
compromisos, sí, pero también por su permanente actuación en las
sombras, con componendas a veces hasta inconfesables que se sellan “en
lo oscurito”, y por ignorar a la sociedad. La crisis de credibilidad se
da debido a la proliferación de dizque políticos creados por la
mercadotecnia, pero también por la simulación en que muchos incurren.
Y a todos ellos no sólo le aplauden, también los votan. Ergo, somos también nosotros los ciudadanos quienes estamos mal.
Cada vez más, los mensajes de los políticos son más vacíos e
inconsistentes que nunca y parecen estar escritos al dictado de las
mismas plumas. En la comunicación política de nuestros días las mentiras
e incumplimientos de quienes nada más nos cobran por ser funcionarios
públicos han dejado de ser noticia por la sencilla razón de que cada vez
menos gente cree en los políticos. Cada vez importa menos lo que dicen
porque su credibilidad se evapora entre lugares comunes, mentiras y
superficialidad.
En la carrera hacia el descrédito y la desconexión con los ciudadanos
que han emprendido los panistas, pero también los priístas y
perredistas, la falacia se ha impuesto como el vehículo más empleado
para comunicar.
Así, es habitual leer declaraciones como: “la reducción del déficit
nos conducirá al crecimiento”, o “estas medidas –subida de impuestos,
recorte cuantitativo y cualitativo de servicios públicos, congelación de
salarios…– ayudarán a aumentar el consumo”, o “mayores exigencias de
cobertura de los activos y depósitos bancarios, activarán el crédito”.
Ninguna de estas afirmaciones se sostiene desde un punto de vista
lógico pero hace tiempo que la lógica fue expulsada de nuestro país a
ladrillazos.
La recuperación de la credibilidad perdida debería ser una prioridad
absoluta para la clase política de nuestro país. Sin esa credibilidad su
legitimidad queda en entredicho y con ella su posición ante los
diferentes grupos de interés con los que deberán lidiar. Revertir esta
situación implica necesariamente volver a la lógica, a la escucha
activa, a la empatía, a la emoción y, sobre todo, a la verdad como
motores de una nueva comunicación política en la que el sofismo, ya se
ve, es estéril, cuando no contraproducente.
Índice Flamígero: ¡Todavía faltan 50 días para que concluya la engañifa que ha sido la fallida Administración de Calderón!
www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com
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