¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
El sexenio fúnebre
MÉXICO, D.F. (apro).- El próximo 1 de diciembre, el gobierno de
Felipe Calderón concluirá su sexenio con cerca de 60 mil muertos,
producto de la guerra contra el narcotráfico que declaró en los albores
de su administración.
Esa será, aunque no lo quiera, su carta de
presentación cuando vaya errando por el mundo en busca de un lugar,
porque en México no habrá de quedarse.
Durante estos seis años,
Calderón mantuvo siempre una sonrisa burlona que no borró, pese a que
todos los días de su gobierno hubo un muerto, un desaparecido o una
víctima de la violencia que, de manera incontenible, creció como
espiral, con rachas que alcanzaron más de 30, 40 o más asesinatos en un
solo día.
El panista destacó por su actitud de soberbia y,
durante todo su sexenio, le hizo falta sensibilidad para escuchar y
atender a miles de familias que agotaron todas las instancias pidiendo
justicia.
En este periodo de la vida del país, el presidente
nunca cedió en su posición despótica de gobernar, poniendo en puestos
claves a sus amigos, siempre menores que él, para no hacerle sombra.
En
fin, Calderón nunca se transformó en jefe de Estado. Tuvo su nivel
máximo de desarrollo cuando fungió como coordinador del Partido Acción
Nacional en la Cámara de Diputados, donde aprendió a negociar con
líderes sindicales, gobernadores, dirigentes partidistas, empresarios y
representantes de otros poderes fácticos a los que no tocó en su
gobierno.
El desdén por la sociedad del segundo y último
presidente panista fue más que evidente. Cuando asesinaron a los jóvenes
en Villas de Salvárcar, Chihuahua, lo primero que dijo es que eran
pandilleros, y en el caso de doña Ernestina Ascencio, antes de que
concluyeran las indagaciones aseguró que había fallecido de “gastritis
crónica”, desdeñando las pesquisas que apuntaban a una violación por
parte de soldados.
Bajo su égida, la seguridad pública y la
justicia estuvieron supeditadas a la protección de sus funcionarios,
como Genaro García Luna, o a la omisión de las autoridades municipales y
estatales, que nunca tocó, creando con ello un ambiente de impunidad
que alcanzó 98% de los casos remitidos ante los tribunales penales, pues
sólo 2% de los detenidos recibieron sentencia.
Uno de los casos
de mayor impunidad, que trató con la punta del pie, fue el de los miles
de familiares de muertos y desaparecidos que le demandaron justicia. En
uno de los encuentros en el Alcázar del Castillo de Chapultepec,
Nepomuceno Moreno, sonorense de 64 años a quien le desaparecieron un
hijo, le pidió ayuda. Meses después fue asesinado en pleno centro de
Hermosillo.
Ante las víctimas, el panista se comprometió a
impartir justicia, pero con el paso de los días respondió con remedos,
creando la Procuraduría de Atención de Víctimas, sin presupuesto y sin
una estructura material y humana. Propuso una ley en la materia que
nunca fue consultada con las familias afectadas y en la que no se
reconoce a las víctimas de la violencia. Y, en el colmo de la soberbia,
impuso su voluntad para construir un memorial en las instalaciones
militares, insultando con ello la memoria de quienes precisamente
murieron por el abuso de los soldados y policías coludidos con el crimen
organizado.
Otro desdén de arrogancia fue el que hizo ante la
demanda de aparición de Edmundo Reyes Amaya y de Gabriel Alberto Cruz
Sánchez, desaparecidos en 2007 en Oaxaca. Los dos cuadros políticos del
Ejército Popular Revolucionario (EPR) fueron presa de desaparición
forzada por parte de la policía del estado gobernado entonces por Ulises
Ruiz, quien los entregó al Ejército.
A pesar de que durante
cuatro años la Comisión de Mediación (Comed) pidió a la Secretaría de
Gobernación indagar sobre el paradero de los dos guerrilleros, nunca se
atendió el llamado.
Mediante una carta pública, dicha instancia
anunció esta semana su disolución, al advertir que en el gobierno
federal nunca hubo voluntad de resolver el caso, sino que se crearon
muchos obstáculos y se eliminaron pruebas.
Calderón ya prepara sus
maletas. En Los Pinos están esculpiendo su figura, que habrá de
erigirse en el Paseo de los Presidentes, ubicado en los jardines de la
residencia oficial.
Hasta ahora se sabe que piensa radicar en
Texas y dar clases en la universidad de ese estado, pero ya hay
protestas de organizaciones sociales y de estudiantes que repudian su
presencia.
Durante estos seis años el panista ha dicho a sus
críticos que preferiría pelear hasta con piedras contra el crimen
organizado a no hacer nada. Pero Calderón se equivoca, porque la crítica
no ha sido en ese sentido, sino por la falta de una estrategia integral
que atienda, al mismo tiempo, la seguridad, la salud, la educación, la
justicia y, sobre todo, la corrupción.
El gobierno de Calderón,
próximo a concluir, será un gobierno fúnebre. Será el sexenio de la
muerte, la impunidad y la corrupción, y uno de los periodos más
violentos y tristes de México en muchos años, con una herida social que
tardará varias generaciones en cerrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario