¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
No se vale...
Por María Teresa Jardí
En los lugares donde los que reivindican “otro mundo posible”, no
cuestionan, no digamos buscan alterar o modificar el confort individual
alcanzado para ellos y sus familias, primero van por unos y luego les
siguen los otros y al final llegan a todos como la crónica, que pocas
veces se equivoca, anuncia.
Llegaron
a Humberto Moreira. Como antes le había tocado sufrir el mismo hecho a
Javier Sicilia. Pesadilla que también han vivido, en cifras
conservadoras, a lo largo de los últimos seis años cien mil familias más
que han perdido a sus hijos de la misma manera absurda y sin sentido.
Hombres y mujeres, jóvenes la inmensa mayoría, niños algunos y viejos
otros, con las mismas características humanas que tenían los hijos del
político y del poeta.
Cien mil personas asesinadas con una brutalidad extrema en medio de una
falsa y absurda guerra, que Calderón impulsó para legitimarse y que Peña
amenaza con continuar para acabar, además de también convertido en
genocida, sin haberse legitimado ni ápice tampoco, de cara a una
sociedad agraviada que odia, aunque no atine a hacer nada para oponerse,
a los que asesinan a sus hijos.
Una falsa guerra con la que se ha destruido el tejido social, al punto
de que quizá ya nunca más va a poder ser zurcido ni medianamente para
hacer regresar la paz y tranquilidad a los hogares de millones de
mexicanos que nada tenemos que ver con las perversiones del poder ni con
la corrupción convertida en regla por las mafias políticas que
controlan todo, al punto de haber convertido la cosa pública en bien
propio.
El odio social que se refleja, incluso en comentarios adversos cuando
algún jerarca es tocado por el hecho que sufren todos los días otros,
expresados en el “qué bueno que les toque también a ellos”, es lo que a
veces lleva a los pueblos, con tal de ver caer a sus asesinos, a sufrir
condenas de muerte, que las más de la veces resultan incluso peores,
como sucediera con los iraquíes que festejaban la caída del dictador,
sin soñar la pesadilla, destructora de todo, que les traería la invasión
yanqui que sólo buscaba robarles las obras de arte y el petróleo y
garantizarle a las empresas aliadas el negocio de la reconstrucción que
como el narcotráfico y la trata de blancas y el secuestro y las
guarderías convertidas en negocio de la clase política y los anexos
donde en lugar de rehabilitar se convierte en sicarios a los jóvenes,
que no asesinan... también son buenos negocios para las mafias que
controlan la política.
La clase política a la mexicana no ha entendido el alto precio que se
paga por no oponerse a los que deciden y mandan, cuando salta a la vista
que lo que imponen es un suicidio que va a acabar por afectarlos
también a ellos.
No se vale asesinar ni a los hijos de los poetas ni a los hijos de los
políticos ni a los hijos de los gruperos ni a los hijos de las que
deciden ser putas, porque les da la gana, ni a los hijos de los que para
comer se ven obligados a pedir limosna...
No se vale convertir al asesinato en una forma de retener el gobierno en
las manos porque se llega como ilegítimo. El precio es demasiado alto
para todos. Aunque para los pueblos sea aún mayor la pesadilla que se
vive sin poder hacer nada para despertar de la misma.
No se vale.
Y en entender que primero van por unos y luego por el resto está quizá
la oportunidad de que, saliendo todos a la calle, logremos parar esta
guerra sangrienta y sin fin con la que se ha mutilado la cultura
mínimamente humanitaria, al punto de que la mujer del hijo ya acusa al
tío del crimen cometido en contra del sobrino.
No se vale que Humberto Moreira, y el resto de mexicanos, antes de que
sea demasiado tarde, no nos sumemos a Javier Sicilia para hacer visibles
a todas y cada una de las víctimas.
Pero sobre todo no se vale que el PRI y el resto de partidos vasallos
dejen llegar a Peña con la amenaza de seguir la misma ruta sangrienta de
su antecesor Felipe Calderón.
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