¡¡Exijamos lo Imposible!!
Desfiladero
Drogas: la guerra siempre estuvo perdida, hay que ponerle fin
Jaime Avilés
Razonemos: las únicas armas que pueden acabar con el tráfico de drogas son las bombas nucleares, siempre y cuando sean arrojadas sobre los cinco continentes, los siete mares y los millares de islas que hay en el mundo, hasta consumar la extinción total de la humanidad. De lo contrario, siempre habrá productores, distribuidores y usuarios de sustancias ilícitas, recreativas o lenitivas, sobre las superficies sólidas del planeta, incluyendo el piso de los barcos que cruzan o bordean océanos y lagos. En otras palabras, es imposible vencer militarmente al narcotráfico.
A lo que sí tenemos derecho a aspirar como sociedad, y a exigirle al gobierno, es a que regule el comercio de estupefacientes, atenúe sus efectos sociales y aplique medidas en verdad eficaces para reducir su consumo, empezando por ofrecer a los jóvenes una realidad menos insoportable, en la que encuentren acceso al estudio, al trabajo, a la salud, al deporte y a una vida libre y plena, que en serio valga la pena vivir y disfrutar, con la mente limpia, sin venenos contra el dolor, la frustración perpetua y la certeza de que el futuro no existe.
Felipe Calderón engañó al país con la mentira de la guerra “contra” el narcotráfico, sabiendo que no tenía la más mínima posibilidad de ganarla. Hoy, cuando todos vemos que la perdió, debería asumir las consecuencias. En 1982, en Argentina, una de las dictaduras militares más sanguinarias de Latinoamérica le declaró la guerra a Inglaterra, con el propósito de obtener apoyo político entre la sociedad civil. La superioridad de los británicos en cuanto a armamento y poder de fuego no sólo causó la muerte de miles de jóvenes patriotas enviados al frente, sino que destruyó al ejército de ese país del sur. Menos de dos años después, la dictadura cayó y, por decisión de los gobiernos civiles que la sucedieron, las fuerzas armadas jamás volvieron a reponerse del golpe.
De algún modo, Calderón ha repetido esa historia. Después de robarse la Presidencia en medio de un enorme repudio popular, lanzó una guerra para legitimarse y también la perdió, pero lejos de mostrarse dispuesto a imitar a los generales argentinos, renunciando al poder que el pueblo no le confirió, pretende aprovechar su derrota para mantener a las tropas indefinidamente en las calles, y a través de éstas imponerle líneas de acción a quien lo remplace al frente del Poder Ejecutivo (o lo que de esa entelequia quede cuando se vaya, si es que se va).
sigue esta interesante nota:
http://www.jornada.unam.mx/2010/04/17/index.php?section=opinion&article=006o1pol
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