jueves, 18 de febrero de 2010

Lo más pronto posible necesitamos correrlo

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Calderón debe irse
María Teresa Jardí


El Ejército se queda, titula el general Ibarrola en su artículo publicado ayer en el POR ESTO!, y efectivamente, en México, las fuerzas armadas han sido el sostén de los gobiernos civiles y admirable ha sido su fidelidad a esos gobiernos a pesar de los inconcebibles gobernantes que coleccionamos en este país.

Pero 17,000 ejecutados, que ya rebasan la cifra de la mitad de los asesinados en Argentina a lo largo de diez años de una dictadura militar, hacen necesario que el Ejército Nacional también haga un alto en el camino para poder redefinir sus lealtades, incluso porque es ese Ejército el que va a ser juzgado como responsable a futuro. Cuestión de inteligencia. Es cierto que muchos de los crímenes que se le atribuyen deben ser responsabilidad de los dos ejércitos, al nacional, alternos, que existen hoy en México.

Pero uno, el que García Luna encabeza, es obvio que está integrado por paramilitares y la gravedad de esto involucra al nacional sin duda. En México llegamos todos al punto de las imprescindibles definiciones. Calderón tiene que irse porque el daño que está haciendo a México es enorme.

La corrupción gubernamental es inaudita. La burla que contra el pueblo se da desde el Poder Judicial es escandalosa. Inconcebibles son las alianzas partidarias, que sólo buscan el poder, por el dinero, canceladas todas las ideologías. Infuncional el Legislativo. El desarme ético de la estructura ética de todas las instituciones es inaceptable. No dan más de los partidos políticos en los que se pudrieron hasta la raíz sus dirigencias y lo permearon todo de la peor de las maneras. Escandaloso es, incluso para un mundo donde el escándalo gubernamental es la regla, que un capo del narcotráfico, sea el capo del partido político que desgobierna, y que además se le considere entre los hombres más ricos del planeta.

Calderón tiene que irse y el Ejército Nacional sobre esa petición ciudadana debe pronunciarse antes de cargar él con todos los muertos sobre sus espaldas.

Infructuosamente la Asamblea Ciudadana de Ciudad Juárez hace planteamientos que en el fondo y debido a la desesperación entendible se suman a buscar soluciones en la pérdida de valores y en la cancelación de libertades. El chivatazo nunca es buena idea y peor lo es el anónimo que sólo propicia la venganza que en un lugar tan agraviado se convierte en salida de la ira acumulada. No va por ahí la solución de los problemas que todo México enfrenta. Llegó el momento de quitar, aunque no hayamos logrado poner todavía. Calderón debe irse ya. Tres años más nos garantizan el paso a una dictadura en la que los paramilitares, al estilo de los toton macoutes, dictarán todas las reglas.

No nos cancelemos la esperanza. Exijamos de Calderón la salida. No pudo. Ni modo. Llegó usurpando por la puerta trasera y si no renuncia para salir, al menos, por la delantera, debe ser sacado cesado, antes de que se obligue al pueblo a hacerlo huir por la trasera. No pudo y debe dejar la empresa fracasada de manera tan tremenda.

No somos responsables los ciudadanos de la violencia. No caigamos en el juego de aceptar que la responsabilidad también es nuestra. Responsable es Calderón que convirtió en fallido al Estado mexicano. Responsables son los partidos, todos igual de podridos. Responsables son los tres poderes protectores de pederastas amigos. Y tampoco puede evadir su responsabilidad el Ejército Nacional. Que, sí, que es un ejército leal al poder civil y eso es admirable, ciertamente, pero las cosas han llegado demasiado lejos y si no está el Ejército nacional protegiendo al capo, que el PAN eligió, desde Fox, como aliado, lo parece y es el Ejército Nacional el que va a ser juzgado también por eso. Llegó el momento, para todos, de definirnos. La única clara certeza que le queda a los mexicanos es la de que Calderón debe irse. No se resolverán con su salida nuestros problemas. Pero es el mensaje que debemos enviar si aspiramos a transitar a algo más que a una narcodictadura.

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