¡¡Exijamos lo Imposible!!
Están claros los enemigos de la Patria, que nadie se equivoque
María Teresa Jardí
A Javier Ibarrola se le suele considerar en alguna medida —hay militares que le niegan ese carácter— portavoz del sentir de los militares. Y si bien la aseveración altamente preocupante es suya, de todas maneras es muy riesgosa para dejarla pasar sin comentarla al menos.
Escribe, ustedes lo habrán leído ayer en nuestro diario, en su columna sobre el último discurso del general Galván, a propósito de la conmemoración de la gesta, celebrada en el Alcázar del Castillo de Chapultepec el 9 de febrero pasado, de los cadetes que escoltaron al Palacio Nacional al entonces presidente Francisco I. Madero.
Afirma “que los asistentes al acto se extrañaron de la forma en que el orador, el secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván Galván, respiraba con marcada dificultad conforme leía cada una de las líneas del mensaje.” Asegura “… que la noche anterior tuvo que hacer algunas modificaciones a su mensaje, para que estuviera más apegado a la visión militar que a la política…”. Y señala que el general Galván dijo que: “Desde esta tribuna, ratifico ante nuestro Comandante Supremo y la ciudadanía, que no se tolerará violación alguna al Estado de Derecho ni actos que atenten contra la garantías fundamentales de las personas…”.
“Y que fue más allá demostrando que los militares no son un peligro para la sociedad y sí quienes advierten a tiempo lo que pasa en el país”.
Es Ibarrola, aclaro, el que dice las últimas palabras del párrafo anterior que para ustedes subrayo. De acuerdo tenemos que estar en que son intolerables las violaciones a los derechos humanos y a las garantías fundamentales de las personas. Lo dice la Constitución y el mandato incluye a los elementos de las policías y de los ejércitos. Me referí en una recién pasada entrega a que se quiere legislar sobre el Estado de sitio, a manera de justificar como “daños colaterales”, ante la gravedad, ciertamente, de lo que ocurre, la violación de derechos y a las garantías que el pueblo mexicano sufre debido a una mentirosa guerra fallida en la que otra de las víctimas es el Ejército Nacional, queda claro. Pero me asombra, aunque igual es un error incluso de dedo de Ibarrola, el que se piense que son un peligro los que advierten a tiempo lo que ocurre en el país. De ser correcta esa aseveración se estaría responsabilizando a periodistas y a diarios como el POR ESTO! Y gravísimo lo anterior sería cuando además es tan claro que el peligro está en los a modo, que, mintiendo, ocultan lo que ocurre. Ocultando es como hemos llegado al nivel de violencia que al país ahoga en ríos de sangre
Lo inaceptable, para mí, en el cambio del discurso del general Galván es el cambio de tono por lo que toca al apoyo al grado de exigir que las reformas propuestas por el usurpador se concreten para salvar a la Patria.
De acuerdo por completo hay que estar con él cuando dice que: “Seguir permitiendo a la mano corruptora del narcotráfico comprar voluntades, es una actitud que al tiempo causará daños irreversibles a México (…) nadie desea que esta lucha se prolongue indefinidamente… a nadie conviene”.
Y desde luego también de acuerdísimo, hay que estar, con lo aseverado por Ibarrola cuando dice que: “Donde civiles y militares no pueden chocar es precisamente en la identificación de los que procuran y protegen esa “mano corruptora” y los que sí desean que esta lucha se prolongue indefinidamente y que con seguridad conocen en las altas esferas de la clase gobernante”.
Aunque difiero también en cuanto a que Navarrete se haya ausentado debido al toque político en el discurso del general Galván. Circo y no otra cosa la del impresentable perredista empleado del panismo fecalista.
Tampoco me parece mal que a los altos mandos del Ejército y a los soldados rasos se les pague bien. Una receta es para cuando se logre cambiar las cosas en México, si se logra antes de que la humanidad desaparezca del planeta, que a la policía —y funciones de policía hace hoy el Ejército y aunque así no fuera la receta es la misma para evitar tentaciones golpistas— se le pague bien y se le propicie para cada elemento y para su familia la posibilidad de una vida tan digna que no se contemple, al menos por la mayoría —los delincuentes van a existir mientras el mundo exista—, la posibilidad de perder lo que se tiene, trasgrediendo la norma, a sabiendas de que como la impunidad ya no es regla el castigo, si se descubre, será inminente y lo sufrirá, con ese policía que será puesto tras las rejas, toda la familia que perderá su vida digna. Es una de las elementales recetas para revertir lo que aquí no se quiere revertir porque a las instituciones se les fue desarmando el entramado ético para construirles otro que las hicieran funcionar a favor de unos cuantos corruptos impresentables que desde el poder y desde la empresa el poder y el dinero de la nación se reparten, siendo esos y no otros los enemigos de la patria.
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