¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Presidencia fuerte y la reforma política
Arnaldo Córdova
Los derechistas de todos los signos, incluidos en primer término los panistas que nos gobiernan, están que trinan contra las acotaciones y limitaciones que el juego político que se originó en las reformas electorales ha impuesto a los poderes antes omnímodos de la Presidencia de la República. Felipe Calderón propuso su reforma política por esa exclusiva razón: según él, no puede gobernar, no por inepto, como cada vez resulta más claro, sino porque un Congreso, integrado por diferentes fuerzas políticas que tienen intereses encontrados y en disputa, no le aprueba sus iniciativas de ley y no lo apoya en todas sus tonterías y ocurrencias. Todos los voceros de la reacción más recalcitrante le hacen eco, acusándolo, por cierto, de ineptitud, pero señalando al Legislativo como una fuerza que está militando contra la gobernabilidad del país.
Todos los reaccionarios de este país se están aplicando en encontrar cómo volver a fortalecer la Presidencia de la República y han descubierto que no hay otro camino que el de reducir los poderes del Congreso, limitar la acción malsana de los partidos (no se bajan de la boca la expresión tan detestable para ellos de “partidocracia”) y dar al presidente todos los poderes que se pueda. De hecho, en la letra de la Constitución, ya sobra decirlo, los poderes del Ejecutivo siguen siendo los mismos de antes, o sea, los de una Presidencia fuerte y prevaleciente sobre los demás poderes. Pero sucede que los presidentes derechistas que hemos tenido desde Ernesto Zedillo no saben ya cómo usar de esos poderes en un contexto democrático ya tan limitado como el que tenemos.
Carlos Salinas y Zedillo supieron desempeñarse mejor en el ambiente creado por la reforma política. Cuando la Constitución les incomodaba, simplemente la cambiaban, pero con el consenso de todas las fuerzas que estaban incluidas en su alianza derechista y, en todo caso, siempre encontraron en los demás los apoyos que necesitaban. Los panistas se han acostumbrado a gobernar violando abiertamente los preceptos constitucionales, de modo que ya ni les interesa cambiar la Carta Magna. Mandan al Congreso una iniciativa de ley anticonstitucional y en él la aprueban siempre con la alcahuetería de los priístas o, sencillamente, se conducen sin ley ninguna y, siempre con la ayuda de aquéllos, hacen lo que su malentender les aconseja.
Sigue la nota:
http://www.jornada.unam.mx/2010/02/28/index.php?section=opinion&article=008a1pol
No hay comentarios:
Publicar un comentario