¡¡Exijamos lo Imposible!!
Técnicamente invadidos
María Teresa Jardí
Queda claro que no tenemos nada que celebrar el día de hoy 15 de septiembre de 2010. Los mexicanos hemos perdido, a lo largo del año, la posibilidad de, a través de la conmemoración, reflexionar sobre qué es ser mexicano; es decir, de meditar sobre nuestra propia identidad no sólo no construida, desde siempre, sino del todo destruida por el neoliberalismo salvaje que tendría que habernos llevado, hablando en general del mundo, a crear, por parte de los ciudadanos, el neocinismo, a manera de enfrentar el cinismo de tecnócratas, sin cultura alguna en el caso mexicano, que en una década de panismo han llevado a México a un retroceso de doscientos años.
Nada que celebrar y nada que conmemorar porque este ha sido, año del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución mexicana, el año de la oportunidad perdida, por parte de los ciudadanos, de apropiarnos de nuestro destino. Y así llegamos al 15 de septiembre en lo que bien podría denominarse como Estado de alerta.
Hemos sido técnicamente invadidos de nuevo por los ejércitos extranjeros. Más allá de la bofetada que para la patria mexicana significa la invitación al desfile de tropas extranjeras entre las que se encuentran las de España que nos conquistara, obligando al pueblo mexicano, para salir de su yugo, a iniciar un día como hoy su guerra de Independencia; y las de los Estados Unidos de Norteamérica que nos invadieran hace un siglo persiguiendo a Villa en medio de la obligada también para el pueblo guerra revolucionaria. Más allá de lo que esto supone para el Ejército constitucional mexicano también como inconcebible agravio.
Resulta que desde el Ejecutivo, usurpado por el panismo, se cursó la invitación a las tropas extranjeras dándoles el permiso de ingresar desde el día siete del mes que corre, llegando la mayoría de las que van a participar mañana en el desfile que dentro de un siglo será recordado como el de la ignominia. Se le olvidó o le valió al panismo usurpador que el Ejecutivo, incluso estando encabezado por un usurpador, la petición al respecto debía turnar al Congreso, para luego de ser discutida por los representantes de los partidos y aunque sea ya remotamente del pueblo, porque así todavía la Constitución lo consigna, dar el visto bueno. Ese es el nivel del Poder Legislativo que se encuentra convertido en electorero, y la descortesía, a la que se suma otra bofetada, es producto de la dignidad enterrada en la misma fosa que la Justicia. Consecuencia de la pérdida de la estructura ética de las instituciones y cancelación del país de leyes ni siquiera a manera de guardar ya las más elementales de las formas.
Y aunque el aviso al Congreso está fechado el siete, es decir el mismo día de la llegada de las tropas invitadas por el panismo usurpador, no fue enviado al Congreso, hasta el día 9 de septiembre.
Técnicamente invadidos hemos sido nuevamente el Mes de la Patria y año de la Independencia, que con alegría en los otros países de nuestra América Latina a lo largo del año han celebrado discutiendo las ideas que son las que forman el núcleo integrador de la identidad aquí ejecutada también, con las ya —deben ser— treinta mil víctimas producto del genocidio que encabeza Felipe Calderón Hinojosa.
Además todos los mexicanos deberíamos ponernos en Estado de alerta desde hoy. No deja de ser extraño que aparezca de nuevo la foto de Fernández de Cevallos, acompañada de otra foto de la misma revista fechada en mayo, acompañada por un comunicado netamente policiaco, pero en el que se sugiere a presumibles grupos guerrilleros como autores del secuestro. Como necesitan, Felipe Calderón Hinojosa y sus compinches, entre los que destacan dos que no tienen salvación García Luna y Lozano Alarcón, que el país reviente, porque ya saben que están ubicados al lado de canallas de la talla de los Ceaucescu, reventando buscan salvar su pellejo, no tardaremos en contemplar otro evento siniestro de macro proporciones, del que a los grupos guerrilleros se preparan ya para acusar, aunque sea tan clara la autoría, como lo es el crimen de Estado cometido en contra del “Jefe Diego”.
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