martes, 28 de septiembre de 2010

Ahora resulta que son matones

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Muerte en la Basílica
Rodrigo Vera

Intriga y corrupción, elementos que no pueden faltar en un thriller, se presentan en la muerte de Jesús Guízar Villanueva, canónigo de la Basílica de Guadalupe, quien puso en juego su prestigio y su carrera eclesiástica para informar al Papa, al cardenal Norberto Rivera Carrera y al nuncio apostólico Christophe Pierre de las irregularidades cometidas por el rector del santuario, Diego Monroy. Los familiares de Guízar sospechan que fue eliminado, pues “se había convertido en una piedra en el zapato”, para las autoridades eclesiásticas.

MÉXICO, D.F., 28 de septiembre (Proceso).- Monseñor Jesús Guízar Villanueva, canónigo de la Basílica de Guadalupe y sobrino de San Rafael Guízar y Valencia, al parecer fue asesinado en enero de este año debido a que estaba enviando al Papa Benedicto XVI información confidencial sobre los multimillonarios negocios ilícitos que tienen las autoridades de la Basílica, a la que ya convirtieron en una jugosa “empresa” alejada de sus fines pastorales.

En sus reportes al pontífice, Guízar daba cuenta del “afán desmedido por el dinero” que tiene el actual rector del santuario, monseñor Diego Monroy, quien ha logrado acumular “riquezas inexplicables”, no le paga al episcopado mexicano los “ingresos económicos” que le corresponden del santuario y, para colmo, puso como tesorero de la Basílica a un amigo personal, el “laico Héctor Bustamante”, con quien suele realizar viajes a distintas partes del mundo.

Guízar pedía en sus documentosenviados a través de la nunciatura apostólica en México“no que se me crea, sino que se me oiga y que se investigue a fondo, con auditorías o con una visita canónica, pues todos estos asuntos de injusticia, corrupción y prepotencia ya están flotando en el ambiente clerical”.

Aguardaba el influyente canónigo una respuesta de Benedicto XVI, quien había sido su maestro en la universidad, cuando el 20 de enero pasado sus familiares lo encontraron golpeado e inconsciente en su cama. Fue llevado al hospital donde murió en circunstancias extrañas.

Atacado en su casa


Su hermano Gonzalo Guízar relata la historia:

“Ese día 20 mi hermano no respondía a nuestras llamadas telefónicas. Vivía solo en una casa propiedad de la Basílica. Mi hermana Juana se preocupó. Fue a su domicilio, tocó la puerta y nadie le abrió. Sospechó que algo le había pasado. Llamó a un cerrajero que abrió la puerta. Encontró a mi hermano inconsciente sobre su lecho, con golpes en distintas partes del cuerpo. Había sangre regada en la habitación. ¿Se había caído? ¿Alguien lo golpeó? No lo supimos.

“Se le trasladó en ambulancia al hospital Ángeles, de Lindavista. Ahí nos dijeron que no debía movérsele pues necesitaba unos tres días de reposo. Ingresó con una deshidratación. Yo soy médico y supuse que con algunas insoluciones quedaría restablecido.

“Pero luego llegó el encargado de los seguros médicos de la Basílica, el sacerdote Rafael Bustillo. Éste maniobró para que mi hermano fuera trasladado ese mismo día al hospital Santa Elena, argumentando que allá sería mejor atendido, pese a que los médicos recomendaron que no se le moviera.

“En el hospital Santa Elena le indujeron un coma para mantenerlo inconsciente. Y, extrañamente, su salud fue deteriorándose, al grado de que tuvo un paro cardiorrespiratorio que fue mal atendido y que, el 23 de enero, provocó su muerte.”

–¿Les informaron sobre los golpes con que llegó su hermano?

–No, no hubo diagnóstico sobre los golpes. Y los tenía en varias partes: en el tórax, en el abdomen, en las piernas, en la cabeza... Dudo mucho que se los haya provocado una caída. Yo les dije a quienes lo atendían: “Miren cómo está de golpeado”. Incluso la ropa que llevaba puesta nos la entregaron ensangrentada.

“Hubo otro hecho muy extraño: el rector de la Basílica, monseñor Diego Monroy, llegó al hospital tan sólo cinco minutos después de que mi hermano falleció. Entró directamente a ver el cuerpo, en el área de terapia intensiva, y luego se marchó junto con los guaruras que lo acompañaban.

“La gente de la Basílica nos insistió mucho en que cremáramos el cuerpo. Nos explicaba que se depositarían las cenizas en el nicho de los canónigos. Era muy sospechosa tanta insistencia. Les dijimos que no y sepultamos a mi hermano en el panteón Jardín.”

Cuenta que en esas fechas la familia Guízar no sabía nada acerca de las irregularidades y corruptelas en la Basílica, mucho menos imaginaba que Jesús le había informado al Papa del problema, pidiéndole que abriera una investigación.

Mi hermano era muy reservado en sus cosas. No le comentaba nada a la familia. Sólo nos decía que tenía algunas diferencias con Diego Monroy”, dice.

sigue la nota:

http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/83805

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