Que le pregunten a Tello dónde vive “El Chapo”
María Teresa Jardí
María Teresa Jardí
No todos los curas están amenazados por los narcotraficantes, tiene razón monseñor Berlie, cuando así lo declara. No todos los curas están amenazados tampoco por los sicarios del narcotráfico ni por sus mercenarios policías, a modo, que produce el sistema. No, no todos están amenazados. Y, al contrario, muchos se encuentran, no sólo bien protegidos, sino también bien comidos, merced a esos señores a los que los funcionarios, antaño foxistas y hoy calderonistas, les abren las puertas grandes del penal, a modo, al que previamente han sido trasladados.
El obispo de Durango dijo lo que dijo, porque incluso los obispos saben que todas las cabezas de las dependencias usurpadas relacionadas con el tema, saben lo mismo que él públicamente dijo.
Tampoco es que se distingan por valientes la inmensa mayoría de obispos y menos aún los que coleccionamos en México como producto de un acto extremo de odio profundo a los mexicanos por parte de uno de los sujetos más impresentables que existen en el mundo: Jerónimo Prigione.
No es novedosa ni siquiera la bendición de curas a los desgobernantes que comparten incluso al alimón las escoltas con el narco del lugar. Y esto, desde Salinas, que me conste, lo han sabido todos los ocupantes de la silla presidencial. Los elementos de inteligencia del Ejército Nacional se han dedicado a hacérselos saber con la misma poca respuesta que han tenido obispos y curas que han hecho lo propio en aras de controlar la violencia.
Y estos sujetos, compartidores de escoltas, como es evidente, dada la situación, se preparan también para ocupar, aunque sea usurpándola de nuevo, la silla del exterminado Ejecutivo Federal. Al igual que han regresado los encargados de abrirles las puertas a los pocos narcos que por error pisan una cárcel pensada para ellos por un hombre ingenuo, a pesar de ser un inmenso jurista, impunemente asesinado, posiblemente por eso. Todo tiene consecuencias.
Que se atrevan a denunciar a uno de estos señores y entonces sí se van a convertir, incluso siendo obispos, en también amenazados, como sucede con los periodistas y con los que con su actividad se opongan a las decisiones que desde los sótanos del poder están tomando. Y lo más probable es que sean policías los encargados de ese menester y es obvio que se prestarán las instancias respectivas a cumplir con el cometido, incluso ordenando que se conviertan en investigadores y sean ellos y no el ministerio público los que proporcionen los datos que al ministerio público le compete recabar y conocer. Es obvio que no se detiene a “El Chapo” porque no hay interés para detenerlo. Y es obvio que la “policía” sabe dónde vive y cómo se mueve. Pero… ¿Por qué habrían de detenerlo los mismos que se encargaron de sacarlo?
Aunque tampoco es que se encuentre a salvo “El Chapo”. Si al fecalismo usurpador así le conviene, o si así está acordado con Obama, se le detendrá. Y, bien podría ser, que en ese sentido, adelantado, se haya dado la declaración del obispo de Durango. Porque, vamos a ver, no me dirán que no deja de ser curioso el que se haya convocado a una rueda de prensa para hacerla y que luego no se quiera señalar el lugar específico donde habita “El Chapo”. Y aún es más curioso, no me dirán ustedes tampoco que no, la conveniente subida al cuadrilátero político que, esa irrelevante declaración, ha “traído” para la Iglesia Católica, tan panista. La que ante la pérdida de fieles igual ha decidido que ya no sirve para otra cosa que no sea la de hacer política. Todo debidamente acordado, sí, es muy posible.
El narcotráfico está al servicio de la derecha y los narcotraficantes son delincuentes y no locos para amenazar a los mismos con los que comparten los muchísimos cuartos que ganan con su tolerada actividad consignada por las leyes como ilícita. A final de cuentas si se detiene a “El Chapo” --y ese es el sentido del regreso de Jorge Tello quien antes fue el encargado de ir a liberarlo-- será porque ya no sirve y porque ya acordaron todas las reglas del juego con su relevo. Ya se sabe que en México las leyes se hacen para ser violadas.
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