Es motivo de orgullo que, a pesar de que han querido destruirnos, no lo han logrado ni lo lograrán. No sólo porque tenemos autoridad moral, sino porque las mujeres y los hombres que participamos en esta lucha, profesamos un profundo amor por nuestros semejantes y, más allá de alevosías y frente a todo tipo de adversidades, mantenemos la firme convicción de construir una sociedad más justa, más humana y más igualitaria
Es motivo de orgullo que, a pesar de que han querido destruirnos, no lo han logrado ni lo lograrán. No sólo porque tenemos autoridad moral, sino porque las mujeres y los hombres que participamos en esta lucha, profesamos un profundo amor por nuestros semejantes y, más allá de alevosías y frente a todo tipo de adversidades, mantenemos la firme convicción de construir una sociedad más justa, más humana y más igualitaria
martes, 17 de septiembre de 2013
Ya basta de vernos la cara de pendejos
Por Esto!
Por favor, EPN, no nos veas la cara
Juan José Morales
Escrutinio
La campaña publicitaria que trata de convencernos para aceptar la llamada reforma energética de Peña Nieto, es que gracias a ella los mexicanos viviremos mejor, fluirá hacia nuestro país la inversión extranjera, habrá un gran crecimiento económico, se multiplicarán las empresas, se crearán más y mejores empleos, se abaratarán los combustibles y la electricidad, y se elevará el nivel de vida de la población.
Cuando uno escucha todo eso, no puede menos que sentir indignación, pues resulta un insulto a la inteligencia de los mexicanos. Porque el hecho es que llevamos ya 30 años de privatizaciones —los ferrocarriles, las carreteras, los bancos, los aeropuertos, las instalaciones portuarias, los ingenios azucareros, las líneas aéreas, las empresas pesqueras y prácticamente todo lo privatizable— y de creciente apertura al capital extranjero en la generación de electricidad, la minería, el comercio y otros muchos rubros económicos, y los resultados están a la vista:
Durante esos 30 años de neoliberalismo —el camino por el que el PRI, el PAN y sus aliados insisten en seguir llevándonos—, el producto interno bruto (PIB) del país, o sea el valor total de los bienes y servicios producidos, apenas ha crecido a una tasa media de 2.1% anual, y para este año se estima en un insignificante 1.3%, mientras otros países latinoamericanos tienen tasas de crecimiento de 4, 5 y 6%. Si se considera el aumento de población en ese lapso, el PIB per cápita, por persona, sólo ha crecido a una tasa de 0.5% anual, lo cual en términos prácticos equivale a un estancamiento permanente. Y la inversión en maquinaria, equipo y construcciones— apenas ha crecido a una tasa media de 2.1% anual. Así que, ¿dónde están el aluvión de inversiones y el impetuoso desarrollo económico?
¿Y dónde están los prometidos empleos y los mejores salarios? El desempleo es tal que la emigración resulta la única solución para quienes desean encontrar trabajo, y los salarios mínimos perdieron en ese lapso más del 71% de su poder de compra. Es decir, en la actualidad, el salario mínimo —que es la base de todos los demás— sólo permite adquirir menos de la tercera parte de lo que con él se compraba hace 30 años.
Lo anterior no lo inventó nadie. Son datos oficiales, del Banco de México y del Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática, el INEGI.
Y es que, como muy bien señaló López Obrador en su discurso del domingo 8 de septiembre durante la concentración en la Ciudad de México contra la entrega del petróleo a las empresas extranjeras, las empresas beneficiadas con aquellas privatizaciones sólo se han dedicado a exprimir a los consumidores, prácticamente sin invertir un centavo. No se ha construido, por ejemplo, un solo kilómetro de vías férreas. En cambio, se levantaron muchas ya existentes, como las líneas de los Ferrocarriles Unidos del Sureste en el Sur de Yucatán, y se suprimieron los trenes de pasajeros en todo el país, salvo en la línea Chihuahua-Pacífico. Y la privatización bancaria, de la cual se dijo —como ahora de la privatización petrolera— que abarataría el crédito y los servicios financieros, sólo se ha traducido en abusos, intereses monstruosos y enormes ganancias para los bancos extranjeros, que en México obtienen utilidades muchísimo mayores que en cualquier otro país.
De modo, pues, que a través de estas líneas ruego encarecidamente a Peña Nieto, que, por favor, no nos vea la cara de… bueno, ustedes ya saben de qué.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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