¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Por favor, EPN, no nos veas la cara
Juan José Morales
Escrutinio
La campaña publicitaria que trata de convencernos para aceptar la
llamada reforma energética de Peña Nieto, es que gracias a ella los
mexicanos viviremos mejor, fluirá hacia nuestro país la inversión
extranjera, habrá un gran crecimiento económico, se multiplicarán las
empresas, se crearán más y mejores empleos, se abaratarán los
combustibles y la electricidad, y se elevará el nivel de vida de la
población.
Cuando uno escucha todo eso, no puede menos que sentir indignación, pues
resulta un insulto a la inteligencia de los mexicanos. Porque el hecho
es que llevamos ya 30 años de privatizaciones —los ferrocarriles, las
carreteras, los bancos, los aeropuertos, las instalaciones portuarias,
los ingenios azucareros, las líneas aéreas, las empresas pesqueras y
prácticamente todo lo privatizable— y de creciente apertura al capital
extranjero en la generación de electricidad, la minería, el comercio y
otros muchos rubros económicos, y los resultados están a la vista:
Durante esos 30 años de neoliberalismo —el camino por el que el PRI, el
PAN y sus aliados insisten en seguir llevándonos—, el producto interno
bruto (PIB) del país, o sea el valor total de los bienes y servicios
producidos, apenas ha crecido a una tasa media de 2.1% anual, y para
este año se estima en un insignificante 1.3%, mientras otros países
latinoamericanos tienen tasas de crecimiento de 4, 5 y 6%. Si se
considera el aumento de población en ese lapso, el PIB per cápita, por
persona, sólo ha crecido a una tasa de 0.5% anual, lo cual en términos
prácticos equivale a un estancamiento permanente. Y la inversión en
maquinaria, equipo y construcciones— apenas ha crecido a una tasa media
de 2.1% anual. Así que, ¿dónde están el aluvión de inversiones y el
impetuoso desarrollo económico?
¿Y dónde están los prometidos empleos y los mejores salarios? El
desempleo es tal que la emigración resulta la única solución para
quienes desean encontrar trabajo, y los salarios mínimos perdieron en
ese lapso más del 71% de su poder de compra. Es decir, en la actualidad,
el salario mínimo —que es la base de todos los demás— sólo permite
adquirir menos de la tercera parte de lo que con él se compraba hace 30
años.
Lo anterior no lo inventó nadie. Son datos oficiales, del Banco de
México y del Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática,
el INEGI.
Y es que, como muy bien señaló López Obrador en su discurso del domingo 8
de septiembre durante la concentración en la Ciudad de México contra la
entrega del petróleo a las empresas extranjeras, las empresas
beneficiadas con aquellas privatizaciones sólo se han dedicado a
exprimir a los consumidores, prácticamente sin invertir un centavo. No
se ha construido, por ejemplo, un solo kilómetro de vías férreas. En
cambio, se levantaron muchas ya existentes, como las líneas de los
Ferrocarriles Unidos del Sureste en el Sur de Yucatán, y se suprimieron
los trenes de pasajeros en todo el país, salvo en la línea
Chihuahua-Pacífico. Y la privatización bancaria, de la cual se dijo
—como ahora de la privatización petrolera— que abarataría el crédito y
los servicios financieros, sólo se ha traducido en abusos, intereses
monstruosos y enormes ganancias para los bancos extranjeros, que en
México obtienen utilidades muchísimo mayores que en cualquier otro país.
De modo, pues, que a través de estas líneas ruego encarecidamente a Peña
Nieto, que, por favor, no nos vea la cara de… bueno, ustedes ya saben
de qué.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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