jueves, 6 de junio de 2013

Políticos que ni se comprometen a nada

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
De juegos palaciegos y del México real
Jorge Canto Alcocer

En los palacios, los reyes de la simulación continúan ensayando sonrisas, pronunciando discursos huecos, enunciando cientos de palabras sin comprometerse a nada, poniendo gestos adustos, locuaces, divertidos o preocupados, según sea la ocasión. Lo mismo en recepciones diplomáticas que en reuniones de ornato y ruedas de prensa, los portavoces del poder siguen el juego de prometer los nuevos tiempos, el parteaguas, la transición.

Pero el México real se asoma por decenas de intersticios: asesinatos de activistas en Guerrero, “levantones” en el mismo corazón de la capital de la república, contundentes informes de organizaciones internacionales sobre las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, pavorosos datos del colapso económico, decenas de manifestaciones de la galopante y creciente irritación social…

El colapso del Estado mexicano no es consecuencia, indudablemente, de los caóticos y fracasados seis meses de Peña, como tampoco lo espese a su inmisericorde gravedad- de los doce años de la tragedia panista. Ni siquiera de las décadas de la dictadura del partido único. La debacle del Estado mexicano forma parte de la histórica coyuntura de la crisis de las democracias capitalistas, que lo mismo ocurre en la desarrollada Europa, en el todopoderoso Estados Unidos y en el subdesarrollado México.

La concentración de riqueza y poder en manos de oligarquías reducidísimas ha llevado en la práctica a la cancelación de muchos derechos y libertades que se consideraban inherentes a la sociedad moderna. Los derechos al trabajo, a la salud, a la vivienda digna, a la sindicalización, y un larguísimo etcétera han quedado inoperantes ante las condiciones del mercado. La democracia electoral también ha sido acotada incluso en países con gran tradición en la materia, como Estados Unidos, donde Busch hijo gobernó fraudulentamente por ocho años con la complicidad del opositor Partido Demócrata; Grecia, cuna histórica de la democracia, gobernada hoy por una coalición de partidos neoliberales que no representa ni a la tercera parte del electorado, pero que conjunta a la mayoría de los congresistas; España, cuyo gobierno reprime violentamente las amplísimas manifestaciones antineoliberales, y tercamente se apega a un programa de gobierno profundamente antipopular.

México vive el colapso del capitalismo democrático prácticamente sin haber conocido el significado del concepto ni siquiera en el restringido ámbito electoral. De nuestros presidentes, los únicos elegidos libre y democráticamente han sido Francisco I. Madero, quien fuera asesinado unos cuantos meses después de su elección, y Vicente Fox, quien no bien se acomodó en la silla presidencial y ya había entrado en conspiraciones y actividades netamente antidemocráticas. En todos los demás casos permearon el caudillismo, el militarismo o de plano el fraude electoral descarado para imponer a un defensor de los privilegios de los grupos más poderosos.

Por eso los políticos mexicanos pactan y negocian con tanta voracidad: la democracia, la competencia política libre, jamás han formado parte de nuestras tradiciones. Por eso los Zambrano y los Madero medran en el pactismo las mejores condiciones personales e institucionales para sus grupos políticos; por eso el priísmo en el poder se compromete pública y mentirosamente a blindar elecciones, programas sociales y acciones de gobierno: de antemano saben que nadie les cree, y efectivamente no cumplirán con su palabra.

Pero las raterías de los políticos son nimiedades. La lucha real en el México desangrado, corrompido y pauperizado se da entre el grupo cada vez más reducido y concentrado de grandes oligarcas financieros y mediáticos, y el sector popular consciente de la realidad y que lucha por su transformación. Los políticos mexicanos de todos los partidos tradicionales únicamente juegan para ganar tiempo y canonjías, buscando asegurar su situación material personal a costa de lo que sea. En este sentido, Gordillo y Granier son tan sólo puntas de un iceberg que abarca casi a todos.

Por lo que podemos observar, la apuesta de las oligarquías es hacia un Estado militarizado, profundamente segregacionista y ferozmente represivo. Del lado del pueblo no parece haber surgido aún una alternativa plena, pero ejemplos como los de Islandia, Venezuela y Bolivia son aleccionadores. A años luz de estas experiencias, los mexicanos debemos trabajar con miras al futuro, por encima de las simples coyunturas electorales. Total, como nos lo demuestran claramente Mancera y Graco, los políticos corruptos siempre serán iguales, aunque se vistan de izquierda

No hay comentarios:

Publicar un comentario