¡¡Exijamos lo Imposible!!
Abuso del poder
Lilia Arellano
Estado de los ESTADOS
Exigencia: indagar a Calderón
PGR investiga a ex funcionarios
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“¿Necesidad? Palabra cómoda con que el culpable se quita de encima la
culpa, para arrojar en el vacío toda soberbia y traición”.- E. De Geibel.
El sistema de administración y procuración de justicia de México está
podrido, es corrupto y fue utilizado ilegalmente con fines eminentemente
políticos en la administración de Felipe Calderón, cuyos funcionarios
deben rendir cuentas, ante la barandilla del Ministerio Público, por
estos hechos.
Esta es la principal conclusión que surge de los procesos y consumación
de los casos del general Tomás Angeles Dauahare, y del subprocurador de
la PGR, Noé Ramírez Mandujano, en los que estuvieron implicados altos
funcionarios de la administración pasada, como Eduardo Medina Mora
—actual embajador de México en EU-, Marisela Morales y Genaro García
Luna, quienes deben ser investigados por la Procuraduría General de la
República (PGR) a fin de deslindar sus responsabilidades en la comisión
de un cúmulo de delitos, entre los que destacan abuso de autoridad,
contra la administración de la justicia y falsedad de declaraciones,
entre otros.
Más que estar cómodamente instalado en Harvard, Felipe Calderón tendría
que ser procesado por la justicia mexicana tan sólo por estos
lamentables hechos. También Genaro García Luna, en lugar de estar
disfrutando de las extraordinarias ganancias acumuladas ilegalmente como
titular de la Secretaría de Seguridad Pública, tendría que estar siendo
investigado por una multitud de delitos.
Igual caso debería seguirse con los ex procuradores Marisela Morales y
Eduardo Medina Mora. Es muy lamentable y desafortunado que durante el
sexenio pasado se hiciera práctica común violar la ley, que el
Ministerio Público no comprobara sus acusaciones y que los detenidos
tuvieran que probar su inocencia y, en fin, que se dejara de lado el
derecho constitucional de presunción de inocencia.
La investigación que ordenó un juez federal a la Procuraduría General de
la República, a cargo de Jesús Murillo Karam, derivada del juicio al
general Tomás Angeles, tendría que ir hasta la cúpula de la pirámide de
corrupción en que se convirtió el sistema de administración y
procuración de justicia de México, es decir, contra el ex presidente
Felipe Calderón, para que no quede sólo en una simulación o una acción
de carácter eminentemente mediático.
Las pesquisas tendrían que abarcar a los altos funcionarios mencionados
para aclarar su participación en la fabricación de pruebas contra
detenidos, de todos los niveles, y la manipulación de testigos que
permitió la aprehensión y reclusión de personas inocentes, a quienes se
les imputaron delitos que no cometieron.
En el caso del general Tomás Angeles, la investigación en contra del
testigo protegido “Jennifer”, que presuntamente está detenido en Estados
Unidos, cuyas declaraciones sirvieron como herramienta jurídica para la
eliminación de funcionarios incómodos o personajes que pudieran
contravenir intereses de amigos o incondicionales del grupo cercano al
presidente de la República, tendría que ir hasta sus últimas
consecuencias sin importar que caigan personajes relevantes de la
administración pública del sexenio pasado.
Deberían ser investigados y castigados los montajes de Genaro García
Luna, como el caso de Florence Cassez; la fabricación de culpables en la
gestión de Marisela Morales al frente de la PGR; y lo que en su momento
realizaron Arturo Chávez y Eduardo Medina Mora, por consigna de Felipe
Calderón, que contribuyeron enormemente para que México fuera
considerado como un “Estado fallido”.
FACCIOSA UTILIZACIÓN DE TESTIGOS PROTEGIDOS
Jesús Murillo Karam, actual procurador general de la República, habrá de
trabajar prioritariamente para que la dependencia supere la grave
crisis de justicia que prevalece en el país, así como la falta de
profesionalismo, transparencia y credibilidad en la actuación de
fiscales y agentes del Ministerio Público. La investigación en torno a
los testigos protegidos en el caso del general Tomás Angeles puede ser
el inicio de la comprobación de que la figura de “testigo protegido” se
utiliza de manera facciosa y abusiva para meter inocentes a las cárceles
y dejar a grandes culpables en las calles, partiendo de intereses
extrajurídicos y coyunturales.
Una piedra fundamental en este proceso lo es sin duda la revisión de
dicha figura de “testigo protegido” porque, como se ha demostrado
fehacientemente, se ha prestado para cometer injusticias y prefabricar
culpables, a partir de testimonios poco confiables, de personas que
generalmente han sido miembros del crimen organizado.
Para la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la figura del
“testigo protegido” debe ser revisada o incluso erradicada, porque este
programa que permite a criminales ofrecer información a cambio de
impunidad, no es confiable y se presta a abusos. Debería velarse por las
plenas garantías de los procesados y evitar operativos en los que la
gente no confiable “acuse de manera falsa y dolosa” con tal de recibir
impunidad.
En caso de no modificarse las tácticas acusatorias seguidas hasta la
fecha, el sistema de administración y procuración de justicia sigue en
entredicho, pues no puede generar confianza, al detenerse y juzgarse a
inocentes, mientras que los verdaderos delincuentes siguen en libertad.
A lo largo de la administración de Felipe Calderón esas tácticas fueron
prácticas comunes y sirvieron para procesar a actores sociales que le
resultaron “incómodos”, como el propio Tomás Angeles Dauahare y el
subprocurador Noé Ramírez Mandujano. La persecución a este tipo de
personajes, que violentó el debido proceso y manipuló la acción de la
justicia con testigos protegidos, fue perversa, inhumana, injusta y
cruel, por lo que no deberían quedar sin castigo los responsables de la
fabricación de esos procesos, y mucho menos debe quedar en “usted
perdone” a los acusados sin pruebas e injustamente.
El general Tomás Angeles Dauahare y Noé Ramírez Mandujano tendrían que
presentar las denuncias correspondientes para que las autoridades
competentes no eludan su obligación de realizar las averiguaciones
pertinentes para conocer con toda precisión quién o quiénes fueron los
responsables del abuso de poder que les privó de la libertad sin derecho
alguno, y puso en entredicho su honorabilidad, a fin de contribuir a
que México deje de ser el reino de la impunidad.
En este contexto deben de conocerse también los nombres de los jueces de
consigna que sometieron a proceso penal a personas que no tenían
ninguna vinculación ni nexos con el narcotráfico.
Murillo Karam anunció el jueves pasado que ya iniciaron una
investigación formal por el uso de declaraciones falsas de testigos
protegidos y la posible fabricación de pruebas, como ya se los ordenó un
juez que atendió el caso del general Tomás Angeles Dauahare.
El funcionario aseguró que las pesquisas se realizarán sin importar el
nivel de los personajes involucrados y sostuvo que “la ley no tiene
niveles, y lo último que ve son los nombres”.
Una de las primeras líneas de investigación que tendría que seguir la
PGR es que la detención del general Tomás Angeles Dauahare se dio en el
contexto de una lucha política por el poder y en el proceso de selección
para ocupar el cargo de titular de la Secretaría de la Defensa Nacional
durante la administración de Enrique Peña Nieto.
Incluso, otro de los aspirantes, el general Moisés García Ochoa, también
fue acusado a través de los medios de comunicación por presuntos actos
de corrupción.
TODAVIA FALTA
Debe aclararse qué funcionarios de la PGR en la pasada administración
presionaron a los generales Roberto Dawe y Ricardo Escorsia, así como al
mayor Iván Reyna, para que firmaran declaraciones que el Ministerio
Público ya tenía elaboradas en contra del general Tomás Angeles
Dauahare, como él mismo lo denunció y quien en los 79 días que pasó en
las instalaciones de la PGR sólo dos ocasiones compareció ante el
Ministerio Público Federal.
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