La energía contenida de la juventud ha explotado y toca varios renglones del acontecer nacional. En su mero fondo se atisba el disgusto, la exasperación colectiva contra el manoseo alevoso y triunfalista de la incipiente vida democrática de la República. La creación de una candidatura mediática, diseñada para sostener la continuidad de un estado de cosas decadente, injusto, elitista, plagado de privilegios, es causal notoria del descontento. Ante tal desafío, un simple y hasta minúsculo reclamo juvenil desata todo un huracán que amenaza los propósitos continuistas del sistema establecido. Mas no es así de terrible ni tan abarcador. La marea opositora y promotora del cambio efectivo se ha estado gestando por todos los rincones de la patria. El periodo de concientización de su fuerza y ambiciones transformadoras ha sido penoso, larvado y enraizado en los meros cimientos de la sociedad. El enfrentamiento con el aparato de comunicación controlado por el oficialismo, el monstruo apaciguador de los afanes igualitarios, ha sido la constante. El pregón libertario, esparcido sin descanso ni cortapisas, fue entonado por muchos mexicanos, con AMLO a la cabeza, desde hace años. Poco a poco ha podido remontar, ahora se aprecia, obstáculos poco conocidos, pero no por ello, menos graves y descorazonadores.
Es motivo de orgullo que, a pesar de que han querido destruirnos, no lo han logrado ni lo lograrán. No sólo porque tenemos autoridad moral, sino porque las mujeres y los hombres que participamos en esta lucha, profesamos un profundo amor por nuestros semejantes y, más allá de alevosías y frente a todo tipo de adversidades, mantenemos la firme convicción de construir una sociedad más justa, más humana y más igualitaria
Es motivo de orgullo que, a pesar de que han querido destruirnos, no lo han logrado ni lo lograrán. No sólo porque tenemos autoridad moral, sino porque las mujeres y los hombres que participamos en esta lucha, profesamos un profundo amor por nuestros semejantes y, más allá de alevosías y frente a todo tipo de adversidades, mantenemos la firme convicción de construir una sociedad más justa, más humana y más igualitaria
miércoles, 23 de mayo de 2012
Televisa lleva años insultando al pueblo
La energía contenida de la juventud ha explotado y toca varios renglones del acontecer nacional. En su mero fondo se atisba el disgusto, la exasperación colectiva contra el manoseo alevoso y triunfalista de la incipiente vida democrática de la República. La creación de una candidatura mediática, diseñada para sostener la continuidad de un estado de cosas decadente, injusto, elitista, plagado de privilegios, es causal notoria del descontento. Ante tal desafío, un simple y hasta minúsculo reclamo juvenil desata todo un huracán que amenaza los propósitos continuistas del sistema establecido. Mas no es así de terrible ni tan abarcador. La marea opositora y promotora del cambio efectivo se ha estado gestando por todos los rincones de la patria. El periodo de concientización de su fuerza y ambiciones transformadoras ha sido penoso, larvado y enraizado en los meros cimientos de la sociedad. El enfrentamiento con el aparato de comunicación controlado por el oficialismo, el monstruo apaciguador de los afanes igualitarios, ha sido la constante. El pregón libertario, esparcido sin descanso ni cortapisas, fue entonado por muchos mexicanos, con AMLO a la cabeza, desde hace años. Poco a poco ha podido remontar, ahora se aprecia, obstáculos poco conocidos, pero no por ello, menos graves y descorazonadores.
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