¡¡Exijamos lo Imposible!!
Otra primavera de quiebres
Luis Linares Zapata
La irrupción de las
juventudes educadas en la contienda por el poder político viene a
revolucionar, en un momento clave, la disputa por el poder. Su ausencia
en el debate era, ahora puede apreciarse, sólo una fase previa, de
larvada absorción, que cimentara su estelar aparición en la arena
pública. Lo era porque la sonoridad de los llamados juveniles, con los
que ahora hacen acto de presencia, viene precedida por la solidez de sus
posturas, la clara direccionalidad de sus temores y el propósito
reivindicador de los reclamos que expelen al aire. Exigen ser tomados en
cuenta y piden respeto y atención a sus demandas. Rechazan el
menosprecio asignado desde altas esferas a su formación de clase que,
esperan, esté rociada con buenas maneras. No se resignan a permanecer
ajenos, distantes, intocados por la tragedia nacional que, quiéranlo o
no, les incluye y mortifica. Y, con apasionado temple, denuncian los
manipuleos mediáticos para imponer a Enrique Peña Nieto en la
Presidencia de la República. Sienten en carne viva, estos jóvenes
despiertos, la ampolla que una vida democrática contaminada les causa.
Al presentarse de improviso ante el resto de la sociedad los jóvenes,
(
una gran porción de ellos universitarios y con instrumentos a su
alcance para hacerse oír)
no han sido,
después de todo,
recibidos con
fanfarrias.
Al contrario,
y en fallido arranque,
se les ha querido
ningunear,
aparecer como carne de consignas,
ponerlos en los mismos
cajones donde se arrumba a los indeseados,
a los resentidos,
a los
despreciados.
Se pretendió igualarlos con esos otros grupos humanos
usados,
asfixiados,
atontados por la demagogia del poder establecido.
Igualarlos con el inmenso batallón de expulsados del paraíso donde sólo
caben pocos.
Tales fueron los insultos con que se trató de minimizar las
heridas inferidas a una candidatura insuflada y ya,
para ese entonces,
tambaleante.
Esas fueron las tristes respuestas de aquellos ofendidos
por sus disonantes voces,
gritos y pancartas improvisadas.
Después de
todo,
la alharaca desatada por el oficialismo opinócrata,
bañado con
aromas de rancio autoritarismo,
fue la palanca impulsora de su merecida
estelaridad actual.
La energía contenida de la juventud ha explotado y toca varios
renglones del acontecer nacional.
En su mero fondo se atisba el
disgusto,
la exasperación colectiva contra el manoseo alevoso y
triunfalista de la incipiente vida democrática de la República.
La
creación de una candidatura mediática,
diseñada para sostener la
continuidad de un estado de cosas decadente,
injusto,
elitista,
plagado
de privilegios,
es causal notoria del descontento.
Ante tal desafío,
un
simple y hasta minúsculo reclamo juvenil desata todo un huracán que
amenaza los propósitos continuistas del sistema establecido.
Mas no es
así de terrible ni tan abarcador.
La marea opositora y promotora del
cambio efectivo se ha estado gestando por todos los rincones de la
patria.
El periodo de concientización de su fuerza y ambiciones
transformadoras ha sido penoso,
larvado y enraizado en los meros
cimientos de la sociedad.
El enfrentamiento con el aparato de
comunicación controlado por el oficialismo,
el monstruo apaciguador de
los afanes igualitarios,
ha sido la constante.
El pregón libertario,
esparcido sin descanso ni cortapisas,
fue entonado por muchos mexicanos,
con AMLO a la cabeza, desde hace años.
Poco a poco ha podido remontar,
ahora se aprecia,
obstáculos poco conocidos,
pero no por ello,
menos
graves y descorazonadores.
El intento por controlar los daños se puso en marcha,
tanto en
el PRI como en Televisa y,
con seguridad,
se extenderá por otros
vericuetos del sistema establecido.
Los costos que emergieron con las
protestas ya organizadas han puesto,
sin duda,
a temblar al aparato de
manipulación que sostiene y pretende la prolongación del modelo vigente.
El señor Peña Nieto,
de improviso,
se ha presentado ahora como el
ariete de la transparencia,
la apertura y la contención:
gobernará,
alega,
también para los que lo detestan y temen.
Lanza un decálogo,
preparado en chinga de escribanos,
que suena hueco,
huele a rollo y
choca con sus mismos orígenes,
reflejos condicionados y desmedidas
pretensiones.
No logra tapar,
con esas promesas y golpes de pluralidad,
la inmensa cola del monstruo enroscada a su derredor.
Televisa por su
parte dio media vuelta o,
mejor dicho,
un giro apresurado que puede
llevarlo al vacío,
desconocido para sus telenovelas y conductores.
Con
la credibilidad por los suelos ha decidido remendar su torcido
cementerio de imaginación y narrativa con que viste la actualidad.
Al
abrir,
aunque sea un tanto,
la atrancada puerta de la realidad
circundante,
ha dejado entrar una ráfaga de luz que encenderá lo
indeseado por los plutócratas que dirigen,
tanto al aparato de
comunicación (
televisoras en primer sitial)
como a los partidos (
PRIAN)
Las protestas en marcha callejera ahora existen porque se les ha dado
carta de estrellas y legitimidad.
La cresta de esa ola,
precursora de
profundidades inéditas,
se avizora,
enorme y amenazante.
La generación
encargada de llevar a cabo la transformación de México ha pasado lista
de presente,
sólo le faltan algunos retoques y experiencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario