¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Ojalá la indignación tome las plazas
Ricardo Andrade Jardí
Como todo lo que ha caracterizado, al desgobierno impuesto por
MONEX-Soriana, a través de las siglas del PRI, práctica que esos
organismos políticos-empresariales utilizaron desde la campaña electoral
y que fue la estrategia para llenar las urnas el 1 de julio del 2012 e
imponernos al “dandi Televisa”, que al no ser capaz de leer ni una
revista, es por supuesto el mejor defensor que la oligarquía nacional
podía tener para terminar, por un lado, con las garantías individuales
de la Constitución y, por otro lado, para borrar todo rastro de
soberanía nacional de esa misma Carta Magna. Nuestro agraviado país
llega al 103 aniversario de la independencia, entre plazas públicas
llenas de acarreados, al estilo del viejo PRI, que es exactamente igual
al “nuevo” PRI, pero los acarreos no son lo más lamentable de lo que nos
acontece.
Mientras los fenómenos naturales azotan como siempre a la pobreza en las
costas del Golfo y el Pacífico, el país se debate entre las mentiras y
linchamientos mediáticos de la telebasura contra todo aquel que se
atreva a moverse al margen de lo que el desgobierno federal ordena,
aunque en realidad ordenan otros, los poderes de facto, que nos han
impuesto un Poder Ejecutivo de telenovela.
Así podemos ver al ejecutor intelectual de 49 niños asesinados en una
guardería subrogada por el IMSS, promover el Pacto por México, en tanto
el Poder Judicial mantiene preso al profesor Alberto Patishtán, pese a
la infinidad de pruebas que demuestran su inocencia. El Poder Judicial
en México ya no es otra cosa que un instrumento de opresión al servicio
también de los poderes fácticos. La telecracia vocifera su odio y su
mentira contra los maestros que legítimamente defienden sus derechos que
fueron producto de innumerables luchas.
Algo que no hay que olvidar nunca es que ningún derecho conquistado por
los trabajadores mexicanos en la historia contemporánea nos fue otorgado
por el viejo PRI ni por los dos sexenios de pesadilla de la derecha
panista, ningún derecho.
Ni los derechos a la salud, a la “seguridad” (hoy inexistente gracias a
la corrupción política aliada al crimen organizado), a la educación
pública, nos fueron otorgados por gobierno alguno.
Por eso no deja de ser profundamente triste que una parte de la
ciudadanía educada por Chabelo y Chespirito sea incapaz de valorar la
importancia que tiene la lucha del magisterio.
Los maestros salieron a la calle, no a oponerse a una reforma educativa,
sino a una reforma administrativa que pretende acabar con los derechos
laborales del magisterio, como ya antes las “reformas estructurales”
dictadas por el mercado de la hamburcolademocracia, terminaron con los
más elementales derechos laborales de los trabajadores mexicanos, en
beneficio de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros.
La mentada reforma educativa, no cambia los contenidos de la educación
en México, es decir, aquello que “La maestra” y el asesino exiliado en
Harvard (Fecal), modificaron para, entre otras cosas, exterminar el
civismo y la historia de los contenidos educativos, por ejemplo. Como
antes otros habían quitado la ética y la filosofía y la geografía y así
hasta bajar a lo que ustedes ya saben.
La reforma no modifica ni replantea esos contenidos “educativos” que nos
colocan hoy en el último lugar de “competencia educativa” de los países
miembros de la OCDE, pero el primero en obediencia y pasividad.
Ojalá la ciudadanía, y muy particularmente ese sector del proletariado
mal llamado clase media, que se siente tan ofendido porque las marchas
de los maestros le cierran el tránsito a su automóvil, que no a su
persona, y festejan la brutal represión contra el magisterio en aras de
que el impuesto niño Televisa dé un grito a los acarreados de la “plaza
recuperada” (en realidad desalojada por el terrorismo de Estado), logren
despertar a tiempo del pantanoso confort en el que se mueven (hasta
donde la represión y la telecracia se los permite) y comprendan que la
lucha del magisterio es la lucha urgente de las y los trabajadores
mexicanos, es la lucha por reforzar las precarias conquistas laborales y
por conquistar, ahora sí, derechos plenos que nos han sido negados
durante décadas.
Pero ojalá y también el magisterio comprenda que la lucha que hoy llevan
acabo no debe limitarse sólo al magisterio, sino a la defensa de todas y
todos los trabajadores del país, a la fundamental defensa de la
soberanía energética y alimentaria para que México sea un país
verdaderamente independiente y soberano, que esa es la lucha más
importante que el momento histórico demanda de todas y todos los
ciudadanos del país; se sabe que no es una lucha fácil, pues la reacción
conservadora quiere el control absoluto de la vida social y privada de
“los consumidores mexicanos”, porque eso, y sólo eso, somos para los
grandes capitales: esclavos consumistas al servicio de la explotación
capitalista.
Ojalá estemos a tiempo de indignarnos todas y todos y de tomar las
plazas públicas, las alamedas, las carreteras, los centros de estudio,
las redes sociales, las radios públicas y las avenidas en una acción
legítima (garantizada por el artículo 39 constitucional) de
desobediencia social pacífica que destierre los vicios autoritarios de
las dictaduras latinoamericanas; los vicios impuestos por la global
hamburcolademocracia maquillados de “representatividad”, en el
promovido, por los asesinos impunes, Pacto por México.
Sólo así, cuando millones de mexicanos perdamos el miedo de salir a
defender nuestros más elementales derechos, podremos alcanzar un devenir
digno y justo para todas y todos, abandonando nuestros silencios de
complicidad con la pesadilla con la que el prianismo amenaza con
despojarnos de todo lo que otros hombres y mujeres, iguales a nosotros,
nos otorgaron con la esperanza de que un día fuéramos una nación
republicana, justa, laica, democrática, digna e igualitaria para todas y
todos. De lo que hoy estamos cada vez más lejos.
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