jueves, 18 de julio de 2013

Inconguencias y corrupción a lo grande

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
Simulaciones y realidades
Julio Pimentel Ramírez

En cierta medida México se ha convertido, merced a la capacidad de simulación, incongruencia y corrupción de la clase política y las élites del poder, en el país de los pactos falaces, los foros sin ton ni son, las entregas negociadas de sanguinarios capos de las drogas, que son capturados sin disparar un tiro, cuando así conviene a los intereses del poder.

Lo mismo se pretende metamorfosear, vanamente, un acuerdo cupular que impulsa reformas privatizadoras en beneficio de grandes capitales en un “Pacto por México” en beneficio de la sociedad; que se finge en foros y “negociaciones” que se tomarán en cuenta las demandas de los maestros disidentes en las leyes secundarias de la reforma educativa, cuando esos reglamentos en realidad serán elaboradas al margen de la base magisterial.

La estrategia de comunicación del gobierno de Enrique Peña Nieto se sustenta en silencios y algarabías, en erigir un muro de silencio en lo que respecta a la violencia y barbarie que continúa golpeando vastas regiones del país y que incluso ya hace presencia en la capital de la República, al tiempo que realiza actos mediáticos faraónicos para anunciar enormes inversiones, ambiciosos programas sociales, entre otras cosas, los que, por lo demás, no se corresponden con la realidad de una economía en crisis con sombrías perspectivas, que pretenden ser enfrentadas con fórmulas que son, precisamente, las causantes de la debacle.

En todos los órdenes de la realidad la situación es preocupante. Todos coinciden, o deberían de hacerlo, en que para enfrentar los problemas de desempleo e inseguridad, entre otros más, es indispensable atender las necesidades educativas de niños y jóvenes, presente y futuro de la nación.

Sin embargo, como ocurre año tras año, decenas de miles de jóvenes quedaron excluidos de las instituciones públicas de educación superior, especialmente en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Como enfatizaron las autoridades de la primera, la exclusión no tiene que ver con el nivel académico de los afectados, sino con la imposibilidad de establecer más plazas para estudiantes en las diversas carreras impartidas en la máxima casa de estudios. El hecho es que sólo 13 por ciento de los aspirantes a la UNAM han conseguido ingresar o que sólo 20 mil de los 96 mil interesados en estudiar en el IPN han sido admitidos.

Mientras en la educación superior la mayoría de quienes aspiran a cursar carreras en planteles públicos de calidad no pueden hacerlo, en la enseñanza primaria la mayor parte de los maestros graduados no encuentra trabajo. En el concurso realizado por la Secretaría de Educación Pública, más de 90 por ciento de los 140 mil profesores que se presentaron no pudieron conseguir una plaza en el sistema educativo.

Para muchos de los maestros que presentaron el concurso nacional para obtener un puesto de trabajo, la evaluación convocada por la Secretaría de Educación Pública (SEP) fue una burla o un juego, ya que se ofertaron cero plazas en determinadas áreas profesionales.

La SEP informó que 140 mil 172 maestros realizaron la evaluación, cifra que representa 95.86 por ciento del total de los 146 mil 222 aspirantes registrados. En esta edición se ofertaron 12 mil 933 espacios laborales, lo que significa que 127 mil 239 profesores se quedarán sin acceder a un empleo, no lograrán una doble plaza o no podrán regularizar su situación como interinos.

Estos son apenas dos aspectos, el de los jóvenes sin acceso a estudios superiores y el de los maestros de educación básica sin empleos, de la crisis educativa que atraviesa el sistema educativo mexicano. No debe de perderse de vista que los problemas de este sector educativo, como los que se padecen en la salud, la vivienda, el empleo, tienen su explicación en el modelo económico impuesto desde hace tres décadas.

Una de las vertientes del modelo neoliberal consiste en abandonar las obligaciones del Estado en materia de enseñanza a fin de ensanchar el mercado para las inversiones privadas en educación y reducir las posibilidades de interacción social de los sectores más desfavorecidos de la población.

Los riesgos explícitos e implícitos de la crisis educativa son preocupantes y están a la vista. En una sociedad que requiere de más maestros que policías se cierran plazas magisteriales y se arroja al desempleo a jóvenes. Por otra parte miles de jóvenes son rechazados de la universidades no tanto por sus calificaciones o que carezcan del nivel adecuado sino porque las instituciones de educación pública no cuentan con los recursos económicos para ampliar su cobertura. Esta es una bomba de tiempo pues un número indeterminado, pero creciente, de jóvenes al no estudiar ni contar con un trabajo digno pueden optar por sumarse a las filas del llamado crimen organizado o de que prolifere el desencanto, el egoísmo, el cinismo y las actitudes antisociales.

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