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Por Esto!
Simulaciones y realidades
Julio Pimentel Ramírez
En cierta medida México se ha convertido, merced a la capacidad de
simulación, incongruencia y corrupción de la clase política y las élites
del poder, en el país de los pactos falaces, los foros sin ton ni son,
las entregas negociadas de sanguinarios capos de las drogas, que son
capturados sin disparar un tiro, cuando así conviene a los intereses del
poder.
Lo mismo se pretende metamorfosear, vanamente, un acuerdo cupular que
impulsa reformas privatizadoras en beneficio de grandes capitales en un
“Pacto por México” en beneficio de la sociedad; que se finge en foros y
“negociaciones” que se tomarán en cuenta las demandas de los maestros
disidentes en las leyes secundarias de la reforma educativa, cuando esos
reglamentos en realidad serán elaboradas al margen de la base
magisterial.
La estrategia de comunicación del gobierno de Enrique Peña Nieto se
sustenta en silencios y algarabías, en erigir un muro de silencio en lo
que respecta a la violencia y barbarie que continúa golpeando vastas
regiones del país y que incluso ya hace presencia en la capital de la
República, al tiempo que realiza actos mediáticos faraónicos para
anunciar enormes inversiones, ambiciosos programas sociales, entre otras
cosas, los que, por lo demás, no se corresponden con la realidad de una
economía en crisis con sombrías perspectivas, que pretenden ser
enfrentadas con fórmulas que son, precisamente, las causantes de la
debacle.
En todos los órdenes de la realidad la situación es preocupante. Todos
coinciden, o deberían de hacerlo, en que para enfrentar los problemas de
desempleo e inseguridad, entre otros más, es indispensable atender las
necesidades educativas de niños y jóvenes, presente y futuro de la
nación.
Sin embargo, como ocurre año tras año, decenas de miles de jóvenes
quedaron excluidos de las instituciones públicas de educación superior,
especialmente en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el
Instituto Politécnico Nacional (IPN). Como enfatizaron las autoridades
de la primera, la exclusión no tiene que ver con el nivel académico de
los afectados, sino con la imposibilidad de establecer más plazas para
estudiantes en las diversas carreras impartidas en la máxima casa de
estudios. El hecho es que sólo 13 por ciento de los aspirantes a la UNAM
han conseguido ingresar o que sólo 20 mil de los 96 mil interesados en
estudiar en el IPN han sido admitidos.
Mientras en la educación superior la mayoría de quienes aspiran a cursar
carreras en planteles públicos de calidad no pueden hacerlo, en la
enseñanza primaria la mayor parte de los maestros graduados no encuentra
trabajo. En el concurso realizado por la Secretaría de Educación
Pública, más de 90 por ciento de los 140 mil profesores que se
presentaron no pudieron conseguir una plaza en el sistema educativo.
Para muchos de los maestros que presentaron el concurso nacional para
obtener un puesto de trabajo, la evaluación convocada por la Secretaría
de Educación Pública (SEP) fue una burla o un juego, ya que se ofertaron
cero plazas en determinadas áreas profesionales.
La SEP informó que 140 mil 172 maestros realizaron la evaluación, cifra
que representa 95.86 por ciento del total de los 146 mil 222 aspirantes
registrados. En esta edición se ofertaron 12 mil 933 espacios laborales,
lo que significa que 127 mil 239 profesores se quedarán sin acceder a
un empleo, no lograrán una doble plaza o no podrán regularizar su
situación como interinos.
Estos son apenas dos aspectos, el de los jóvenes sin acceso a estudios
superiores y el de los maestros de educación básica sin empleos, de la
crisis educativa que atraviesa el sistema educativo mexicano. No debe de
perderse de vista que los problemas de este sector educativo, como los
que se padecen en la salud, la vivienda, el empleo, tienen su
explicación en el modelo económico impuesto desde hace tres décadas.
Una de las vertientes del modelo neoliberal consiste en abandonar las
obligaciones del Estado en materia de enseñanza a fin de ensanchar el
mercado para las inversiones privadas en educación y reducir las
posibilidades de interacción social de los sectores más desfavorecidos
de la población.
Los riesgos explícitos e implícitos de la crisis educativa son
preocupantes y están a la vista. En una sociedad que requiere de más
maestros que policías se cierran plazas magisteriales y se arroja al
desempleo a jóvenes. Por otra parte miles de jóvenes son rechazados de
la universidades no tanto por sus calificaciones o que carezcan del
nivel adecuado sino porque las instituciones de educación pública no
cuentan con los recursos económicos para ampliar su cobertura. Esta es
una bomba de tiempo pues un número indeterminado, pero creciente, de
jóvenes al no estudiar ni contar con un trabajo digno pueden optar por
sumarse a las filas del llamado crimen organizado o de que prolifere el
desencanto, el egoísmo, el cinismo y las actitudes antisociales.
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