¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
¡Primer Presidente chavista!
Pedro Díaz Arcia
En medio de la alegría de sus seguidores y luto por las víctimas de las
“hordas fascistas” lanzadas al ruedo por el opositor Henrique Capriles
después de desconocer los resultados de la contienda electoral del
domingo 14, el candidato chavista, Nicolás Maduro, tomó posesión de la
presidencia de la República Bolivariana de Venezuela.
En un acto solemne que tuvo lugar en el Palacio Federal Legislativo, a
203 años de la Declaración de Independencia del país suramericano, el
presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, juramentó al líder
de izquierda, ante la presencia de 19 Jefes de Estado y/o Gobierno, y
más de 60 delegaciones de todas las latitudes del mundo.
Pocas horas antes, la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), que se
caracteriza por la diversidad ideológica de sus integrantes, reunida en
una cumbre presidencial extraordinaria en Lima, lo reconoció en la
madrugada de este viernes como Presidente de Venezuela, y exhortó a
todos los sectores que participaron en el proceso electoral a respetar
los resultados oficiales emanados del Consejo Nacional Electoral (CNE).
El documento emitido como resultado de los debates pidió que “todo
reclamo, cuestionamiento o procedimiento extraordinario que solicite
alguno de los participantes del proceso electoral” sea canalizado y
resuelto dentro del ordenamiento jurídico vigente. También llamó al
diálogo de las partes discrepantes y creó una comisión para acompañar a
las autoridades venezolanas en las investigaciones sobre la violencia
que ya ha generado numerosas muertes, heridos y destrucción motivada por
una intolerancia ideológica despreciable.
Por su parte, el CNE había anunciado en la noche del jueves que auditará
el 46% de las urnas que no fueron auditadas el día de la elección, para
completar el conteo del 100% de los votos.
Maduro, en su emotivo discurso, insistió en la necesidad de recurrir al
diálogo para tratar de dirimir las diferencias políticas en un clima de
paz y democracia. Pero sabemos que el llamado entrará por un oído de la
oposición y saldrá por el otro.
El hecho de que un obrero asuma por primera vez la presidencia en
Venezuela agudizará las contradicciones que tienen sus nutrientes en
profundas raíces de clase. Si algo es preocupante es el riesgo que
corren hoy los dirigentes revolucionarios, y muy especialmente Nicolás
Maduro, ante los intentos de atentados de la crápula reaccionaria
asesorada por la CIA y otros servicios de inteligencia que la tributan.
Cuando el mandatario pronunciaba su discurso, un joven se abalanzó sobre
él para arrebatarle el micrófono: “Nicolás, me llamo Henry, ayúdame”,
habría dicho, poniendo en evidencia los mecanismos de seguridad.
En Estados Unidos se encuentra la voz de mando de la contrarrevolución latinoamericana.
Dice la vieja máxima que “a confesión de partes, relevo de pruebas”.
En un contexto regional colmado de riesgos por la intolerancia de la
rancia oligarquía y otros representantes de los grandes capitales
nacionales y extranjeros, el secretario de Estado norteamericano, John
Kerry, en una vergonzante declaración calificó este jueves a América
Latina como el “patio trasero de Estados Unidos”, durante un discurso
ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.
Con sus declaraciones, el trasnochado demócrata reafirmó la vieja y
prepotente Doctrina Monroe, que desde 1823 ha tipificado las relaciones
de Estados Unidos con los países al Sur de sus fronteras. Es decir, si
algún gobierno, o peor aún, si un grupo o alianza de gobiernos pone en
peligro las propiedades de ciudadanos, empresas estadounidenses o los
intereses geopolíticos del poderío imperial, entonces Washington se
reserva el derecho a intervenir en nuestros asuntos internos para
reordenarlos en función de sus intereses.
Al intervenir en un servicio religioso en recordación de las víctimas de
los horrendos actos terroristas de Boston, el presidente estadounidense
Barack Obama repitió la frase que acompaña una foto de Martin Richard,
un niño de 8 años que se ha convertido en un símbolo nacional: “No herir
más a la gente”. ¡Pero la divisa debe aplicarse para todos en todas
partes!
Martin Richard debe convertirse en un estandarte en la lucha contra la
violencia y el terrorismo, provenga de donde provenga: de la
ultraderecha o de la ultraizquierda, del fundamentalismo islámico o del
Pentágono.
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