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La represión en Michoacán ¿un adelanto del Peña Nietazo?
Jorge Canto Alcocer
No
es novedad que la reforma educativa de las normales sea regresiva y
atente contra los valores democráticos, populares y participativos que
caracterizan en México a las normales rurales. Consultando el portal de
la SEP al respecto, claramente vemos que los criterios en los que se
basa proceden de la OCDE, del muy cuestionado modelo por competencias y
de consultas con organismos privados, con apenas un barniz, una
simulación de participación de los actores interesados. Tampoco es
sorprendente que, sin el menor diálogo, sin el más mínimo respeto a las
formas, el gobierno federal esté imponiendo la reforma a rajatabla, a
despecho de las protestas de docentes y estudiantes en todo el país,
principalmente en Oaxaca y Michoacán.
Lo que sí es de llamar profundamente la atención es la torpeza con la
que el conflicto ha sido manejado por el gobernador priísta de
Michoacán, Fausto Vallejo Figueroa, quien con apenas un semestre en el
cargo se ha ganado a pulso el repudio del pueblo michoacano, rehén de
las estupideces de Faustito, del intervencionismo del espurio Calderón y
del protagonismo de los grupos criminales que continúan controlando
amplias regiones de la entidad.
Sin tener vela en un entierro que correspondía principalmente a las
autoridades federales de la SEP, Vallejo ha entrado de lleno en el
conflicto planteado por las movilizaciones estudiantiles, apoyadas ahora
con contundente fuerza por los combativos maestros de la Coordinadora
Nacional de la Educación, que en Michoacán tienen contra las cuerdas a
los pusilánimes esbirros de Elba Esther.
Con la energía que le falta para poner coto a la delincuencia común y
organizada, el gobierno de Michoacán apoyó la violenta represión en los
planteles normalistas tomados por el estudiantado y encarceló a casi
doscientos jóvenes detenidos por las fuerzas federales, de los cuales
finalmente ha consignado a 49 –al momento de escribir estas líneas la
mayoría de ellos habían sido liberados bajo fianza, pero a ocho se les
negó este beneficio- acusados de los delitos de “motín y sedición”, un
expediente que nos recuerda demasiado al discurso diazordacista. No hay
que olvidar que Vallejo ingresó al PRI precisamente en 1968, justo a
contracorriente de los movimientos estudiantiles que conmovieron al
sistema en aquella coyuntura, y que tuvieron específicamente en
Michoacán una de sus manifestaciones más vigorosas fuera de la capital
de la república. Así que mientras que la mayoría de sus condiscípulos de
la histórica Universidad de San Nicolás encabezaban protestas en pro de
la democratización de la educación y del país entero, Vallejo
servilmente lamía las manos de los represores con el afán –hoy vemos que
exitoso- de hacer “carrera política”.
No sólo Michoacán está convulsionado con la represiva política de
Vallejo. Las protestas han llegado a Oaxaca, Veracruz y el Distrito
Federal, y amenazan con extenderse a otras regiones del país, así como
con amalgamarse con las movilizaciones contra la reforma laboral, las
protestas contra el fraude electoral y la infinidad de movimientos
colectivos en acción en nuestro país.
Mientras, el represor de Atenco continúa su paseo por las Europas,
poniéndose a los pies de las oligarquías del Viejo Mundo, aparentemente
ajeno a la agudización de los conflictos provocados tanto por el
saliente Calderón como por politiquillos como Vallejo. ¿Le están
haciendo el caldo gordo a quien llegará a la presidencia en medio de un
generalizado repudio popular? ¿Se ensaya ya la política que
caracterizará a su ilegítimo gobierno? Lo cierto es que día con día
despertamos con nuevas pugnas entre el poder y el pueblo, en una
escalada que pareciera conducirnos, de manera ineludible, a una
confrontación general.
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