![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMSimgtJH98zmTM7YKfTDmK5oFSoPgN3DWgMIO98Y0GBbWjN08kMTx1-oLJClm3ibIXwbHj3WlLUyZBz8rLsZ7VfEHCu4CMMflCjz7VgzZkii5kqMJosWrS_JT6c99KcqXlPEyDU73erQS/s200/El+copetes+constancia+1.jpg)
Contralínea
Las elecciones: Ramos y Musacchio
Álvaro Cepeda Neri
La cínica frase de Calderón para justificar su ascenso a la Presidencia de la República, a partir de su dudoso triunfo electoral, “haiga sido como haiga sido”, prevalece también para la sospechosa victoria de Peña.
Los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación (TEPJF), que ambicionan ser nombrados ministros de la Suprema
Corte de Justicia, junto con ésta guardaron silencio sumándose a la
complicidad que empezó con Televisa para sentar en el trono sexenal al
mexiquense, y avalaron que por el trastorno público de estas elecciones
(y las otras) “se establezca un gobierno contrario a los principios” que
sanciona nuestra Constitución Política, fundamento del estado de
derecho, ya que resuelven con más autoritarismo los problemas de nuestra
elemental democracia y desmantelan el republicanismo de la soberanía
nacional que “reside esencial y originariamente en el pueblo”.
Treinta millones de ciudadanos que votaron por la oposición
encontraron pocas voces periodísticas que manifestaran sus opiniones
ante el coro de quienes juzgaron que el peñismo estaba fuera de toda
duda. Y como escribió Jorge Alcocer, no había más que discutir y se
debía poner “punto final”.
En diarios y revistas hacían a un lado los hechos que exhibían más
que supuestos fraudes, reales maniobras para inclinar los votos a favor
del candidato priísta, dispuesto a ganar a cualquier precio. Que
compraría e induciría al viejo estilo no menos de 5 millones de
sufragios, temerosos de que esta vez la oposición de centro-izquierda se
llevara la competencia. No obstante la veracidad de las denuncias –como
constató el consejero del Instituto Federal Electoral (IFE), Alfredo
Figueroa Fernández, en un texto publicado y nunca refutado–, ni ese
instituto ni el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
(TEPJF) tomaron cartas en el asunto.
Pero tuvieron relieve los análisis críticos de dos periodistas que
dejaron constancia de que la elección presidencial estaba viciada de
corrupción. Se trata de Jorge Ramos y Humberto Musacchio, y son
testimonios, con otros muchos (incluso de caricaturistas), de que
imperaron las trampas que favorecieron al peñismo. El texto de Jorge
Ramos Ávalos (Reforma, 12 de agosto de 2012) tiene por título “Ganar con trampa”, y en una de sus partes dice:
“Los Juegos Olímpicos son mejor ejemplo de un sistema que castiga, y
duro, a los que hacen trampa. En cambio, el sistema electoral en México
no sólo permite sino que hasta premia con la Presidencia al que hace
más trampas.
“[…] Es decir, Enrique Peña Nieto, con las tácticas que utilizó
para ganar en las pasadas elecciones presidenciales en México, no
hubiera pasado ni la primera ronda en los Juegos Olímpicos de
Inglaterra… Nadie se quejó de los resultados finales porque las reglas
fueron parejas para todos… Esto no ocurrió en las elecciones
presidenciales en México. Está claro que el Partido Revolucionario
Institucional no estaba seguro de que su candidato, Peña Nieto, podía
ganar limpiamente en las elecciones. Por lo tanto entregó tarjetas de
débito y de compra a votantes (para influir en su decisión) y su
candidato gastó decenas de millones de dólares durante años para
promover su imagen por televisión. Ahí están las miles de tarjetas y los
comerciales de televisión para probarlo… Peña Nieto ganó con muchas
trampas.”
En su texto “La elección y lo que dice Cicerón” (Excélsior, 6 de septiembre de 2012), el periodista Humberto Musacchio escribió:
“Solemne, con voz estentórea, el presidente del Tribunal Electoral,
Alejandro Luna Ramos, echó de su ronco pecho una máxima de Cicerón: ?No
es posible someter el derecho al capricho personal ni infringirlo ni
desnaturalizarlo con el poder’. ¿De veras no es posible? Semanas antes,
el docto señor Luna Ramos mostró dotes de profeta, pues descalificó las
impugnaciones al proceso electoral presentadas por el equipo de Andrés
Manuel López Obrador.
“[…] Las desechó sin ver, sin sopesarlas, sin enterarse de que la
realidad va por un camino y de que por otro completamente ajeno marcha
el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación… La pregunta
es por qué el IFE y el Tribunal se muestran tan acomodadizos, de tan
blanda condición, tan condescendientes con quienes violaron groseramente
la ley; por qué, ante esos poderes que se benefician de que todo siga
igual, se exhiben tan fáciles de convencer o persuadir y fallan a favor
de ellos sin reparar el daño que ocasionan a la convivencia entre los
mexicanos, sin advertir que están comprometiendo el futuro de la
nación.”
El Tribunal Electoral no movió un dedo para exigir que el
IFE le entregara la información de todas las quejas que desahogará…
¡Hasta enero de 2013!, cuando todavía es posible anular la elección
presidencial. Pero Musacchio y Ramos cumplieron con su deber y
expusieron su crítica a la manera cómo la elite en el poder, empezando
por el IFE y el TEPJF, se inclinaron, doblando la espalda y casi
arrodillándose ante las preferencias de Calderón y el Partido Acción
Nacional, ¡del Partido Revolucionario Institucional!, del Partido Nueva
Alianza y los serviles del Partido Verde Ecologista de México, sin
revisar las pruebas puestas a su disposición.
Es una obligación ética-democrática y de quienes leen y estudian a Marco Tulio Cicerón (por ejemplo su Tratado de la República y el Breviario de campaña electoral)
no decir idioteces como lo hizo el presidente del Tribunal. “Eso nos
obliga a los periodistas independientes a la inevitable tarea de
cuestionar los resultados e investigar las trampas […] La gran tragedia
de los periodistas que aplauden los resultados en lugar de cuestionarlos
es que nadie les cree. Y en este negocio la credibilidad es todo. El
periodista que calla pierde la calle y el respeto”, escribió Jorge
Ramos. Y con dedicatoria a ese vil magistrado Luna Ramos, contrahecho
por su servilismo y saludando, como moderno Cuasimodo, a Peña (fotografía de Carlos Cisneros, La Jornada,
1 de septiembre de 2012), Humberto Musacchio escribió: “De modo que,
contra lo que repita irreflexivamente el señor Luna Ramos, sí es posible
someter el derecho al capricho personal, infringirlo y desnaturalizarlo
con el poder político, el del dinero o ambos”.
*Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario