En el bolsillo, donde les duele
Juan José Morales
Escrutinio
Si
varios miles de personas se reúnen para protestar ante las estaciones
de Televisa y Televisión Azteca, a esas empresas les importa muy poco.
Sencillamente lo ignoran, y como controlan la información, se lo ocultan
a la casi totalidad de los mexicanos. Pero si varios millones de
personas se deciden a no ver sus transmisiones, entonces comenzarán
realmente a preocuparse. O, para ser precisos, caerán en el pánico.
Porque el negocio de las televisoras estriba en vender espacios
publicitarios, incluidos los que —como en el caso de la campaña en favor
de Peña Nieto o los inefables “consejos de salud” de Lolita Ayala—, se
presentan bajo el ropaje de noticias o comentarios pero en realidad son
informaciones y anuncios pagados. Y la venta de publicidad depende de lo
que en la jerga del negocio radiofónico y televisivo se denomina “el
rating”. Es decir, la cantidad de personas que sintonizan la estación.
Si el “rating” se desploma —es decir, si poca gente ve o escucha la
publicidad—, los anunciantes dejarán en consecuencia de comprar tiempo
en esos medios de comunicación, o no estarán dispuestos a pagar las
desmesuradas tarifas que imponen.
De modo, pues, que a las televisoras hay que pegarles donde realmente
les duele: en el bolsillo. Esto es, lograr que sus ganancias disminuyan.
Y la mejor y más sencilla manera de hacerlo consiste simplemente en no
sintonizar sus canales, para que al perder público pierdan anunciantes. Y
no se crea que para el público aquello será un gran sacrificio. Quien
deje de ver los canales de esas empresas no se perderá gran cosa, salvo
que sea un adicto a las telenovelas y los programas basura y ya no pueda
vivir sin ellos.
Haga usted la prueba y sin duda se sorprenderá al ver que en efecto uno
puede pasársela muy bien sin Televisa ni Televisión Azteca. Sobre todo
si se tiene acceso a servicios de televisión por cable, en los que —aún
los de menor cobertura— se encuentran muchas otras opciones recreativas,
educativas, de deportes, musicales, etc., incluso muchos bastante
mejores y más interesantes que los del duopolio televisivo. En mi caso
particular, desde hace más de dos meses dejé de ver totalmente las
estaciones de ese par de empresas, y ni falta que me han hecho.
En cuanto a Soriana, la de las tarjetas de compra de votos, también
puede recetársele la misma medicina. Es decir, pegarle en el bolsillo,
donde en verdad le dolerá, dejando de comprar en sus establecimientos.
Hay otras muchas tiendas, grandes, medianas y pequeñas —incluso de otras
importantes cadenas comerciales—, a las cuales acudir y obtener precios
y calidad iguales o mejores. Y ciertamente, Soriana merece que los
consumidores tomemos una medida así, en reciprocidad por lo que ella nos
ha hecho. Como señalamos hace poco, no es esta la primera vez que
participa en una maniobra contra la democracia en general y contra la
candidatura de López Obrador en particular. Hace seis años fue, junto
con Coppel, Bimbo, Sabritas y otras poderosas empresas, patrocinadora de
la guerra sucia contra AMLO.
De modo, pues, que si es usted uno de los muchos mexicanos —decenas de
millones— indignados por las maniobras de las grandes empresas
televisoras y comerciales que conspiraron contra la voluntad popular y
desea darles un escarmiento, ya sabe cómo hacerlo y asestarles un buen
golpe donde más les dolerá: en el bolsillo. Para ello, no necesita
participar en mítines, manifestaciones ni clausuras simbólicas. Basta
cambiar de canal y de sitio de compra.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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