Laura Bolaños Cadena
Porque se trata de un caso que ha armado revuelo a causa de ser una extranjera la afectada por los procedimientos normales y comunes de la policía mexicana, pero es lo único notable del escándalo que ha causado el proceder del favorito del régimen -del valido, se decía en tiempos de los reyes- Genaro García Luna. Eso sucede aquí a diario y ni quién le preste atención.
Hoy se cuenta con tecnología avanzada y el auxilio de un video puede contribuir al lucimiento de las heroicas acciones policíacas, pero con y sin ese ingrediente, no habría ninguna novedad si la secuestradora Cassez fuera mexicana. La arbitrariedad es la conducta usual, normal de los cuerpos punitivos nacionales.
El documental cinematográfico Presunto culpable no pasa de ser muestra de un hecho cotidiano. Finalmente se ha prohibido la exhibición de esta película porque “afecta los derechos” del “inocente” cuyo falso testimonio le valió al protagonista del caso tres años de cárcel, que se hubieran convertido en muchos más de no haber tenido la suerte de contar con abogados valientes y cineastas dispuestos a arriesgarse. Pero tanto el falso testigo de los hechos ahí tratados, como el policía que confiesa -y justifica abiertamente ante las cámaras-, las detenciones arbitrarias, no han sufrido ni siquiera amonestación. Tampoco el juez que llevó el asunto y quien se inclinó por sus pistolas a condenar al acusado, pese a la evidente falsedad de la incriminación. Mucho menos se compensó de alguna forma al que pasó tres años preso sin culpa.
Desde el momento mismo en que se tiene contacto con los aparatos de impartición de justicia, cualquier ciudadano puede ser víctima de la arbitrariedad. Y si los hechos ocurren en áreas distantes de las grandes ciudades, puede ser mucho peor además de pasar inadvertido o visto con indiferencia. Para no hacer cuentas largas tenemos varios casos de ciudadanos encarcelados en la actualidad con delitos inventados por haber tenido la osadía de ser activistas sociales. Está, entre otros, el del indígena Alberto Patishtán, a quien he mencionado con anterioridad, condenado a sesenta años de cárcel por delitos que no cometió, castigado en realidad por ser opositor político. Pero podrían mencionarse los atropellos por docenas.
Y mientras gente inocente compurga penas injustas, Genaro García Luna, causante del lío que ha llegado hasta el área internacional, sigue tan fresco como una lechuga. Calderón se da el lujo de restregarnos en la cara la impunidad del sujeto mientras habla de respeto a la ley.
Los derechos de las víctimas
Son lo que menos se toma en cuenta. Mucho escándalo porque se violaron los derechos de la secuestradora ¿y quién se ocupa del grave daño que sufrieron sus víctimas? Nadie duda de la culpabilidad de Cassez, ni siquiera el propio ministro que presentó la propuesta de ponerla en libertad, pero se busca exonerarla. Una cosa es que no se haya respetado la ley durante su aprehensión y otra que las arbitrariedades cometidas con ella le otorguen impunidad. Como los policías la trataron mal, vamos a perdonarle lo que hizo, pobrecita.
Sin necesidad de ser experto en leyes, cualquiera llega a la conclusión de que el asunto amerita reposición del juicio y quizá hasta alguna rebaja de la pena; pero no se justifica, por ningún motivo, dejar sin castigo los graves delitos que cometió la mujer ésa. Y de inmediato tendría que castigarse al autor de las violaciones de procedimiento habidas en el caso. Lo menos que merece García Luna es ser puesto de patitas en la calle.
Otros perdonados
En su visita a México, Benedicto XVI no aceptó realizar ningún encuentro con las víctimas de pederastia y otros delitos sexuales cometidos aquí por sacerdotes, a pesar de que sí lo ha hecho en casos similares ocurridos en otros países. Hay quien considera deber de este Papa presentarse ante las víctimas de tales delitos debido al papel que jugó en el encubrimiento de los crímenes, en especial en el caso de Marcial Maciel, el líder y fundador de la Legión de Cristo.
Es ingenuo pensar que habría sido capaz de reunirse con las víctimas de su clero, pues se expondría a que le fuera echada en cara su complicidad. Para qué ponerse en ese trance. La pederastia y los abusos sexuales, según la Iglesia Católica, no son delitos, son pecados, y como tales pueden ser perdonados. Y si se perdona a los actores del abuso ¿cómo no se va a perdonar a sus encubridores? Marcial Maciel y los demás curas pederastas y violadores, ya están perdonados. El fundador de la Legión de Cristo recibió la absolución, por tanto debe estar gozando de la gloria celestial. ¿A qué vendría cuestionar al Santo Padre por hechos que ya fueron borrados por el perdón divino?
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