Esto es México hoy
María Teresa Jardí
Como es obvio los extranjeros no se tragan lo de que la seguridad existe en un lugar donde se asesina y desaparece impunemente a las personas. En un país donde ya se sabe que la inseguridad es regla del sistema político. Mientras que el turismo mexicano, que medianamente puede seguir viajando, los días de guardar vacaciona en lugares que semejen búnkers, por aquello de que, con excepción de los matones a sueldo que siguen con su labor de limpia de pobres en los días Santos y festivos, el turismo nacional clasemediero busca lugares cerrados que lo tengan todo, albercas y juegos para niños y para medianos y mayores, bares y restaurantes, campos de golf, donde duele el agua desperdiada pensando en los muchos que carecen del vital liquido... Y consigno lo anterior porque desde una antigua Hacienda en Cocoyoc, en el estado de Morelos, escribo lo que hoy comparto con ustedes. Más allá de la nula capacitación para tratar al turismo que se esboza en la cancelación del servicio de toallas en cuanto se pone el sol para los que continúan disfrutando del esparcimiento en las albercas debido a que la temperatura sigue siendo alta, por poner, entre muchos otros detalles, un ejemplo, dan buena cuenta de la poca importancia real que sigue teniendo en nuestro país el turismo. Y para el turismo Michoacán es un estado muerto.
Mientras esperamos que nos preparen, en un restaurante típico del lugar, boquerones fritos y pescado blanco, en la orilla de la bella laguna de Zirqahüen compartimos el disfrute del paisaje con un pescador en solitario que arregla su red. Pero eso sí, a la salida del lugar nos paran en un retén armados hasta los dientes policías federales porque la camioneta lleva un permiso y se molesta, él que nos marca el alto, cuando la que conduce se lo indica con la mano mientras los otros reímos de alguna broma dicha por alguien y hasta creen los paramilitares que nos reímos de ellos, como si no nos diéramos cuenta del peligro que corren nuestras vidas por el mero alto de esos individuos. No hay turismo en el mundo que quiera vivir dos veces la siniestra aventura que significa toparse con un retén a la mexicana.
Los cafés y lugares expendedores de comida en Morelia están llenos mientras no se sabe de mantas colgadas o de cabezas cortadas. Pero al menor aviso y en minutos los lugares, como por arte de magia, se vacían y todos se encierran en sus casas. Se ha generado una curiosa cultura de regreso al correr de las noticias de boca en boca y se ha desarrollado en los michoacanos una necesidad de vivir al tope, ante la inseguridad, como forma de vida, al lado de un profundo instinto de conservación en aras de no perderla, todavía, aunque sea ese día.
Los Ku kux klanes que buscan imitar las procesiones sevillanas no atraen al turismo nacional y menos al extranjero ni conservan tampoco ni siquiera a lo más conservador de la sociedad michoacana que huye del lugar para encerrarse, en otros búnkers, a la menor oportunidad que tiene.
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