domingo, 8 de abril de 2012

"Cachorritos" de la familia revolucionaria

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
De la Madrid, Carpizo y la involución de México
Jorge Canto Alcocer

Fueron dos emblemas de la segunda generación de los “cachorros de la Revolución”, los “cachorritos” diríamos. Ambos nacieron en la abundancia de la “familia revolucionaria”, la nueva élite que desplazó a la rancia y orgullosa oligarquía porfirista después de que cesaron los tiros y las matanzas. Ambos hicieron sus estudios profesionales en la UNAM, ambos realizaron posgrados muy caros y prestigiadosa cargo, por supuesto, del erario público, es decir, de los dineros de todos- en el extranjero. Ambos regresaron a México para hacer carreras burocráticas de fácil escala, amparados en sus relaciones familiares y su militancia subordinada en el oficialismo. Ambos aplaudieron a rabiar los asesinatos del 2 de octubre de 1968 y la posterior “guerra sucia”. Fueron priístas de la época servil e indigna del “con el presidente, hasta la ignominia”. Ambos avanzaron en la estructura política de aquellos días haciendo gala de cinismo, corrupción y traición hasta llegar a la cima de la montaña, hasta comer con los más poderosos entre los poderosos.

No fueron, justo es decirlo, hombres de horca y cuchillo. Por lo contrario: exquisitos y refinados hasta decir basta, jamás toleraron demasiado a “la chusma”, ni se dieron “baños de pueblo”, de los tan usuales para la mayoría de los políticos de aquellas épocas. Prefirieron siempre los buenos banquetes, los buenos vinos, las buenas compañías, las buenas costumbres. Aunque herederos del régimen revolucionario, siempre miraron por encima del hombro a la estructura que les permitió acceder al poder, aunque, llegado el caso, no fueron demasiado escrupulosos cuando se les pidió embarrarse de excremento.

Miguel De la Madrid llegó a la Presidencia de la República en 1982 merced a las maquiavélicas habilidades de Carlos Salinas de Gortari, su segundo en la Secretaría de Programación y Presupuesto. Propiciar el hundimiento del país y presentarse como el único posible salvador fue un magnífico montaje del hombre de las orejas. Ya en Los Pinos, De la Madrid inició la demolición del aparato económico estatal, poniendo en práctica las tenebrosas políticas aprendidas en Harvard y preconizadas por entes tan brillantes como Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Muy “moderno” en lo económico, en lo político se mostró como todo un cavernícola al permitir el más grande fraude electoral del siglo XX y despojar a Cuauhtémoc Cárdenas y al pueblo de México de un inobjetable triunfo en la elección presidencial de 1988.

Jorge Carpizo coqueteó en su juventud con la ultraderecha, época de la que conservó por siempre una voz atiplada y un extraordinario amaneramiento. Navegó por los mares académicos de aquellos tiempos en los que las medallas y los doctorados se obtenían primordialmente a través del servilismo y la humillación. Así llegó a la rectoría de nuestra Máxima Casa de Estudios, desde donde intentó erradicar su cariz democrático e impulsar una estúpida contrarreforma educativa. Su derrotasimbolizada por la fortaleza y pujanza de la actual UNAM, líder en el país y en América Latina de un modelo educativo humanista, integral y democrático, ajeno a las visiones reduccionistas y tecnocráticas que enarbola la SEP- fue premiada con cargos de mayor relevancia en lo político, como la Procuraduría General de la República, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y la Secretaría de Gobernación, puestos en los que defendió al sistema monolítico, procuró el fraude electoral y la violación a los derechos humanos.

Ambos hijos del sistema, se beneficiaron amplísimamente de él en lo personal y actuaron en su contra en lo institucional. De las luces y sombras emergidas del régimen revolucionario, utilizaron lo bueno en beneficio propio, y contribuyeron a destruir lo bueno a nivel de la sociedad.

Destacados responsables de la involución que vivimos actualmente en nuestro país, tal vez no haya sido casualidad que la vida de ambos cesara casi al mismo tiempo. Símbolos de un tiempo ido, su desaparición física provocó homenajes y loas de los partidos oligárquicos. Sus respectivas muertes han puesto de nuevo en realce la realidad del PRIAN. Conviene que los electores no lo olvidemos.

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