martes, 10 de enero de 2012

El colmo!...el monumento a la impunidad

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Fuente
Exaltación de la corrupción  
Ricardo Andrade Jardí 

Dice un dicho popular, palabras más palabras menos; “¿Quién es más tonto, el tonto o el tonto que sigue al tonto? En la respuesta a ese popular saber deberíamos vernos reflejados los mexicanos.

Hemos llegado a un punto donde el futuro del país se vislumbra negro; en medio de una campaña política para renovar al Ejecutivo federal, en un estado de sitio que afecta ya casi todo el país, los hombres y mujeres del poder, realizan un evento que es a todas luces, las pocas que prendieron, una vergüenza nacional. Los corruptos políticos mexicanos que no tienen llenadera, inauguran un monumento ofensivo, no sólo estéticamente hablando, sino económicamente, en un país donde alrededor de 70 millones de “ciudadanos” o lo que sea que somos, porque de ciudadanos tenemos muy poco, vivimos en pobreza y 40 millones al menos en pobreza extrema (cifras conservadoramente oficiales); inauguran un monumento a la ignominia esos siniestros seres que se auto-proclaman representantes populares o servidores públicos, sabedores porque usan el dinero del erario público que se les paga por servir a los grandes capitalistas nacionales y extranjeros, sin contar los torrentes del dinero, también público, que nos roban a todos los mexicanos, que nos roban no sólo porque son ladrones, sino porque para la inmensa mayoría de los “ciudadanos” ha sido más fácil dejar que esos ladrones decidan nuestro destino, hoy de muerte, para así no hacernos responsables de nuestras propias decisiones -demasiada responsabilidad a cuestaspara una sociedad educada por Chespirito y Chábelo, nos hemos convencido de que esta realidad, injusta, es así, porque así debe ser, hemos aprendido de la telebasura a quejarnos de quienes nos desgobiernan pero no a accionar para despojar a esos cretinos ladrones del derecho que les hemos otorgado para que en nuestro nombre, nos roben, nos exploten, nos saqueen y decidan nuestro destino.

El horroroso monumento a la corrupción, que mal lleva el nombre de “estela de luz bicentenario”, o algo así, es proporcionalmente inverso al enanismo amoral de quienes, con nuestro dinero, mandaron construir un monumento a la corrupción como recordatorio de que en este agraviado México son los imbéciles los que llevan el sartén por el mango, porque los “ciudadanos” quejosos, no somos más que eso: quejosos.

La dichosa “estela de luz” es, además de un horror estético, un recordatorio de que en México la mediocridad sienta sus reales. Estela de la corrupción e impunidad debería ser el nombre del “monumento” en cuestión y la placa conmemorativa debería decir algo así: “De la pandilla de mediocres políticos, al pueblo de México, por su gran capacidad para hacer de nuestra deshonestidad la regla de nuestra (por que es de ellos y de nadie más) democracia”.

Más de 60 mil asesinados en nombre de una guerra empresarial; 49 niños calcinados (ejecutados en correcto castellano) en una guardería pública, millones y millones de dinero público para pagar la deuda privada de banqueros mediocres y voraces, patrimonio robado, miles de trabajadores explotados y bajo la amenaza de la flexibilidad laboral (derecho del patrón para correr al trabajador sin indemnización ni razón, en castellano, pues), políticos que se perfilan a ocupar la primera magistratura del país que no han leído ni medio libro en su vida (en honor a la verdad al igual que millones de “ciudadanos”); candidatos que nos hablan de continuidad de la barbarie o de repúblicas amorosas, donde lo que es urgente es un nuevo pacto social que privilegie la justicia, aunque a la telecracia le moleste tanto el concepto mismo y los grandes capitalistas se sientan agraviados ante la posibilidad del hecho, sabedores, de que un país justo es un país sin poderes de facto, sin privilegios, sin explotación, sin impunidad, donde los actos corruptos se pagan con la cárcel, pero una república justa es también una sociedad de ciudadanos responsables de su devenir histórico, donde las subjetividades de resistencia son oposiciones reales a las subjetividades opresivas que nos impone hoy la ideología burguesa dominante.

No , además de Fecal, quién más puede sentirse, en este país, orgulloso de ese horroroso monumento, de más de 100 metros de altura y de cientos de millones de pesos, que exalta la corrupción y nos recuerda que la impunidad en México es posible porque somos una sociedad que se niega a crecer, que se niega a decir ¡ya basta! Para mandar por un tubo a esa pandilla de cretinos que hoy piden demagógicamente nuestro voto, para que mañana sigamos: como siempre, desayunando bilis, comiendo corrupción y cenando impunidad. Es decir para seguir alimentando nuestras almas y nuestros cuerpos con la basura chatarra con las que los verdaderos dueños del poder nos enajenan y nos hacen dóciles esclavos de la mentira sistémica.

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