¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
Priístas cumplidores
Luis Linares Zapata
Después de aprobar
varias reformas legislativas bajo la férula del Pacto por México, un
distintivo queda asentado con toda claridad: la élite priísta cumple, a
cabalidad y de manera férrea, sus compromisos. Tanto los empresarios de
alto voltaje como el factor externo pueden dormitar tranquilos por sus
masivos intereses. La presente administración de Peña Nieto honrará sus
acuerdos pase lo que suceda. La palabra empeñada durante la campaña para
ganarse apoyos cruciales será llevada hasta sus últimas consecuencias.
Los negocios entrevistos, por su parte, completan el tinglado que
fortifica las decisiones en marcha. Dos reformas dan la muestra de esta
determinación. La primera pasó, sin contratiempo alguno y con el
clausulado intacto, las modificaciones laborales que tanto han exigido
los empresarios a escala mundial y México no fue, ni tal vez pudo serlo,
la excepción. La otra será la más peliaguda y para la que ya cuentan,
aseguran constante y categóricamente, con los votos de las bancadas del
PRI y del PAN: la famosa energética.
Ambas reformas están diseñadas para concretar a cabalidad tanto el
propósito de agilizar despidos y bajar salarios como la entrega,
sin
contemplaciones o pudores,
de la industria petrolera y eléctrica a las
trasnacionales y al gran capital interno y foráneo.
Poco importa que,
con la laboral,
se pauperice a los trabajadores y debilite su poder de
compra.
Tal circunstancia,
sin embargo,
será un factor sustantivo que
continuará limitando el crecimiento económico.
Tampoco habrán de
detenerse los entreguistas ante los llamados al patriotismo o a la
independencia (
rasgos que,
por lo demás,
consideran míticos o
simplemente retrógrados).
Así,
la enorme palanca para sustentar el
desarrollo que podría ser Pemex y CFE,
tal como fueron durante algunos
periodos del pasado,
serán desmanteladas sin pruritos adicionales.
La
modernidad como espejismo al alcance de la mano vuelve a levantarse como
justificante legitimador de los cambios en proceso.
Una realidad se va imponiendo con claridad meridiana a lo largo del
proceso llamado reformador.
Los traficantes de influencias internos
pesan de manera determinante en las decisiones cupulares del actual
gobierno.
Pueden incluso fundirse en un sólido bloque de intereses
mancomunados.
Las comparecencias en el Senado (
organizadas por el
improvisado merolico para cada ocasión,
un tal David Penchyna,
de
recordable papel como canario del poder en turno)
convocadas para sacar
raja de la subasta petrolera prometida.
Pocos,
muy pocos son los
funcionarios de alto nivel que han pasado por Pemex o CFE que resistan
la tentación de convertirse en agentes,
socios menores o representantes
de las empresas trasnacionales.
Otros,
de segunda jerarquía,
rápidamente
encuentran la forma de agenciarse negocios al amparo de los contactos
(
o de la información relevante)
adquiridos durante su estancia (
corta o
prolongada)
en esas empresas estatales.
Lo cierto es que,
junto a una
nube de asesores especializados en trafiques de grueso calibre y demás
tecnócratas de las finanzas que pululan en la administración pública,
se
da forma al irresistible lobby que habrá de garantizar la seguridad energética para la América del Norte (
Estados Unidos).
Una veloz e irracional extracción de crudo seguirá,
según lo
planeado,
a las modificaciones constitucionales.
El gran capital
permeará todos y cada uno de los recovecos de la industria.
Logística,
mercadeo,
refinación,
petroquímicos y venta al menudeo pasarán a las
avarientas manos de extraños personajes y corporaciones.
El saqueo será
inmisericorde.
Las inversiones así lo solicitan y exigen.
A continuada
secuencia se dejará al país sin las reservas indispensables para su
propia seguridad interna.
Tales fenómenos,
fácilmente previsibles desde
ahora,
se concretarán una vez que los responsables hayan cumplido con
sus consignas y negocios.
Nadie será llevado ante los tribunales por el
atropello contra la nación,
urdido con paciencia y premeditación como
para merecer severo castigo y descrédito solemne.
La administración actual de los priístas no saldrá impune de las
trampas que ha creado.
Sabe perfectamente que actúa a contracorriente de
la opinión mayoritaria de los mexicanos.
El descrédito aumentará
proporcionalmente a su ilegitimidad.
De allí que cerque el Congreso con
acero templado y resistente a los opositores.
El fracaso,
también
predecible,
de las ventajas y enormes beneficios alegados que traerán
las reformas emprendidas,
no tardará en presentarse.
El boom que
se supone ocurrirá como consecuencia de las inversiones masivas al
abrirse la industria energética no alcanzarán,
de manera alguna,
para
mover a México.
La semana que viene será recordada como trágica para la
nación.
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