Mal momento para la
reforma energética. Quince estados con incidentes cotidianos de
violencia. tres en alerta militar. Caída de la economía, desempleo,
movilización de radicales en regiones pobres y grave debilitamiento de
Peña Nieto: en encuestas confidenciales, su aprobación ha caído de
53/50% en febrero a 42/30% en octubre/noviembre. Y esto a pesar de una
enorme campaña publicitaria: dado el desempeño no podría esperarse otra
cosa. Para peor que los sondeos publicados en el extranjero, 60% de los
mexicanos está en contra de la privatización y sólo 23/25% la apoya.
Como era de esperarse las encuestas publicadas en los grandes medios
tendrán otros números. Pero en los círculos de poder se sabe la verdad
como se supo en las elecciones de 2012. Las encuestadoras participaron
en un operativo desde la precampaña hasta el día de la elección para volver inevitable
el triunfo de Peña por una diferencia de 12 a 20 puntos. Los números
finales fueron muy distintos: la diferencia sólo de seis puntos. Este error
habría acabado en un país democrático con las encuestadoras vinculadas a los grandes medios.
El propósito fue hacer creer que la victoria de Peña era inevitable y
mandar a un tercer lugar a López Obrador para sacarlo de la gran
política.
En las últimas semanas del proceso su avance les hizo temer un
desastre y de ahí que se magnificara y se descarara la compra de votos y
los fraudes en las casillas mal vigiladas.
Jenaro Villamil (
Peña Nieto, el gran montaje,
Grijalbo 2012)
ha hecho un certero análisis del asunto.
Lo más grave es la impunidad.
Ni el IFE ni la Fiscalía para
delitos electorales hicieron nada para identificar y perseguir los
abusos financieros,
mediáticos,
operativos y de las encuestadoras.
El
Tribunal Electoral emitió una sentencia absurda negando la eficacia de
la manipulación.
Pero no se puede inventar a un presidente.
El régimen
nació dañado por la ilegitimidad.
La visualización no podía estar a la
altura e inevitablemente se confrontó con las duras realidades externas e
internas de un país en crisis.
De ahí la peligrosa caída de Peña.
Una nueva reforma política (
la enésima)
y otra reforma electoral
(
otra vez la definitiva),
la apertura a los extranjeros de los recursos
estratégicos y las monumentales y multimillonarias campañas
publicitarias son intentos para prolongar la vida del régimen,
pero
también pueden ser errores fatídicos.
El pueblo está cada día más
inconforme y alerta.
La base del poder público se erosiona.
Nadie cree
que venga un cambio en serio.
Mientras Televisa,
las encuestadoras más
importantes,
90% de los grandes periódicos y los opinadores estén
organizados para ocultar la realidad,
aquí no habrá democracia.
Esta
depende no de un entramado legal,
sino del respeto al espíritu de la
ley.
El elemento que no parece incluido es la voluntad de jugar limpio
en la política y permitir que las elecciones las decidan los electores y
no el gobierno y sus aliados.
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