¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
Pacto por México: inconsecuencias
El presidente nacional
del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Jesús Zambrano, anunció
ayer que ese instituto se retira del Pacto por México porque no está
conforme con la reforma política que buscan el gobierno peñista y el
Partido Acción Nacional (PAN) ni con el albazo
con el que se
pretende aprobar la privatización de la industria petrolera. A decir de
Zambrano, la negociación para el segundo de esos propósitos se lleva a
cabo fuera del Senado. La decisión perredista fue de imediato replicada
por el presidente Enrique Peña Nieto, quien desde Ojinaga, Chihuahua,
dijo que si bien las voces minoritarias merecen ser escuchadas
, en el seno del Pacto por México no
necesariamente debiéramos encontrar siempre unanimidad, pero sí el
consenso suficiente, el respaldo mayoritario a aquello que debemos
cambiar y en lo que coincidimos
.
Por principio de cuentas,
llama la atención que,
una vez aprobadas la
mayoría de las nocivas reformas propugnadas por la actual
administración federal,
la dirigencia perredista se llame sorprendida
por un mecanismo de negociación que ella misma aprobó y en el que ha
participado en la medida en que ha obtenido beneficios de él;
es
significativo,
además,
el súbito descontento de Zambrano con los
contenidos de esa agenda de reformas,
la cual era conocida desde un
principio.
Resulta,
asimismo,
paradójico que se extrañe ante los
procedimientos de negociación cupulares y opacos que caracterizan al
Pacto por México.
Cabe recordar que ese cónclave,
anómalo en términos
institucionales,
fue concebido y firmado a contrapelo del espíritu
republicano justamente para escamotear al Senado de la República y a la
Cámara de Diputados las negociaciones que habrían debido realizarse en
los cuerpos legislativos, para imponer la profundización del programa
neoliberal del grupo gobernante en un contexto de representatividad
precaria y cuestionada,
y para dar cierta legitimidad democrática al
actual gobierno,
afectado desde su surgimiento por las irregularidades
de la elección presidencial del año pasado y por el desprestigio
histórico del priísmo.
Todo ello era conocido por la dirigencia perredista,
la cual,
sin embargo,
aceptó jugar en ese terreno y con esas reglas.
El que ahora
decida retirarse parece,
más que consecuencia de un genuino desacuerdo
con los métodos y contenidos del Pacto por México,
producto de un
cálculo político orientado a restañar,
en la medida de lo posible,
el
grave daño que la participación en tal instancia negociadora le ha
causado a la imagen del partido;
da la impresión,
en concreto,
de que
Zambrano y sus correligionarios han caído en la cuenta de que si el PRD
sigue en ese pacto en el momento en que el PRI y el PAN aprueben la
privatización de la industria petrolera,
ello podría resultarle
desastroso en términos electorales.
La respuesta de Peña Nieto no fue más afortunada que la resolución
perredista:
si de formar mayorías se trata,
éstas deberían conformarse
de cara a la sociedad,
en las instancias legislativas correspondientes,
y
como resultado de una negociación transparente,
y no como producto de
intercambios de trastienda,
que es como se han conseguido,
hasta ahora,
los votos necesarios para la aprobación de las reformas peñistas.
En suma,
los movimientos políticos de ayer confirman que el Pacto por
México ha sido,
en realidad,
un pacto por el beneficio de los partidos
que lo firmaron y por la legitimidad del actual gobierno.
Esa manera de
suplantar el genuino trabajo legislativo en interés de los electores por
actos y aparatos de simulación explica,
en buena medida,
la sima de
desprestigio en que se encuentran las instituciones y la clase política y
la creciente ingobernabilidad en el país.
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