jueves, 14 de noviembre de 2013

Mentiras y verdades a medias sobre Pemex

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
Orgullo de los Petroleros

Ciudad Madero:

Los hechos hablan por solos

Un pueblo, como el de Ciudad Madero, que trabaja a impulsos de una mística que sólo puede ser revolucionaria, merece el respeto y el reconocimiento de la nación.

Es cierto, el periodista no puede ni debe cubrirse con el hipócrita manto de la imparcialidad, ya que ésta, en última instancia, no existe. La autenticidad es un requisito, una exigencia, y de manera singular cuando se trata de procesos tan formidables e interesantes como el que se registra en la Sección Uno, cuya sede es el corazón mismo de la zona petrolera. Siempre, de una manera u otra, se es parcial; la neutralidad es una farsa. La diferencia radica en la ubicación social: del lado del obrero, del trabajador en general, y en contra de una oligarquía monopolista insaciable, asociada con el capital extranjero, o a favor de ésta y el imperialismo. Los términos medios, las medias tintas, forman parte de las comedias que ya no están para ser representadas en el teatro del México de hoy.

Lo advertimos el jueves de la semana anterior, día de nuestra reaparición en el palenque de la letra impresa, es hora de ver la luz clara de los petroleros, luz que ciega con su fuerza a sectores de una derecha recalcitrante que tiene miedo pánico al poder de la clase obrera y a aquellos incapaces de enfrentarse a la realidad, de confrontar la teoría con la práctica de los hechos concretos. Y repetimos: si se generaliza el ejemplo de la Sección Uno en toda la República, se habrá dado un salto de calidad que nos aproximará a la sociedad del futuro.
Por Mario Menéndez Rodríguez

CIUDAD MADERO, Tamaulipas.- Alegre y fresca mañana dominguera, el aire del Golfo agarra la nariz y un movimiento inusitado se registra por doquier. Pareciera como si los cerca de doscientos mil habitantes se hubiesen puesto de acuerdo, la noche anterior, para enseñar al Periodista visitante lo que es una constante en esta formidable ciudad: el trabajo voluntario para beneficio de la comunidad.

Las familias enteras han salido de sus hogares desde temprana hora. Unas -como la de Gloria Gómez de Cuervo y sus compañeras de la populosa colonia El Blanco- limpian las calles y las aceras próximas a una gran tienda de consumo popular; otras -como la de Silvia Rodríguez Castillo, quien semana a semana viene de Cadereyta, en el Estado de Nuevo León, donde presta sus servicios- cosechan las hortalizas de los huertos de la comunidad o preparan el terreno para la siembra de la lechuga, el tomate, la zanahoria, el rábano, el repollo, el pepino…; maestras -como María de los Angeles Echeverría, Patricia Ostos Villarreal, Francisca Herrera Morales-, en compañía de sus alumnos se dirigen a determinados lotes vacíos donde enseñan a los niños “a sembrar comida y sumar amigos”, a cultivar y amar a la tierra. En una de las granjas de la Sección Uno, mientras un nutrido grupo de médicos, enfermeras y empleados del hospital regional de PEMEX -y ahí estaban Adrián Ibáñez, María Esther García Reyes, Sonia María Vega, Ricardo Avendaño Bárcenas (fotógrafo, además, y bueno), José Luis Castillo, Eduardo Castro Pereyra, Adolfo Martínez Tapia, Carlos Díaz Fernández, Germán Zúñiga, Pedro Coloma, entre otros- recogen la cosecha bajo la supervisión de la incomparable Doña Lupe, cosecha que inmediatamente después se vende a la población a la mitad del precio establecido en las grandes cadenas comerciales de Tampico; mientras esos galenos hacen eso, se repite, otros -como la doctora Pía Castillo del Angel-, ofrecen consulta gratuita a la congregación maderense, la congregación que en el presente cosecha los beneficios del progreso relativo, porque antes “sembró la semilla de la unidad”. En el cruce de Ignacio Zaragoza y Pino Suárez, el presidente municipal Erasmo González Martínez y el ex alcalde y ex diputado federal Julio Dolores Martínez dirigen la pavimentación hidráulica de las calles, y, en tanto, desde la central de abastecimiento de materiales de la Sociedad Civil, su presidente Hugo Barba, también ex alcalde y ex diputado federal, está al pendiente de lo que se necesita. Más adelante, brigadas de jóvenes constructores reparan centros escolares, y en la avenida Alvaro Obregón, obreros petroleros que laboran en la planta Catalina, de Huauchinango, Puebla -nombres: Rodolfo Martínez Vázquez, Javier Mendoza Banda, Eustolio Sosa Alexandre, Arturo Piña Cedillo, Víctor Manuel Ruiz Vilches, José Guadalupe Fidel Barrios, José Sánchez Jaramillo, entre otros-, y que cada domingo en la madrugada llegan a visitar a sus familias en Ciudad Madero, para regresar a su lugar de trabajo entre las 7 y las 8 de la noche del mismo día, colaboran durante tres o cuatro horas para el embellecimiento de la urbe. A orillas del mar, el joven obrero petrolero Alfredo Domingo Reyes, (a) “El Ruso”, acelera la construcción, asesorado por arquitectos e ingenieros de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, de un moderno hospital naturista que se destinará a rehabilitación y pediatría y que también servirá de santuario para los ancianos. A escasos kilómetros de Miramar, en medio del fango, grupos de trabajadores cavan la tierra y construyen presas para almacenar agua y una variedad de peces que los maderenses adquieren en las tiendas populares para el consumo familiar.

En ocasiones, debido precisamente a la similitud con la forma como se desarrolla en Cuba socialista el trabajo voluntario, el periodista no pudo evitar el traslado mental a la isla de los comités de defensa de la Revolución.

Y es que Ciudad Madero es una ciudad que rinde culto al trabajo y donde, por tanto, el obrero se siente legítimamente orgulloso de ser obrero. Aquí -se afirma-, nunca se ha dudado de México, aunque de algunos mexicanos, pero sobre todo y por encima de todo, de quienes hablan mucho, critican e insultan y nada o poco hacen por el pueblo trabajador, o lo poco que hacen está siempre en función de los intereses personales.

Amas de casa del ex ejido conocido por El Blanco

Situado a un kilómetro de Ciudad Madero, el ex ejido conocido por El Blanco era, hasta hace poco, un inmenso potrero donde pastaba el ganado de un reducido número de personas. Sin embargo, el agudo problema -¿dónde no?- de la vivienda en el puerto de Tampico impulsó a varios miles de marginados a invadir la tierra para luego construirse una casa de cartón o de madera. En la actualidad, a cinco mil jefes de familias se les ha regularizado la tenencia de la tierra y, entre otros servicios, cuentan con los de agua y luz. ¿Cómo y a través de quién o de quiénes se logró la solución de tan delicado problema y se alcanzaron las mejoras?

Las respuestas a las preguntas anteriores las logramos por medio de entrevistas que sostuvimos con amas de casa de El Blanco a quienes hallamos realizando trabajo voluntario un domingo cualquiera en los alrededores de un “mercado del pueblo”, como denominan a la tiendas de consumo popular de la Sección Uno.

¿Por qué se encuentran aquí? ¿Qué les motiva al trabajo voluntario?

Gloria Gómez de Cuervo responde:
-“Pues ahorita estamos aquí porque se terminó la temporada de la legumbre y ya no es bueno sembrar verdura en El Germinal (la granja modelo de la Sección Uno que Pablo Chávez dirige con notable acierto); hay mucho calor y el agua está escasa. Vea, el año antepasado recogimos en sólo una hectárea más de 18 mil manojos de rábanos. ¿Qué le parece? Está bien, ¿verdad? Ahorita tenemos sembrado maíz y ya verá… Claro, y como no podemos estar de ociosas, pues nos responsabilizamos no sólo de la limpieza del mercado del pueblo, sino de los alrededores; que la gente se dé cuenta que las cosas deben mantenerse limpias por dentro y por fuera…”

Bueno, pero ¿por qué lo hacen?

-“Pues porque, en primer lugar, aprendemos; y, en segundo, porque esta es la escuela de Don Joaquín (Hernández Galicia)…”

¿Son petroleras?

-No, somos simples amas de casa”.

¿Casadas con petroleros de la Sección Uno?

-“Tampoco”

Y Gloria ríe, para luego agregar:
-“Mire, la mayoría de nuestros esposos son choferes de ruta; otros son albañiles, y hay quienes trabajan por su cuenta… A usted le inquieta conocer el por qué hacemos este trabajo voluntario… Pues, mire, lo hacemos porque queremos motivar y ser ejemplo para el pueblo maderense. Y así como a nosotras se nos ha motivado, así como nuestra colonia se ha motivado para que siembre, para que ocupemos los ratos libres en cosas tan importantes como nuestra ciudad, como Madero, así también queremos que todos lo hagan, que todos sigan el ejemplo de la escuela de don Joaquín, que nos ha sabido guiar, porque ha sabido llegar hasta el pueblo, hasta los de abajo que somos nosotros. Ha visto porque se nos resuelvan los problemas, y ¿sabe usted? nos resolvió el problema de la tenencia de la tierra y se está preocupando ahorita por llevarnos una vivienda decorosa…”.

Pero ustedes invadieron El Blanco, ¿no fue así?

-“Sí, lo invadimos, como se ha hecho en otros lugares; era un ex ejido convertido en potrero donde pastaba el ganado de unas pocas personas que se decían poseedoras, dueñas de la tierra… Nuestra situación fue difícil, pero vimos, con el tiempo, que el señor Hernández Galicia estaba preocupado porque se regularizara la tenencia de la tierra y hoy la mayoría de nosotros tiene su escritura… Pero ahora a don Joaquín le preocupan otros problemas; por ejemplo: la vivienda decorosa y la comida. Si sembramos es por eso, para producir nosotras mismas el alimento que luego consumimos a precios muy, pero muy baratos… Encontramos, por ejemplo, que en el rodante un manojo de acelgas le cuesta a usted entre 12 y 14 pesos. Pero nosotros también la sembramos, sabemos lo que se lleva y lo que cuesta y en El Germinal sólo nos cuesta cinco o seis pesos el manojo. Lo mismo le puedo decir del rábano, del repollo. Sembramos, entonces, para producir alimentos baratos y así rinde más el salario. Esta es la escuela de don Joaquín, que también nos ha enseñado a permanecer siempre unidos porque, ¿sabe usted?, mientras estemos unidos vamos a progresar… Mire,

Si va usted mañana al Germinal, va a ver a un grupo de nuestros esposos. Todos somos amigos, porque todos sembramos la misma tierra y cosechamos los alimentos que necesitamos…”.

Y la gente que mañana lunes va al Germinal ¿vienen todos de El Blanco?

-“La mayoría, pero hay un grupo de choferes que viene de otras colonias. Es gente agradecida que obtuvo los juegos de placas para sus automóviles gracias a don Joaquín. Y la tenencia no es fácil de obtenerla…”.

Y, ¿por qué cree usted que en otros lugares se critica a don Joaquín?

-“Bueno, porque usted sabe que a todo el que trabaja, a todo el que hace obras buenas, se le envidia… la envidia que sienten otros que no saben hacer el bien… Véame, usted, usted véame ahorita, usted es periodista o no sé qué será, pero dígame usted dónde, en qué lugar se hace lo que nosotros hacemos aquí…”.

Bueno, en Cuba…

-“No, no, yo me refiero aquí en México….

No: no hay, por eso estamos aquí…

-“Deme usted un lugar donde las amas de casa hacen lo que hacemos aquí… nuestros problemas, ¿quién nos los ha resuelto? Hemos acudido a gobernadores, hemos acudido, inclusive, a ver hasta al Presidente de la República y nunca se nos ha dejado entrar, nunca se nos ha dado entrada. En cambio, don Joaquín se ha puesto al nivel del pueblo, al nivel de los de abajo. A él lo podemos entrevistar y él nos ha podido resolver los problemas que tenemos. Por eso llevamos un medio de vida un poco mejor, ¿verdad? Porque él nos ha hecho caso…”.

¿Cuántas familias viven hoy en El Blanco?

-“Uhhh… ahorita El Blanco es tan grande que tiene usted como unas cinco mil familias…”.

Y, ¿tienen todos sus escrituras? ¿Y la luz? ¿Y el agua?

-“Todo lo tenemos, gracias a don Joaquín, y no vaya usted a creer que el agua se podía resolver fácilmente, fue difícil… Ahora don Joaquín se preocupa por nuestras viviendas, porque algunas son todavía de cartón, otras de madera, y las menos de material… Hay un programa de la Sección Uno para la construcción de viviendas decorosas que nos resolverá el problema… ¿Ve? Tenemos que trabajar, el pueblo maderense todo tiene que trabajar… somos leales, agradecidos, y tenemos que demostrarle a la demás gente, a los gobernadores, al Presidente, que lo que don Joaquín dice se hace, nada de lo que promete se pierde en el vacío. Es hombre de trabajo y de palabra…”.

O sea que don Joaquín habla con hechos…

-“Exactamente… El no promete, él nos escucha y luego resuelve…”.

Interesante…

-“Sí, aquí venimos a trabajar porque queremos; nadie nos obliga… No nos pregunte a nosotros nada más; vaya al Germinal mañana, ahí está la población. O haga un recorrido el martes o el viernes por la noche, cuando nosotras mismas limpiamos alcantarillas y barremos hasta las diez de la noche, mientras nuestros esposos trabajan con los taxis. Ahorita preparamos las tierras, ahorita no tenemos cosas sembradas por la sequía, pero estamos preparando las tierras para cuando empiece a llover. Nadie, ninguna de nosotras o de nuestros esposos reciben dinero por esto que hacemos; tampoco se nos ofrece. Lo hacemos por convicción, porque nos estamos ayudando nosotras mismas y ayudando al desarrollo de Ciudad Madero. Eso , estamos convencidas que, en la medida en que se puede, nos ayudan a resolver nuestros problemas. Y ahí está el ejemplo de las placas para los taxis de nuestros maridos. Don Joaquín ayudó a conseguirlas y ahora nuestros ingresos son mayores y vivimos mejor. Además, con lo que somos dueños de nuestras humildes casitas, ya no pagamos renta, como antes. Y todo se lo agradecemos a don Joaquín, que nos ha enseñado a construir y a trabajar en lugar de criticar e insultar. Creemos de verdad, que lo que hacemos debe ser ejemplo para otras partes. Nosotros de marginados, hemos sido incorporados a la sociedad y si todos en México hiciesen lo que hacemos aquí, no habría por qué temerle a la inflación y a la crisis que se vive…”.

¿Y ustedes no resienten la crisis, no les afecta?

-“La sentimos, pero en cierta forma más suave; no se puede decir que no resentimos los efectos pero no de una manera tan fuerte, como en otros lugares. Y es que aquí producimos nuestros propios alimentos y éstos nos salen después mucho más baratos; el salario rinde más. Además, nuestra gente no está acostumbrada a llorar; al contrario, seguimos el ejemplo de don Joaquín, que trabaja los 365 días del año. Nosotros no tenemos domingos, no tenemos días festivos, ¿por qué? Porque si lo vemos a él que de día, que de noche, que domingos, que días festivos trabaja, entonces, nosotros, ¿qué estamos esperando? ¿qué están esperando las demás ciudades para seguir este ejemplo? Dígame, en realidad, no es que uno se apasione, pero es que hemos ido a otras partes y hemos visto que no se hace lo que aquí; aquí los petroleros trabajan en todas las obras sociales para beneficio de la comunidad. No trabajan sólo en lo que es propiamente dicho obras de los petroleros, sino de todo, igual que todos, igual que los niños y sus padres. Aquí en Madero no hay tiempo para descansar, porque para descansar tendremos mucho tiempo en el cementerio”.
¿Dónde, en México, se ha visto algo igual?

El Periodista ofrece botones de muestra. Los incrédulos pueden venir a Ciudad Madero, donde un domingo cualquiera también verían a hombres y a mujeres que apenas disponen de 18 horas para ver a sus familias antes de regresar a Puebla o a Nuevo León, dedicar, dedicar, cuatro horas de su domingo al trabajo voluntario.

¿Por qué se oculta esto al país? ¿A quién o a quiénes puede beneficiar el silencio sobre lo que se realiza en Ciudad Madero?

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