¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Orgullo de los Petroleros
Ciudad Madero:
Los hechos hablan por sí solos
Un pueblo, como el de Ciudad Madero, que trabaja a impulsos de una
mística que sólo puede ser revolucionaria, merece el respeto y el
reconocimiento de la nación.
Es cierto, el periodista no puede ni debe cubrirse con el hipócrita
manto de la imparcialidad, ya que ésta, en última instancia, no existe.
La autenticidad es un requisito, una exigencia, y de manera singular
cuando se trata de procesos tan formidables e interesantes como el que
se registra en la Sección Uno, cuya sede es el corazón mismo de la zona
petrolera. Siempre, de una manera u otra, se es parcial; la neutralidad
es una farsa. La diferencia radica en la ubicación social: del lado del
obrero, del trabajador en general, y en contra de una oligarquía
monopolista insaciable, asociada con el capital extranjero, o a favor de
ésta y el imperialismo. Los términos medios, las medias tintas, forman
parte de las comedias que ya no están para ser representadas en el
teatro del México de hoy.
Lo advertimos el jueves de la semana anterior, día de nuestra
reaparición en el palenque de la letra impresa, es hora de ver la luz
clara de los petroleros, luz que ciega con su fuerza a sectores de una
derecha recalcitrante que tiene miedo pánico al poder de la clase obrera
y a aquellos incapaces de enfrentarse a la realidad, de confrontar la
teoría con la práctica de los hechos concretos. Y repetimos: si se
generaliza el ejemplo de la Sección Uno en toda la República, se habrá
dado un salto de calidad que nos aproximará a la sociedad del futuro.
Por Mario Menéndez Rodríguez
CIUDAD MADERO, Tamaulipas.- Alegre y fresca mañana dominguera, el aire
del Golfo agarra la nariz y un movimiento inusitado se registra por
doquier. Pareciera como si los cerca de doscientos mil habitantes se
hubiesen puesto de acuerdo, la noche anterior, para enseñar al
Periodista visitante lo que es una constante en esta formidable ciudad:
el trabajo voluntario para beneficio de la comunidad.
Las familias enteras han salido de sus hogares desde temprana hora. Unas
-como la de Gloria Gómez de Cuervo y sus compañeras de la populosa
colonia El Blanco- limpian las calles y las aceras próximas a una gran
tienda de consumo popular; otras -como la de Silvia Rodríguez Castillo,
quien semana a semana viene de Cadereyta, en el Estado de Nuevo León,
donde presta sus servicios- cosechan las hortalizas de los huertos de la
comunidad o preparan el terreno para la siembra de la lechuga, el
tomate, la zanahoria, el rábano, el repollo, el pepino…; maestras -como
María de los Angeles Echeverría, Patricia Ostos Villarreal, Francisca
Herrera Morales-, en compañía de sus alumnos se dirigen a determinados
lotes vacíos donde enseñan a los niños “a sembrar comida y sumar
amigos”, a cultivar y amar a la tierra. En una de las granjas de la
Sección Uno, mientras un nutrido grupo de médicos, enfermeras y
empleados del hospital regional de PEMEX -y ahí estaban Adrián Ibáñez,
María Esther García Reyes, Sonia María Vega, Ricardo Avendaño Bárcenas
(fotógrafo, además, y bueno), José Luis Castillo, Eduardo Castro
Pereyra, Adolfo Martínez Tapia, Carlos Díaz Fernández, Germán Zúñiga,
Pedro Coloma, entre otros- recogen la cosecha bajo la supervisión de la
incomparable Doña Lupe, cosecha que inmediatamente después se vende a la
población a la mitad del precio establecido en las grandes cadenas
comerciales de Tampico; mientras esos galenos hacen eso, se repite,
otros -como la doctora Pía Castillo del Angel-, ofrecen consulta
gratuita a la congregación maderense, la congregación que en el presente
cosecha los beneficios del progreso relativo, porque antes “sembró la
semilla de la unidad”. En el cruce de Ignacio Zaragoza y Pino Suárez, el
presidente municipal Erasmo González Martínez y el ex alcalde y ex
diputado federal Julio Dolores Martínez dirigen la pavimentación
hidráulica de las calles, y, en tanto, desde la central de
abastecimiento de materiales de la Sociedad Civil, su presidente Hugo
Barba, también ex alcalde y ex diputado federal, está al pendiente de lo
que se necesita. Más adelante, brigadas de jóvenes constructores
reparan centros escolares, y en la avenida Alvaro Obregón, obreros
petroleros que laboran en la planta Catalina, de Huauchinango, Puebla
-nombres: Rodolfo Martínez Vázquez, Javier Mendoza Banda, Eustolio Sosa
Alexandre, Arturo Piña Cedillo, Víctor Manuel Ruiz Vilches, José
Guadalupe Fidel Barrios, José Sánchez Jaramillo, entre otros-, y que
cada domingo en la madrugada llegan a visitar a sus familias en Ciudad
Madero, para regresar a su lugar de trabajo entre las 7 y las 8 de la
noche del mismo día, colaboran durante tres o cuatro horas para el
embellecimiento de la urbe. A orillas del mar, el joven obrero petrolero
Alfredo Domingo Reyes, (a) “El Ruso”, acelera la construcción,
asesorado por arquitectos e ingenieros de la Universidad Autónoma de
Tamaulipas, de un moderno hospital naturista que se destinará a
rehabilitación y pediatría y que también servirá de santuario para los
ancianos. A escasos kilómetros de Miramar, en medio del fango, grupos de
trabajadores cavan la tierra y construyen presas para almacenar agua y
una variedad de peces que los maderenses adquieren en las tiendas
populares para el consumo familiar.
En ocasiones, debido precisamente a la similitud con la forma como se
desarrolla en Cuba socialista el trabajo voluntario, el periodista no
pudo evitar el traslado mental a la isla de los comités de defensa de la
Revolución.
Y es que Ciudad Madero es una ciudad que rinde culto al trabajo y donde,
por tanto, el obrero se siente legítimamente orgulloso de ser obrero.
Aquí -se afirma-, nunca se ha dudado de México, aunque sí de algunos
mexicanos, pero sobre todo y por encima de todo, de quienes hablan
mucho, critican e insultan y nada o poco hacen por el pueblo trabajador,
o lo poco que hacen está siempre en función de los intereses
personales.
Amas de casa del ex ejido conocido por El Blanco
Situado a un kilómetro de Ciudad Madero, el ex ejido conocido por El
Blanco era, hasta hace poco, un inmenso potrero donde pastaba el ganado
de un reducido número de personas. Sin embargo, el agudo problema
-¿dónde no?- de la vivienda en el puerto de Tampico impulsó a varios
miles de marginados a invadir la tierra para luego construirse una casa
de cartón o de madera. En la actualidad, a cinco mil jefes de familias
se les ha regularizado la tenencia de la tierra y, entre otros
servicios, cuentan con los de agua y luz. ¿Cómo y a través de quién o de
quiénes se logró la solución de tan delicado problema y se alcanzaron
las mejoras?
Las respuestas a las preguntas anteriores las logramos por medio de
entrevistas que sostuvimos con amas de casa de El Blanco a quienes
hallamos realizando trabajo voluntario un domingo cualquiera en los
alrededores de un “mercado del pueblo”, como denominan a la tiendas de
consumo popular de la Sección Uno.
¿Por qué se encuentran aquí? ¿Qué les motiva al trabajo voluntario?
Gloria Gómez de Cuervo responde:
-“Pues ahorita estamos aquí porque se terminó la temporada de la
legumbre y ya no es bueno sembrar verdura en El Germinal (la granja
modelo de la Sección Uno que Pablo Chávez dirige con notable acierto);
hay mucho calor y el agua está escasa. Vea, el año antepasado recogimos
en sólo una hectárea más de 18 mil manojos de rábanos. ¿Qué le parece?
Está bien, ¿verdad? Ahorita tenemos sembrado maíz y ya verá… Claro, y
como no podemos estar de ociosas, pues nos responsabilizamos no sólo de
la limpieza del mercado del pueblo, sino de los alrededores; que la
gente se dé cuenta que las cosas deben mantenerse limpias por dentro y
por fuera…”
Bueno, pero ¿por qué lo hacen?
-“Pues porque, en primer lugar, aprendemos; y, en segundo, porque esta es la escuela de Don Joaquín (Hernández Galicia)…”
¿Son petroleras?
-“No, somos simples amas de casa”.
¿Casadas con petroleros de la Sección Uno?
-“Tampoco”
Y Gloria ríe, para luego agregar:
-“Mire, la mayoría de nuestros esposos son choferes de ruta; otros son
albañiles, y hay quienes trabajan por su cuenta… A usted le inquieta
conocer el por qué hacemos este trabajo voluntario… Pues, mire, lo
hacemos porque queremos motivar y ser ejemplo para el pueblo maderense. Y
así como a nosotras se nos ha motivado, así como nuestra colonia se ha
motivado para que siembre, para que ocupemos los ratos libres en cosas
tan importantes como nuestra ciudad, como Madero, así también queremos
que todos lo hagan, que todos sigan el ejemplo de la escuela de don
Joaquín, que nos ha sabido guiar, porque ha sabido llegar hasta el
pueblo, hasta los de abajo que somos nosotros. Ha visto porque se nos
resuelvan los problemas, y ¿sabe usted? nos resolvió el problema de la
tenencia de la tierra y se está preocupando ahorita por llevarnos una
vivienda decorosa…”.
Pero ustedes invadieron El Blanco, ¿no fue así?
-“Sí, lo invadimos, como se ha hecho en otros lugares; era un ex ejido
convertido en potrero donde pastaba el ganado de unas pocas personas que
se decían poseedoras, dueñas de la tierra… Nuestra situación fue
difícil, pero vimos, con el tiempo, que el señor Hernández Galicia
estaba preocupado porque se regularizara la tenencia de la tierra y hoy
la mayoría de nosotros tiene su escritura… Pero ahora a don Joaquín le
preocupan otros problemas; por ejemplo: la vivienda decorosa y la
comida. Si sembramos es por eso, para producir nosotras mismas el
alimento que luego consumimos a precios muy, pero muy baratos… Encontramos, por ejemplo, que en el rodante un manojo de acelgas le
cuesta a usted entre 12 y 14 pesos. Pero nosotros también la sembramos,
sabemos lo que se lleva y lo que cuesta y en El Germinal sólo nos cuesta
cinco o seis pesos el manojo. Lo mismo le puedo decir del rábano, del
repollo. Sembramos, entonces, para producir alimentos baratos y así
rinde más el salario. Esta es la escuela de don Joaquín, que también nos
ha enseñado a permanecer siempre unidos porque, ¿sabe usted?, mientras
estemos unidos vamos a progresar… Mire,
Si va usted mañana al Germinal, va a ver a un grupo de nuestros esposos.
Todos somos amigos, porque todos sembramos la misma tierra y cosechamos
los alimentos que necesitamos…”.
Y la gente que mañana lunes va al Germinal ¿vienen todos de El Blanco?
-“La mayoría, pero hay un grupo de choferes que viene de otras colonias.
Es gente agradecida que obtuvo los juegos de placas para sus
automóviles gracias a don Joaquín. Y la tenencia no es fácil de
obtenerla…”.
Y, ¿por qué cree usted que en otros lugares se critica a don Joaquín?
-“Bueno, porque usted sabe que a todo el que trabaja, a todo el que hace
obras buenas, se le envidia… la envidia que sienten otros que no saben
hacer el bien… Véame, usted, usted véame ahorita, usted es periodista o
no sé qué será, pero dígame usted dónde, en qué lugar se hace lo que
nosotros hacemos aquí…”.
Bueno, en Cuba…
-“No, no, yo me refiero aquí en México…”.
No: no hay, por eso estamos aquí…
-“Deme usted un lugar donde las amas de casa hacen lo que hacemos aquí…
nuestros problemas, ¿quién nos los ha resuelto? Hemos acudido a
gobernadores, hemos acudido, inclusive, a ver hasta al Presidente de la
República y nunca se nos ha dejado entrar, nunca se nos ha dado entrada.
En cambio, don Joaquín se ha puesto al nivel del pueblo, al nivel de
los de abajo. A él sí lo podemos entrevistar y él nos ha podido resolver
los problemas que tenemos. Por eso llevamos un medio de vida un poco
mejor, ¿verdad? Porque él nos ha hecho caso…”.
¿Cuántas familias viven hoy en El Blanco?
-“Uhhh… ahorita El Blanco es tan grande que tiene usted como unas cinco mil familias…”.
Y, ¿tienen todos sus escrituras? ¿Y la luz? ¿Y el agua?
-“Todo lo tenemos, gracias a don Joaquín, y no vaya usted a creer que el
agua se podía resolver fácilmente, fue difícil… Ahora don Joaquín se
preocupa por nuestras viviendas, porque algunas son todavía de cartón,
otras de madera, y las menos de material… Hay un programa de la Sección
Uno para la construcción de viviendas decorosas que nos resolverá el
problema… ¿Ve? Tenemos que trabajar, el pueblo maderense todo tiene que
trabajar… somos leales, agradecidos, y tenemos que demostrarle a la
demás gente, a los gobernadores, al Presidente, que lo que don Joaquín
dice se hace, nada de lo que promete se pierde en el vacío. Es hombre de
trabajo y de palabra…”.
O sea que don Joaquín habla con hechos…
-“Exactamente… El no promete, él nos escucha y luego resuelve…”.
Interesante…
-“Sí, aquí venimos a trabajar porque queremos; nadie nos obliga… No nos
pregunte a nosotros nada más; vaya al Germinal mañana, ahí está la
población. O haga un recorrido el martes o el viernes por la noche,
cuando nosotras mismas limpiamos alcantarillas y barremos hasta las diez
de la noche, mientras nuestros esposos trabajan con los taxis. Ahorita
preparamos las tierras, ahorita no tenemos cosas sembradas por la
sequía, pero estamos preparando las tierras para cuando empiece a
llover. Nadie, ninguna de nosotras o de nuestros esposos reciben dinero
por esto que hacemos; tampoco se nos ofrece. Lo hacemos por convicción,
porque nos estamos ayudando nosotras mismas y ayudando al desarrollo de
Ciudad Madero. Eso sí, estamos convencidas que, en la medida en que se
puede, nos ayudan a resolver nuestros problemas. Y ahí está el ejemplo
de las placas para los taxis de nuestros maridos. Don Joaquín ayudó a
conseguirlas y ahora nuestros ingresos son mayores y vivimos mejor.
Además, con lo que somos dueños de nuestras humildes casitas, ya no
pagamos renta, como antes. Y todo se lo agradecemos a don Joaquín, que
nos ha enseñado a construir y a trabajar en lugar de criticar e
insultar. Creemos de verdad, que lo que hacemos debe ser ejemplo para
otras partes. Nosotros de marginados, hemos sido incorporados a la
sociedad y si todos en México hiciesen lo que hacemos aquí, no habría
por qué temerle a la inflación y a la crisis que se vive…”.
¿Y ustedes no resienten la crisis, no les afecta?
-“La sentimos, pero en cierta forma más suave; no se puede decir que no
resentimos los efectos pero no de una manera tan fuerte, como en otros
lugares. Y es que aquí producimos nuestros propios alimentos y éstos nos
salen después mucho más baratos; el salario rinde más. Además, nuestra
gente no está acostumbrada a llorar; al contrario, seguimos el ejemplo
de don Joaquín, que trabaja los 365 días del año. Nosotros no tenemos
domingos, no tenemos días festivos, ¿por qué? Porque si lo vemos a él
que de día, que de noche, que domingos, que días festivos trabaja,
entonces, nosotros, ¿qué estamos esperando? ¿qué están esperando las
demás ciudades para seguir este ejemplo? Dígame, en realidad, no es que
uno se apasione, pero es que hemos ido a otras partes y hemos visto que
no se hace lo que aquí; aquí los petroleros trabajan en todas las obras
sociales para beneficio de la comunidad. No trabajan sólo en lo que es
propiamente dicho obras de los petroleros, sino de todo, igual que
todos, igual que los niños y sus padres. Aquí en Madero no hay tiempo
para descansar, porque para descansar tendremos mucho tiempo en el
cementerio”.
¿Dónde, en México, se ha visto algo igual?
El Periodista ofrece botones de muestra. Los incrédulos pueden venir a
Ciudad Madero, donde un domingo cualquiera también verían a hombres y a
mujeres que apenas disponen de 18 horas para ver a sus familias antes de
regresar a Puebla o a Nuevo León, dedicar, sí dedicar, cuatro horas de
su domingo al trabajo voluntario.
¿Por qué se oculta esto al país? ¿A quién o a quiénes puede beneficiar el silencio sobre lo que se realiza en Ciudad Madero?
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