La Jornada
Historia sin fin
Campearon los cochupos
miel sobre hojuelas, como se difundió por casi todos lados, se equivoca. Lo del tal congreso apenas empieza.
Bastaría sólo con que se argumentara que todos los comités estatales del partido trabajan en la ilegalidad, porque en ninguno se han celebrado las elecciones que marcan los estatutos de esa organización; es decir, hacen su trabajo con la fecha de caducidad vencida.
En otras palabras, los hombres y las mujeres (en buena parte) que dieron sus votos a los diferentes resolutivos del congreso lo hicieron desde un cargo que no deberían ostentar, porque es muy probable que la composición del consejo hubiera sido diferente, y con ello los resultados del congreso.
Y no sólo eso. Al mejor estilo del Pacto por México, en aquella reunión se creó, fuera de estatutos y de todo acto democrático, una
mesa política(así se le llamó), donde sólo los jefes de las tribus discutían y acordaban el rumbo que deberían tomar los trabajos de la reunión nacional de ese partido, y luego, ya bien planchados, se presentaban como acuerdos indiscutibles, que se votaban por mero trámite.
Las anomalías que deberán analizar quienes tienen facultades para ello sobran, y son tan obvios los posible actos que contravengan la legalidad en ese partido que será muy difícil dejarlos de lado o crear pretextos que den la razón a los chones, perdón, a los chuchos y sus aliados, también chones, de la tribu de Bejarano, que antes que perder sus privilegios mejor enlodan a su partido y se pliegan a la voluntad de sus enemigos cercanos: Nueva Izquierda.
Por eso decimos que la historia de ese congreso aún no está cerrada. Todavía veremos correr mucha agua por ese cauce. La militancia, por lo pronto, esa que asistió a Oaxtepec, sabe a la perfección que sus votos nada tuvieron que ver con sus convicciones, pero eran órdenes que no deberían ser cuestionadas, y transigieron con tamaña mentira.
La propuesta pedía que la militancia conociera cada uno de esos acuerdos y que fuera ella misma, la militancia, la que decidiera qué camino debería tomar el partido. A todas luces se trataba de una propuesta que dejaría sin dientes a los dirigentes en esos casos, y, aunque la idea fue aplaudida, se desechó en la votación por órdenes de los jefes tribales.
Cosas así sucedieron en Oaxtepec y dejaron al PRD al borde su desaparición como organización con peso político para orientar a la ciudadanía.
Y es que muy pocos comprenden que, para conocer al PRD de hoy, hay que entender a plenitud sus cochupos. La pelota estará dentro de muy poco en la cancha de los tribunales, lo que no resulta muy esperanzador para la militancia. ¿Así es la política?
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