¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
La impunidad como síndrome nacional
Magdalena Gómez
Son diversos los casos
de violación grave de derechos humanos que permanecen bajo el manto de
la impunidad en todo el país. Destaco los emblemáticos de 1968 y 1971 y
la masacre de Acteal, en 1997. Las discusiones del año 2000 sobre la
pertinencia de crear una comisión de la verdad o bien una fiscalía
especializada en la investigación sobre delitos del pasado privilegió
esta última bajo el supuesto de que tendría efectos jurídicos inmediatos
con la consignación de presuntos responsables. Hoy seguimos sin
sentenciados por esos crímenes, y en el caso de Acteal con sentenciados
como autores materiales liberados en el último tiempo por
consideraciones de violación al debido proceso, mientras la autoría
intelectual se encuentra en el limbo. Quien fue presidente de la
República en tiempos de masacres obtiene nominaciones a favor de la paz y
el diálogo, y logra el ingreso como miembro al colectivo The Elders, a
la vez que obtiene un triunfo jurídico político con la decisión del juez
de la corte de distrito del estado de Connecticut, que desechó la
demanda en su contra por su presunta responsabilidad en la matanza de
Acteal en 1997. Por su parte, su autoexonerado secretario de Gobernación
Emilio Chuayffet hoy despacha en la oficina de la SEP, mientras la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos sigue estudiando el caso. En
los hechos el crimen de Estado se mantiene impune, con lo cual la
ausencia de justicia conlleva el vacío de garantías de no repetición.
Justamente en estos días se vivieron en Chiapas señales de alto
riesgo que deberían motivar una intervención social decidida para exigir
garantías.
La organización civil Las Abejas sabe de qué habla cuando
evoca el ambiente de confrontación que precedió a la masacre de Acteal
en relación con los recientes hechos violentos en el ejido Puebla
(municipio de Chenalhó),
motivados por una presunta disputa por el
terreno que ocupa hace décadas una ermita católica.
Por ello consideran
que son un mensaje de odio y de violencia
.
Evangélicos priístas,
vinculados con los paramilitares que perpetraron la masacre de Acteal,
detuvieron en días pasados a tres tzotziles,
acusándolos sin pruebas de contaminar
el agua de la comunidad.
Las diferencias por motivos religiosos se han
presentado décadas atrás,
pero la clave para que no deriven en
conflictos mayores ha estado anclada en los procesos de conciliación
internos,
ello cuando el ámbito comunitario no está penetrado por
intereses caciquiles frecuentemente asociados de manera especial al que
otrora fue considerado partido oficial.
Sin embargo,
la región
actualmente mantiene latente la tensión derivada de la estrategia
contrainsurgente aplicada,
entre otros elementos,
con el apoyo y/
o la
formación de grupos paramilitares.
De esta manera se configura el
escenario de los llamados conflictos intracomunitarios
con los
que el Estado pretende exculparse.
El componente de provocación está
claro,
por ello la junta de buen gobierno de Oventic denunció la
violencia ocurrida el pasado 20 de julio en el ejido Puebla,
municipio
autónomo de San Pedro Polhó.
Y señaló:
el problema aparentemente es
sobre la construcción de la ermita; cuando en realidad es un ataque
contra las bases de apoyo zapatistas y sus simpatizantes, que desde hace
años también son víctimas de amenazas, desplazamientos y otras
barbaridades de paramilitares, autoridades comunitarias, municipales,
estatales y federales
.
Y sentenció:
Los gobiernos, jueces y ministerios son expertos en fabricar delitos a personas inocentes y nunca en aplicar justicia
.
Los detenidos fueron liberados con la defensa del centro Frayba.
Evidentemente,
el conflicto no está desactivado y por acción u omisión
son presuntos responsables de lo que suceda tanto el gobierno en Chiapas
como el federal.
De la Cocopa poco o nada se puede esperar ocupados
como están los partidos en disputarse el turno de su presidencia que les
da acceso a recursos.
La CNDH bien haría en acercarse a Chenalhó y dar
cuenta del riesgo latente de repetición que lamentablemente está
presente.
Lejos estamos en el país de condiciones para ejercer el
llamado derecho a saber,
derecho colectivo que tiene origen en la
historia para evitar que en el futuro las violaciones se reproduzcan.
Lo
dijo muy bien Joinet en su clásico informe sobre impunidad:
“Para poder
dar la vuelta a la página es necesario ¡haberla leído! Pero la lucha
contra la impunidad no es tan sólo una cuestión jurídica y política;
¿no
nos olvidamos a menudo de su dimensión ética? (
Informe final M. Joinet
ONU CDH,
49 sesión Distr. General E/
CN.
4/
Sub.
2/
1997/
20/
Rev.
12 octubre
de 1997.)
Obviamente el gobierno federal no está para dimensiones éticas;
sus
empeños están en sus llamadas reformas estructurales,
en abrir al
capital privado el control del petróleo,
lo cual no es privatizar,
dicen,
con Perogrullo como libro de cabecera.
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