¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
El cuadrante de la soledad
Rolando Cordera
Mañana lunes se darán a
conocer las cifras sobre pobreza y desigualdad que el Consejo Nacional
de Evaluación de la Política Social (Coneval) calcula con base en la
Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) que el
Inegi dio a conocer en días pasados. El retrato del México de hoy que
esa información dibuja es del todo distinto a la que se dieron a
divulgar los publicistas oficiales y la miríada de oficiosos “ spin doctors” que hizo emerger el cambio de gobierno y el ascenso del PRI a la Presidencia de la República.
Junto con los datos difundidos el martes sobre el empleo,
lo que el
Coneval nos dirá completa el cuadrante de la soledad a que nos ha
llevado la crisis global que se esparce sin darle cuartel a nadie pero,
sobre todo,
el mantenimiento de la estrategia de desarrollo basada en el
crecimiento hacia fuera ligado a las exportaciones.
Somos igual de
desiguales que hace dos años,
tenemos más pobres conviviendo con
nosotros,
no sólo en el sombrío mundo rural sino en las otrora
presuntuosas urbes del centro y el norte de México,
donde la mayoría de
nuestros trabajadores viven una circunstancia dolorosa de
vulnerabilidad,
falta de protección y seguridad social,
además de los
bajos o mediocres salarios.
Nos guste o no esta deforme modernidad que se desplegó con el nuevo
milenio,
es imperioso admitirla como el dique principal que impide
siquiera pensar en la recuperación del sueño secular de la Grandeza Mexicana que nos pintó Bernardo de Balbuena y que Salvador Novo quiso reditar en el siglo anterior.
Insistir en que esa grandeza está a la vuelta de la esquina,
como se
empeñan en hacerlo el gobierno y su coro de aficionados a la invención
de expectativas,
no hará sino enturbiar el panorama,
acentuar el encono
de muchos grupos y comunidades desamparadas y acabar de sofocar el clima
de mutismo que impera en la vida pública para volverlo abierto y
destructivo autismo,
lo peor que le puede acaecer a una democracia como
la que tenemos,
sostenida en castillos de arena con cimientos de
desigualdad social y económica inicuos.
La tentación de proclamar que el modelito ha tocado fondo,
sin
embargo,
se estrella contra el escenario lúgubre de Europa y la
incertidumbre que embarga a la patria de Lincoln.
El margen de maniobra
para actuar en contra del ciclo recesivo y en pro del empleo digno se ha
estrechado aún más,
pero es razonable todavía imaginar que con base en
la población y su juventud podría echarse a caminar la máquina
productiva con que contamos y abrir senderos para otro curso de
evolución económica y social.
Para esto se requiere algo más,
mucho más,
que la paciencia
inveterada del pueblo,
la elocuencia desatada de los que mandan o la
insolencia de los ricos que no cesan en su acoso chantajista con un
gobierno solícito y atento a sus designios.
Se hace camino al andar,
dice el poema;
lo malo es que la maleza
insolente de la rutina en que han caído los grupos dirigentes no deja
ver los muchos baches que más de dos décadas de necedad han creado,
no
sólo al pasar sino para adelante.
El ruido y la furia vendrán,
porque después de todo no somos tan
singulares.
Mas consolarse con eso no sirve para imaginar y diseñar la
invención de auténticas estructuras de oportunidad para un tránsito
prometedor.
Pero así y con lo que tenemos,
hay que abrirse paso,
sin
prisa pero sin pausa.
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