¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
¿Justicia implacable, pero también impecable?
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Al escuchar a los principales funcionarios públicos hablar de los
grandes problemas nacionales, cualquiera podría creer que México es un
país que transitó con éxito del subdesarrollo a la prosperidad, que
tiene un futuro luminoso y que no hay sombras que empañen la marcha de
la sociedad hacia objetivos de igualdad social y democracia
participativa. Vale decirlo porque en los cinco meses que lleva el
gobierno de Enrique Peña Nieto, no hay día en que no escuchemos
grandilocuentes discursos sobre brillantes diagnósticos de la realidad,
que concluyen con no menos elocuentes promesas de cambios que beneficien
sobre todo a los que menos tienen.
Sin
embargo, en los hechos no se refleja el optimismo de los miembros del
aparato gubernamental, como lo demuestra el drama de la violencia que no
cesa con su secuela de disconformidad y desasosiego de la gente. De
cualquier forma, las peroratas continúan con la misma tesitura de éxitos
que no se ven por ningún lado. Aunque a veces se tenga que aterrizar un
poco en la realidad, como en la inauguración de la 29 Conferencia
Nacional de Procuradores, donde Peña Nieto aceptó que “será en el
mediano plazo que la sociedad recupere la confianza en sus instituciones
y en la autoridad”.
Ese periodo, lo sabemos, puede seguirse alargando durante el sexenio,
porque desgraciadamente la procuración de justicia en el país será
conforme lo permitan las circunstancias, que son y seguirán siendo
adversas a los que menos tienen. Con ellos la justicia es implacable,
sin importar si es o no impecable. Lo curioso del caso es que el propio
Peña Nieto tiene el remedio a semejante aberración social: “La fórmula
de progreso y desarrollo, más la participación del Estado para asegurar
una justa distribución de la riqueza, y el establecimiento de
condiciones de mayor seguridad”.
El fondo del asunto es que no se ve progreso y desarrollo por ningún
lado, sino todo lo contrario desde que la tecnocracia neoliberal dio su
golpe de Estado para garantizar la toma del poder para favorecer
intereses trasnacionales. Tampoco hay una mínima intención de favorecer
cambios que incidan en una justa distribución de la riqueza, sin la cual
seguirá adelante la descomposición acelerada del tejido social en
México, como lo demuestra la creciente inseguridad en el país, que ya
llegó incluso a la capital, como lo revela el secuestro de once jóvenes
en un antro de la Zona Rosa, sin que después de una semana se sepa su
paradero.
Asimismo, Jesús Murillo Karam, procurador general de la República, sabe
muy bien, pues así lo dijo, que “la libertad y la paz están ligadas a
la certeza de la justicia”. Está plenamente consciente de que “no
podemos quedar como un Estado pasivo, pero menos aún como un Estado
represivo”. Sin embargo, la realidad demuestra que no hay una voluntad
política mínima para garantizar certeza en la procuración de justicia. Y
como Murillo mismo lo dijo, “no se puede hablar de justicia en concreto
cuando ésta no es plena ni para cubrir las necesidades elementales de
la sociedad”.
Es válido preguntarse: ¿cuándo será posible que gocemos en México de una
justicia elemental que contribuya a recomponer el tejido social? La
respuesta es muy clara: nunca en el actual modelo de desarrollo del
país, absolutamente contrario a ese objetivo irrenunciable. Será
factible en la medida que el Estado deje de ser rehén de la oligarquía, a
la cual sirve incondicionalmente, no obstante que al hacerlo se
perjudica a sí mismo porque incumple su función de ser un árbitro
imparcial de la sociedad en su conjunto.
Está visto que el Estado neoliberal es implacable con las clases
mayoritarias, sin importar que así genera condiciones de injusticia
plena que deterioran la confianza en las autoridades. Eso es irrelevante
mientras sea impecable en el tratamiento a los poderosos, quienes
mientras estén satisfechos, lo demás no tiene importancia. De ahí que la
corrupción haya aumentado en los últimos treinta años a niveles
extraordinarios, como si cada sexenio estuviera comprometido con dejar
una camada de funcionarios millonarios más grande que la anterior.
Por eso es dudoso que Andrés Granier sea puesto tras las rejas, no
obstante el enorme peculado cometido. Se daría paso a un precedente que
no le conviene al grupo en el poder.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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