sábado, 1 de junio de 2013

Y las peroratas continuan a todas horas

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
¿Justicia implacable, pero también impecable?
Guillermo Fabela Quiñones


Apuntes

Al escuchar a los principales funcionarios públicos hablar de los grandes problemas nacionales, cualquiera podría creer que México es un país que transitó con éxito del subdesarrollo a la prosperidad, que tiene un futuro luminoso y que no hay sombras que empañen la marcha de la sociedad hacia objetivos de igualdad social y democracia participativa. Vale decirlo porque en los cinco meses que lleva el gobierno de Enrique Peña Nieto, no hay día en que no escuchemos grandilocuentes discursos sobre brillantes diagnósticos de la realidad, que concluyen con no menos elocuentes promesas de cambios que beneficien sobre todo a los que menos tienen.

Sin embargo, en los hechos no se refleja el optimismo de los miembros del aparato gubernamental, como lo demuestra el drama de la violencia que no cesa con su secuela de disconformidad y desasosiego de la gente. De cualquier forma, las peroratas continúan con la misma tesitura de éxitos que no se ven por ningún lado. Aunque a veces se tenga que aterrizar un poco en la realidad, como en la inauguración de la 29 Conferencia Nacional de Procuradores, donde Peña Nieto aceptó que “será en el mediano plazo que la sociedad recupere la confianza en sus instituciones y en la autoridad”.

Ese periodo, lo sabemos, puede seguirse alargando durante el sexenio, porque desgraciadamente la procuración de justicia en el país será conforme lo permitan las circunstancias, que son y seguirán siendo adversas a los que menos tienen. Con ellos la justicia es implacable, sin importar si es o no impecable. Lo curioso del caso es que el propio Peña Nieto tiene el remedio a semejante aberración social: “La fórmula de progreso y desarrollo, más la participación del Estado para asegurar una justa distribución de la riqueza, y el establecimiento de condiciones de mayor seguridad”.

El fondo del asunto es que no se ve progreso y desarrollo por ningún lado, sino todo lo contrario desde que la tecnocracia neoliberal dio su golpe de Estado para garantizar la toma del poder para favorecer intereses trasnacionales. Tampoco hay una mínima intención de favorecer cambios que incidan en una justa distribución de la riqueza, sin la cual seguirá adelante la descomposición acelerada del tejido social en México, como lo demuestra la creciente inseguridad en el país, que ya llegó incluso a la capital, como lo revela el secuestro de once jóvenes en un antro de la Zona Rosa, sin que después de una semana se sepa su paradero.

Asimismo, Jesús Murillo Karam, procurador general de la República, sabe muy bien, pues así lo dijo, que “la libertad y la paz están ligadas a la certeza de la justicia”. Está plenamente consciente de que “no podemos quedar como un Estado pasivo, pero menos aún como un Estado represivo”. Sin embargo, la realidad demuestra que no hay una voluntad política mínima para garantizar certeza en la procuración de justicia. Y como Murillo mismo lo dijo, no se puede hablar de justicia en concreto cuando ésta no es plena ni para cubrir las necesidades elementales de la sociedad”.

Es válido preguntarse: ¿cuándo será posible que gocemos en México de una justicia elemental que contribuya a recomponer el tejido social? La respuesta es muy clara: nunca en el actual modelo de desarrollo del país, absolutamente contrario a ese objetivo irrenunciable. Será factible en la medida que el Estado deje de ser rehén de la oligarquía, a la cual sirve incondicionalmente, no obstante que al hacerlo se perjudica a mismo porque incumple su función de ser un árbitro imparcial de la sociedad en su conjunto.

Está visto que el Estado neoliberal es implacable con las clases mayoritarias, sin importar que así genera condiciones de injusticia plena que deterioran la confianza en las autoridades. Eso es irrelevante mientras sea impecable en el tratamiento a los poderosos, quienes mientras estén satisfechos, lo demás no tiene importancia. De ahí que la corrupción haya aumentado en los últimos treinta años a niveles extraordinarios, como si cada sexenio estuviera comprometido con dejar una camada de funcionarios millonarios más grande que la anterior.

Por eso es dudoso que Andrés Granier sea puesto tras las rejas, no obstante el enorme peculado cometido. Se daría paso a un precedente que no le conviene al grupo en el poder.

(guillermo.favela@hotmail.com)

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