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La Jornada
Navegaciones
Tras los pasos de Snowden
¿Y dónde quedó Bradley Manning?
Pedro Miguel
El tránsito de Edward
Snowden desde Hong Kong hacia quién sabe dónde ha provocado un revuelo
mundial en los medios y encontronazos agrios de la diplomacia
estadunidense con los gobiernos de Hong Kong, China, Rusia y Ecuador: el
Departamento de Estado acusa a la ciudad china autónoma de haber
permitido la salida de un fugitivo; achaca a Pekín el haber tenido parte
importante en la decisión; reprocha a Moscú que no haya efectuado una
entrega expedita del ex consultor de la CIA y la NSA y advierte a Quito
que habrá consecuencias
si el gobierno de Rafael Correa decide
otorgar refugio a Snowden. En general, Washington amenaza a todos los
que colaboren en la fuga del infidente con tomar represalias
–diplomáticas y, a lo sumo, económicas, se entiende.
Oficialmente,
Edward Snowden permanece,
desde el domingo en la
mañana,
en la zona internacional de tránsito del aeropuerto moscovita de
Sheremetyevo.
El martes el vuelo de Aeroflot que supuestamente llevaría
a Snowden a La Habana despegó de suelo ruso repleto de periodistas que
compraron el boleto correspondiente con el único propósito de
entrevistar al prófugo en las largas horas de vuelo hacia la capital
cubana.
Para su desgracia hubieron de conformarse con matar el tiempo
fotografiando los dos asientos vacíos reservados por Snowden y por la
abogada Sarah Harrison,
integrante de Wikileaks a la que le fue
encomendada la misión de asistir al estadunidense en su incierto viaje
de Hong Kong hacia Islandia,
Cuba,
Venezuela o Ecuador.
Ese mismo día el
presidente Vladímir Putin y su canciller, Serguéi Lavrov,
se ampararon
en el hecho de que Snowden no ha cruzado la frontera rusa
–
en
referencia a que no ha llegado a los controles de migración del
aeródromo–
y apelaron a la ficción de que tal área es una suerte de tierra de nadie
en la que las autoridades no tienen injerencia.
El mandatario ruso
aseguró que el ex contratista era un hombre libre que podía dirigirse
hacia donde le diera la gana,
y mientras más pronto, mejor
.
Pero,
hasta donde se sabe,
Snowden no ha abandonado Sheremetyevo.
¿Meses en un aeropuerto?
Algunos atribuyen la demora al hecho de que ninguna
aerolínea está dispuesta a venderle un boleto porque carece de
pasaporte, toda vez que el suyo fue revocado por el Departamento de
Estado. En un primer momento, Wikileaks afirmó que Snowden viajaba con
un documento de refugiado que le habría sido otorgado por el gobierno
ecuatoriano –el cual podría demorarse meses
en decidir sobre su
solicitud de asilo–, pero el hecho fue desmentido por las autoridades de
Quito; el ex juez español Baltasar Garzón, abogado de Julian Assange,
se rehusó a defender al perseguido estadunidense, y los ávidos
periodistas siguen peinando la zona internacional de tránsito de la
terminal aérea moscovita sin encontrar rastro alguno del prófugo. El
martes WikiLeaks señaló en un tuit que la cancelación de pasaporte de
Snowden y la intimidación a países intermediarios pueden mantenerlo
permanentemente en Rusia. No es el equipo más brillante en el
(Departamento de) Estado
. Ayer algunos medios occidentales afirmaron
que el FBI estadunidense y el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antes
KGB) ruso habían establecido contactos sobre el caso Snowden
y
que desde la víspera el director del FBI, Robert Mueller, se había
comunicado al menos en dos ocasiones con el jefe del FSB, Alexandr
Bórtnikov. La organización de Julian Assange informó ayer que el ex
consultor no está siendo interrogado por el FSB; se encuentra bien y Harrison lo acompaña de manera permanente
.
Desde los primeros días de este mes,
cuando The Guardian
empezó a revelar los documentos filtrados por Snowden,
en los que se
exhibía el gigantesco aparato de espionaje electrónico de la NSA y su
uso contra ciudadanos estadunidenses y extranjeros,
así como contra
universidades,
empresas y funcionarios de otros países,
a la presidencia
de Barack Obama no la calienta el sol,
por más que su titular sude
copiosamente en los jardines de la Casa Blanca en conferencias de prensa
dedicadas por completo a otros temas.
El secretario de Estado,
John
Kerry,
papalotea por medio planeta y oscila entre la amenaza y la
súplica para que alguien en el mundo le haga la caridad de ayudarlo a
echarle el guante al revelador de prácticas de gobierno ilegales y
vergonzosas.
Mientras tanto,
las derechas estadunidenses –
republicanas y
demócratas–
acosan a Obama,
lo acusan de blandengue ante Rusia –
como si
pretendieran tomar por asalto un aeropuerto moscovita para secuestrar a
Snowden y llevarlo a la fuerza a territorio estadunidense–
y piden
sumergir al ex empleado de la NSA y de la CIA en un baño de ácido
hirviente,
o algo así.
De acuerdo con los datos disponibles,
el causante
del revuelo permanece en Sheremetyevo,
sea porque no puede salir de
allí,
sea porque está meditando su próxima jugada.
¿Y dónde quedó Bradley Manning?
De lo que (casi) nadie se acuerda, a estas alturas del
escándalo, es dónde quedó Bradley Manning, el soldado estadunidense que
filtró centenares de miles de documentos secretos que permitieron al
mundo conocer, sin veladuras, el horror de los crímenes de guerra
perpetrados por Washington en Irak y Afganistán, así como las turbias
injerencias diplomáticas que conforman la política exterior real de
Estados Unidos en el mundo.
Es pertinente recordarlo:
por estos días,
Manning sigue enfrentando
un juicio militar amañado y grotesco que no tiene por objeto hacer
justicia sino a)
sentar un precedente para disuadir de antemano a
cualquier empleado del gobierno de Washington que sienta la tentación de
revelar podredumbres clasificadas,
y b)
forzarlo a incriminar a Julian
Assange a fin de que las dependencias judiciales estadunidenses tengan
un asidero para emprender una persecución formal en contra del
australiano.
Como lo recuerda una nota de David Carr y Ravi Somaiya
publicada el martes pasado por The New York Times (
http://goo.gl/mMZOX),
el gobierno de Estados Unidos no se ha olvidado de él
y varias
dependencias oficiales siguen investigando a Assange y a WikiLeaks, y
un gran jurado ha girado citatorios a testigos; decenas de miles de
páginas han sido recopiladas como pruebas y al menos cuatro ex
integrantes de WikiLeaks han hecho contacto con autoridades
estadunidenses que investigan a Assange para hablar de asuntos
confidenciales
.
Sin embargo,
dicen los autores de la nota,
la
persecución pondría a la administración en un territorio legal engañoso:
Wikileaks es una organización internacional y, a diferencia del soldado
Manning y de Snowden, Assange y los miembros de su equipo no trabajaron
para el gobierno o sus contratistas y no podrían ser acusados de
espionaje
.
Manning,
por su parte,
acude día a día a las audiencias del proceso
que preside la coronel Denise Lind a enfrentarse con cosas tan absurdas
como la prohibición de argumentar que,
al filtrar documentos
gubernamentales,
actuó en función del interés público,
un atropello que
ha escandalizado incluso a Amnistía Internacional (
http://goo.gl/tGC5H),
pese a la timorata postura adoptada por esa organización ante la persecución contra Manning,
Assange y Wikileaks en general (
http://goo.gl/vBvqc).
Según Clark Stoeckley,
uno de los pocos civiles a los que se ha
permitido el acceso a la sala donde se realiza el juicio,
y quien
registra en dibujos lo que ocurre en el sitio,
lo que más me ha
sorprendido es la confianza de Bradley y su buen humor; al oírlo,
encuentro que es inteligente, sincero y valiente
(
http://goo.gl/O87ml).
Enlaces:
Los cables sobre México en WikiLeaks
Sitio especial de La Jornada sobre WikiLeaks
navegaciones.blogspot.com
Twitter: @Navegaciones
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