¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
Forzar la continuidad
Luis Linares Zapata
Los arrestos
transformadores del actual gobierno al parecer se agotaron en el
discurso de campaña. A un año de que el PRI fue declarado triunfador de
la pasada elección federal, el panorama que espera a los mexicanos se ha
clarificado. La continuidad seguirá a marchas forzadas hasta consumir
las pocas reservas de legitimidad que quedan al gobierno. Todas las
llamadas reformas estructurales llevan el duro, nocivo estigma de la
desigualdad. Pero todavía más lo certifican las posturas que se adoptan
desde la cúspide decisoria ante casi cualquier circunstancia y
oportunidad. Ninguna de las acciones que se han llevado a cabo apunta en
dirección contraria al curso concentrador del ingreso. La lucha entre
los factores, capital y trabajo, ya de por sí desbalanceada en favor del
primero (60 a 40), sigue el curso previsto por las elites del país. Las
condiciones de vida del grueso de la población, en cambio, se
deterioran a pasos consistentes.
El piso salarial marcado por los mínimos recién aprobados es un
indicador más que evidente de las pretensiones depredadoras del poder
establecido.
El crecimiento desatado de los precios,
en especial de
aquellos que integran la canasta básica,
así lo confirma.
No hace falta
repetir aquí las cifras que sustentan tal fenómeno,
las angustias
cotidianas de las mayorías nacionales le confieren validez y certezas
suficientes.
Los resultados de los recientes trabajos del Inegi,
profundizando la morfología de las clases sociales,
ayuda a visualizar
la tragedia que implica el volumen de pobres existentes:
60 por ciento
del total se integra a tan vilipendiado grupacho.
Todavía no se puede
predicar a México la categoría clase mediera como estatus ideal,
aunque
los esfuerzos de los difusores y académicos orgánicos siguen tal ruta.
Las recientes declaraciones del presidente Peña Nieto con motivo de
su presencia en la reunión del G-
8 son de una cortedad de miras notable.
Sus pretensiones se reducen a buscar inversionistas por la vía de
promocionarse como concertador eficaz.
La vestimenta que los centros
hegemónicos le vienen diseñando,
al parecer,
ha calado y agrandado sus
ilusiones de vendedor estelar.
Su presencia entre esos mandones del
mundo no busca introducir una ojeada propia,
aunque sea discordante,
sobre los problemas que ahí se discuten.
La crisis europea debida,
principalmente,
a la imperante distribución inequitativa y creciente con
su falta de empleo desatada por las políticas neoliberales,
cae fuera
de sus alcances e interés.
Poco dirá,
si acaso,
sobre los paraísos
fiscales mantenidos contra toda marea por el mundo corporativo europeo.
Nada ha dicho sobre el espionaje estadunidense recién denunciado.
Tampoco adelanta opinión sobre la guerra civil de Siria.
Menos aún
parece interesarle la rebelión ciudadana turca.
Él quiere promover la
imagen de un gobierno reformista (
el suyo,
claro está)
entrón,
decidido a
proteger y dar garantías al capital.
Hacer mutis total ante la
desigualdad,
real centro de gravedad que aqueja a los mexicanos,
es su
trazado destino.
La muy cacareada reforma educativa entró en un tobogán de
silencios y maniobras secretas.
El haber programado las leyes
secundarias para un próximo periodo del Congreso certifica la sordera
del Ejecutivo para introducir modificaciones de fondo.
La insurgencia
magisterial sólo fue apaciguada: l
as mesas de la Secretaría de
Gobernación para eso fueron montadas.
El conflicto,
por tanto,
seguirá
su curso y en el mejor de los casos desde la perspectiva oficial se irá
diluyendo con el tiempo.
El sistema educativo,
mientras,
aceptará
cambios administrativos y laborales pero nada más.
Las respuestas a las
muchas interrogantes sobre el tipo de educación requerida para un México
futuro seguirán siendo soslayadas.
Las telecomunicaciones no
modificarán,
ni en el mediano plazo,
su estructura monopólica.
Las dos
nuevas cadenas televisivas por licitar,
de iniciarse su adjudicación
inmediata,
todavía tardarán varios años para que logren algún impacto
positivo en la pobretona oferta actual.
El mercado publicitario seguirá
dominado por el actual duopolio.
En la telefonía,
celular y fija,
será
difícil visualizar el rompimiento de la dominancia de América Móvil.
Aunque,
posiblemente,
se pueda abrir una brecha para la presencia de los
grandes monstruos del exterior,
listos para apropiarse de una buena
tajada del mercado.
Los barruntos desgranados por el dúo formado por Peña Nieto y
Videgaray,
al tocar el espinoso tema de la hacienda pública y los
energéticos,
prefiguran un conflicto social en puerta.
Pretenden dar la
impresión de fuerza y seguridad a prueba de titubeos.
Supuestos acuerdos
cupulares y partidistas así lo transparentan.
Lo que ignoran,
casi
totalmente allá arriba,
porque lo ningunean,
es la densidad del
descontento popular que se habrá,
para entonces,
acumulado.
El priísmo
ha ido perdiendo legitimidad a paso acelerado.
Esos arranques de sus
pulsiones autoritarias chocarán,
nuevamente,
con la dispersa reciedumbre
y la profundidad de las fibras colectivas en tratándose del petróleo y
los impuestos regresivos.
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