La Jornada
Años de descomposición
Ambiciones, omisiones y corrupción, causas
El misterioso caso de los desaparecidos de la calle Lancaster 27, como le llama Jacobo Zabludovsky, es, a fin de cuentas, producto del deterioro por los años y años de abandono, de la ambición de comerciantes y políticos, de proyectos nunca realizados, y de la conjunción de otra serie de factores que la convirtieron en uno de los focos más peligrosos de la ciudad.
Fue al finalizar mayo, pero pudo haber sido cualquier día. Pese a su ubicación privilegiada, o tal vez por eso, la Zona Rosa, que alguna vez fue el punto de reunión de intelectuales y artistas, de gente de poder político y económico, donde las vanidades se paseaban por sus calles embarradas de modas recientes y circulaban entre sus restaurantes y cafés los pecados de los personajes más conspicuos de todo el país, se convirtió en lo que es ahora: el ejemplo más vistoso de la corrupción y la impunidad. Tenía que reventar.
Todos los focos de advertencia estaban encendidos desde hacía muchos tiempo. Casi todos los restauranteros huyeron, las galerías de arte abandonaron sus espacios, las joyerías cerraron, los despachos de las empresas importantes emigraron a lugares más seguros. Los síntomas eran inequívocos: la Zona Rosa estaba podrida.
La cantidad de quejas que se levantaban por todo lo que allí pasaba, aunque no se convirtieran en denuncias ante las autoridades policiacas, eran las historias que iban de boca en boca, y que recomendaban no ir a ese lugar, por ningún motivo. Si algún necio decidía visitar la zona, pagaba su atrevimiento con cuentas inverosímiles, malos tratos y hasta golpes. Eso sucedía todos los días, sin que nada sucediera.
Después de la muerte del nieto del activista afroestadunidense Malcolm X en un antro de Garibaldi, en este espacio explicamos que no nada más en la zona del mariachi pasaban esas cosas. Señalamos entonces que la Zona Rosa era mucho más que un lugar inseguro, que los peligros que corría la población en esa parte de la delegación Cuauhtémoc eran una bomba que un día u otro tendría que estallar, y estalló.
Por eso, bienvenida la medida, siempre que se erradique, de verdad, la terrible decadencia a que han sido sometidos muchos lugares del DF, no sólo a la Zona Rosa, porque cada fin de semana abren nuevos lugares, en todas partes de la ciudad, que caminan siempre en el filo de la ilegalidad. Un ejemplo más que claro es una nueva mezcalería ubicada en la glorieta de Ámsterdam y Citlaltépetl, en la Condesa.
Es un lugar que no pasa de 30 metros y vende eso, mezcal, durante toda la noche. ¿Quién dio permiso para que trabaje? ¿Cuántos permisos más otorga la delegación Cuauhtémoc o cualquier otra para que funcionen esos lugares? Es necesario poner un alto a eso que algunos llaman la industria de la diversión, pero que más que cualquier otra cosa es la industria de la corrupción. ¿O no?
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