¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
El opaco Miguel Mancera
MÉXICO, D.F. (apro).- Los sexenios de Enrique Peña Nieto y Miguel
Mancera tienen en común que corren paralelos, con una diferencia de
apenas cinco días, y aunque son en teoría ideológicamente antagónicos,
se parecen también en una anomalía: la mediocridad.
La semana pasada se mostraron aquí
cifras oficiales del retroceso económico de México desde que Peña
asumió el gobierno, el 1 de diciembre, cuya gestión no tendría ningún
lustre de no ser por el Pacto por México y el encarcelamiento de Elba
Esther Gordillo, dos acciones espectaculares.
Pero Mancera, nombrado alcalde del mes por la fundación City Mayors, ni eso ha logrado en sus primeros seis meses de gobierno.
El único acontecimiento de impacto mediático en su administración es
escandaloso: el levantón de 12 personas, incluidos menores de edad, en
la Zona Rosa, que al cabo de una semana de ocurrido, a la luz de la
mañana, se ha impuesto la vaguedad que parece desprecio por el origen de
los desaparecidos que, en el lenguaje oficial, son simplemente
“ausentes”.
De no ser por la consolidada política social, que de populista pasó a
ser ejemplo nacional, aun con sus desviaciones, Mancera no tendría
—como Peña— nada de qué jactarse.
Si bien el Distrito Federal tiene mejores números que todo el país
—es la economía local más importante: representa 17.8% del PIB nacional,
casi el doble que el del Estado de México y el triple de Jalisco, y su
crecimiento es mayor—, acumula ya serios problemas que las
administraciones de izquierda no han sido capaces de resolver, o han
empeorado, en 15 años de gobierno.
El transporte público, incluida la extensa red del Metro y las líneas
del Metrobús, observa una insuficiencia y deterioro ante la demanda,
sobre todo los más de 22 mil microbuses que en su mayoría, 80%, es
chatarra y cuyos choferes se han convertido en los personajes más
odiados de la capital por su prepotencia.
La red de salud opera con deficiencias en el equipo y en el abasto de
medicamentos, no necesariamente porque atiende a la población de otros
estados; la educación que imparte el gobierno local, si bien acoge a una
población juvenil rechazada por otras instituciones, no es tampoco un
modelo, y la seguridad es peor de lo que las cifras oficiales indican,
sobre todo por la estrategia de desalentar a las víctimas de presentar
denuncia.
El mito del Distrito Federal como una ínsula de la violencia criminal
que castiga a la mayor parte del país, incluidos los colindantes
estados de México y Morelos, ha quedado también hecho añicos no sólo por
la nebulosa desaparición del grupo de 12 jóvenes tepiteños, sino por
una cadena de ejecuciones y balaceras aparentemente inconexa.
Mancera ganó la elección, el año pasado, con 63.56% de la votación,
un porcentaje que es ya infrecuente en México, pero tras seis meses de
gestión no ha logrado ser un jefe de gobierno distinto y distinguible,
como sí lo fueron los tres que fueron electos antes que él.
El primero, Cuauhtémoc Cárdenas (de 1997 a 2000), apenas si hizo el
esbozo de algo que, en realidad, tenía más el fin de catapultarlo a la
candidatura presidencial que de implantar un proyecto diferente a los
gobiernos priistas designados. En el 2000 le fue tan mal que quedó
tercero.
Andrés López Obrador, que logró un apretado triunfo en 2000, marcó
desde el inicio de su gestión un contraste con Vicente Fox, no sólo en
cuanto a personalidades antagónicas, sino con un proyecto económico,
político y sobre todo social que se mantiene vigente. Por el bien de
todos, primero los pobres, ha sido más que un lema de campaña.
Cárdenas despreció el programa de adultos mayores y López Obrador,
que se lo propuso, lo hizo el puntal de una red de programas sociales,
que complementó con la creación de preparatorias en cada delegación y la
Universidad de de Ciudad de México, la red hospitalaria, la obras
viales gracias a su programa de austeridad y las coinversiones del
gobierno con la iniciativa privada.
Marcelo Ebrard, que no desmanteló la política social de su
predecesor, se diferenció de Felipe Calderón y del propio López Obrador
con el impulso a derechos de minorías, que causaron escándalo en la
derecha, pero se pareció más a Peña en el dispendio y en las obras
concesionadas al sector privado que son de cuota.
Pero Mancera no se distingue por nada. Con el inmenso respaldo
popular con que ganó, y por su parsimonia, se parece más a Fox, con cuya
mujer, la corrupta Marta Sahagún, se retrató la semana pasada.
En el mejor de los casos, a Mancera se le define —todavía— como un enigma.
La fundación City Mayors asegura que Mancera ha sabido tomar lo hecho
por López Obrador y Ebrard como una base sólida para comenzar a
construir una ciudad que pueda competir de manera exitosa con otras
metrópolis como Nueva York, Sao Paulo, Londres y Tokio.
Quizá en el extranjero aprecien lo que los capitalinos no alcanzamos a
ver y, efectivamente, haya un presidenciable en potencia.
Por ahora Mancera no brilla…
Apuntes
Este miércoles 5 se cumplen también cuatro años del incendio de la
guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, donde murieron 49 niños, en una
tragedia cuyos culpables siguen impunes y hasta encumbrados. Uno de
ellos, Juan Molinar Horcasitas, exdirector del IMSS, es el principal
asesor de Gustavo Madero, presidente del PAN, y Javier Lozano, quien
como secretario del Trabajo tenía el deber de supervisar la seguridad de
la guardería, es senador. En las elecciones de ese año, un mes después
de ese crimen, Sonora fue el único estado que el PAN ganó en medio de la
debacle casi total. El triunfo de Guillermo Padrés, actual gobernador
panista, fue sobre los cadáveres de los niños…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx y Twitter: @alvaro_delgado
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