¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Nada positivo podemos esperar de la visita
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Cuando
el gobierno de un país, por débil que sea, tiene dignidad y
patriotismo, no hay enemigo superior, como lo demostró el Presidente
Benito Juárez al enfrentar a uno de los Estados más poderosos de su
tiempo, cuyo emperador no tuvo empacho en enviar al que era considerado
como el mejor ejército del mundo, con el fin de avasallar a una nación
que apenas estaba formando sus instituciones y enfrentaba internamente
enemigos insaciables, como el Clero católico, decidido a no permitir que
el Estado mexicano se consolidara como entidad al servicio de la
sociedad, no al de los pocos organismos con fuero y poder.
Vale tal señalamiento ahora, porque debemos tener muy claro que sólo la
dignidad y el patriotismo nos pondrían a salvo de las embestidas
avasalladoras de nuestro principal “socio” comercial, el cual no se hace
a la idea de aceptar que su “patio trasero” está formado por naciones
independientes. Sólo demostrando tales atributos podremos estar a salvo
de los afanes imperialistas del Estado más poderoso del planeta, como lo
demostró el Benemérito de las Américas al liderar a un pueblo
desorganizado, abatido por la pobreza endémica producto de una economía
feudal.
Debemos tener muy claro también que nunca podremos equipararnos a
nuestros socios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte,
porque Carlos Salinas de Gortari actuó, no como mandatario de México,
sino como vil filibustero al servicio de intereses extranjeros, al igual
que lo hizo el grupo que fue a París a ofrecerle a Napoleón III, el
vasto territorio mexicano para unirlo a su imperio trasnacional. En
dicho grupo destacaban Juan N. Almonte, Mariano Salas y el arzobispo
Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, quienes luego formaron un
“gobierno” provisional sostenido por las bayonetas francesas.
La historia nos ha enseñado que el gobierno estadounidense se mete hasta
la cocina de una nación, cuando encuentra condiciones propicias. Pero
se ve obligado a respetar a quienes demuestran dignidad y patriotismo,
como lo patentiza el paradigma de Cuba y ahora de las naciones de
América Latina decididas a defender su soberanía y recursos naturales,
como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina y Brasil. México fue un
paradigma en la década de 1930 a 1940, cuando el Presidente Lázaro
Cárdenas actuó con un patriotismo que permitió no sólo el rescate del
petróleo de México, sino de los postulados sociales de la Revolución
Mexicana y la dignidad de una nación.
Llevamos tres décadas bajo el constante asedio de intereses
trasnacionales sobre nuestros principales recursos, tarea que ha sido
facilitada por gobernantes absolutamente distanciados de los intereses
patrios. Mientras esta realidad no cambie, no podremos esperar respeto a
nuestro país, mucho menos que cesen las presiones imperialistas que
buscan dejarnos literalmente como una nación africanizada, sin recursos
naturales ni futuro, como lo vemos en estos días en la infortunada
Somalia, donde miles de niños mueren literalmente de hambre.
Esto tiene sin cuidado a nuestra clase política, leal servidora de una
oligarquía desnacionalizada, de ahí los graves riesgos que corremos como
pueblo indefenso, víctima de poderes fácticos dispuestos a lo que sea
con tal de mantener sus privilegios. La desorganización de las clases
mayoritarias ha sido consecuencia de tal realidad, lo que a su vez ha
facilitado que sigan avanzando esos grupos de orientación fascista que
nos tienen contra la pared, al grado que demandar un poco de justicia
social es un acto subversivo, como lo demuestra la persecución a
trabajadores y campesinos obligados a luchar por sus legítimos
intereses.
En tal contexto, no caben esperanzas de que la visita del presidente
Barack Obama traiga algún cambio favorable a México. No tiene porqué
comprometerse a nada, porque los mexicanos no contamos con un gobierno
que nos defienda con dignidad y patriotismo, sino con un grupo faccioso
al servicio de intereses oligárquicos, con los que coincide el gobierno
de Washington.
En otra dimensión, es preocupante que haya ahora dos pontífices en el
Vaticano, a pocas horas de que el Papa Francisco lanzara una filípica
contra los sistemas que han favorecido la explotación del trabajo y
condenara a las sociedades en las que “no todos tienen la posibilidad de
trabajar”. El regreso de su antecesor es un claro mensaje de que el
Vaticano no puede ni debe solidarizarse con los pobres.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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