La Jornada
Impredecibles, los ‘‘anarquistas’’ pasan del idealismo por gozar ‘‘del placer de la revolución’’, según confesión en sus pancartas, a apedrear el Palacio Postal como expresión de repudio a todo lo que sea gobierno e instituciones. Lejos de las dimensiones del primero de diciembre, un esbozo de trifulca surgió en 5 de Mayo. Jaloneos, pedradas e insultos contra la policía, que no dio respuesta.
Casi con el amanecer, el Zócalo comenzó a llenarse del sindicalismo oficialista. Al paso del tiempo y del discurso, la ansiedad de los trabajadores va en aumento, no para escuchar la arenga de su líder nacional, si es que tuvo la encomienda de hablarle a las masas, sino de su dirigente inmediato, del mismo que trae en su mano la codiciada contraseña que evite el descuento correctivo a quien no celebró esta nueva gesta obrera.
En el estrado, al octogenario Joaquín Gamboa Pascoe nada lo conmueve. Décadas de cacicazgo sindical lo han hecho inmune a los discursos e imperturbable a la demanda obrera. Nadie le arranca siquiera una mueca al viejo líder cetemista, por más encendida que sea la oratoria que se lance.
Entre los oradores a alguien se le ocurre evocar que se cumplen 100 años de movilizaciones colectivas de los obreros en México. Otro más, Jorge Martín del Campo, del Congreso del Trabajo, hace malabares discursivos para condenar las condiciones laborales que hoy ‘‘hacen que los trabajadores tengan jornadas mínimas, tan mínimas que ahora nos podrán pagar por segundos o por minutos’’.
Una alusión sin destinatario a la reforma laboral en el ocaso del calderonismo que allanara el camino al nuevo gobierno, al viejo PRI. Larga perorata para concluir que ‘‘no todo se lo podemos dejar al Presidente, porque ante la ausencia de trabajo decente y la precariedad de los salarios, desafiar al destino es cosa de todos los días’’. A saber si fue arenga o sentencia.
Entre las pancartas hay otra demanda de los telefonistas: ‘‘No al outsourcing (subcontratación), un fenómeno creciente en la empresa del emporio de Carlos Slim.
Entre la multiplicidad se escuchan voces que agrupan al STUNAM, al SME, con su ya añeja lucha que trascendió el sexenio pasado; la originalidad hace la diferencia. Aunque reducido el contingente, imposible no detenerse ante la estridente frase impresa en las playeras del Frente Auténtico del Trabajo: ‘‘¿Indignados? No, encabronados, porque ya estamos hasta la madre de la situación de los trabajadores’’, dijo Beatriz Luján, una de las dirigentes, quien reivindicó la exigencia del cumplimiento de convenios laborales internacionales.
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