¡¡Exijamos lo Imposible!!
Cuidado con el Cártel Chatarra
Jaime Avilés
Hasta el pasado 30 de abril, 441 personas habían desaparecido en el estado de México durante los primeros cuatro meses del nuevo gobierno de Salinas de Gortari, encabezado esta vez por Peña Nieto. De acuerdo con los datos que Andrés Manuel López Obrador difundió el jueves en Twitter, en el primer trimestre de 2013 hubo 189 homicidios en Michoacán, una cifra “histórica”.
En lo que se refiere a la violencia desatada por el régimen, Felipe
Calderón no se ha ido. Las matanzas, los descuartizados, los colgados de
los puentes, los feminicidios, los ataques a los migrantes, las
montañas de cadáveres, todo sigue igual. Pero mientras los precios, la
abundancia y la calidad de las drogas de consumo masivo permanecen
estables, los alimentos continúan subiendo y las gasolinas cuestan 11
centavos más cada mes y son ya más caras que en Estados Unidos.
La inseguridad (que por cierto se intensifica velozmente en el DF),
el descontento, el desempleo, la carestía, la pobreza, la miseria, el
hambre de decenas de millones de mexicanos no se reflejan para nada en
las sonrisas satisfechas que Obama y Peña lucieron para la prensa
después de su encuentro en Palacio Nacional.
¿Imaginan esas sonrisas en Tokyo después de la destrucción de
Hiroshima? Bueno, pues sin exagerar México sufre un dolor semejante al
que causó la bomba atómica del 6 de agosto de 1945 en aquella ciudad,
que mató a 200 mil personas en un instante, y sin embargo Peña y Obama
aparecieron ante las cámaras muy contentos. Nada en sus rostros
insinuaba compasión alguna por la tragedia que padecemos, porque ellos
pertenecen al club de los vencedores: son nuestros amos y nuestros
verdugos.
¿Por qué, si todo está tan mal en todas partes, el gobierno del mundo
no hace nada para modificar las cosas, mejorar la calidad de la vida,
cuidar el medio ambiente? He aquí una probable respuesta. El 2 de julio
de 1979, al hablar ante la junta de gobernadores del Banco Mundial,
Robert McNamara que en aquel entonces presidía tal organismo, dijo que
la “sobrepoblación” era el obstáculo más grave para el desarrollo
económico y social de las naciones, y agregó:
“Sólo existen dos posibilidades para evitar un mundo de 10 mil
millones de habitantes. O bajamos los índices de natalidad o los índices
de mortandad tendrán que subir. No hay otro modo. Hay muchas maneras
para lograr que suban los índices de mortandad. En la edad termonuclear,
las guerras pueden ser creadas con mucha rapidez y decisión. La
hambruna y la enfermedad son controles antiguos de la naturaleza para
regular el crecimiento de la población y no han desaparecido de la
escena”.
Una década antes, en 1969, Nixon pidió al Congreso de EU una partida
de 10 mil millones de dólares para ayudar al Departamento de la Defensa a
“desarrollar un agente biológico sintético que ningún sistema de
inmunidad humana pudiera resistir”.
Pero esa búsqueda comenzó cuando el gobierno de Einsenhower edificó
en Arkansas un complejo dedicado a la producción de armas biológicas en
donde fue creado un agente bacteriológico llamado tularemia y se
perfeccionó la espora del ántrax, que había sido construida en probeta
por un laboratorio de Indiana durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1981, 12 años después de la iniciativa de Nixon, que fue puesta en
marcha cuando los antiguos laboratorios de “bioguerra” del Fuerte
Derick de Maryland se convirtieron en el Centro Frederick de
Investigación del Cáncer, apareció el Sida, y en 1986 nació el niño
número seis mil millones.
Todos los que saben del tema aseguran que el Sida “ya fue
controlado”, gracias a la política del gobierno de la India que sacó a
la venta medicamentos baratos para frenar la propagación del virus, y
que le ocasionó graves pérdidas a las farmacéuticas occidentales, que
aún sostienen precios altísimos para lucrar con los seropositivos ricos y
condenar a muerte a los pobres.
Hoy, el Sida ya no es tema de primera plana, pero el año antepasado
la humanidad llegó a siete mil millones... y se acercó a sólo tres mil
millones del tope que Robert McNamara estableció como límite para que la
Tierra se transforme en una gigantesca locación de Blade Runner.
Es por eso que la lucha de los gobiernos del mundo para bajar la
natalidad y subir la mortandad no cesa. Y aquí es donde cada vez cobra
mayor relevancia el papel de los alimentos chatarra. Si ustedes buscan
en Facebook #Cártel Chatarra –un video que hizo Héctor Bonilla con sus
hijos Fernando y Sergio y contó con la participación de Bruno Bichir,
Alejandro Calva, Jorge Zárate, Mauricio Isaac, Valentina Sierra, Alfonso
Borbolla y los músicos de la Improlucha-- descubrirán el peligro que
representan para niños y adultos los productos de Kellogs y McDonalds
junto a los ya muy conocidos de Coca-cola.
Las zucaritas y los choco-krispis son 40% azúcar y 60% harina
refinada, en tanto la coca “regular” contiene 12 cucharadas de azúcar
por cada 600 mililitros. En los niños, aparte de obesidad y proclividad a
la diabetes, esta basura causa déficit de atención (que los psicólogos
infantiles “reducen” con altas dosis de Ritalin, que reporta enormes
ganancias a los laboratorios).
Los mexicanos, en promedio, consumimos 163 litros de refresco al año y
somos el tercer país del mundo en esta tabla de premiación. Por su
parte, McDonalds es el mayor vendedor de juguetes en el orbe (chucherías
fabricadas por niños esclavizados en el sudeste asiático, igual que los
obreros de Zara) pero su anzuelo para captar clientes es la Cajita
Feliz, cuyo objetivo es convertir a los niños en consumidores adictos a
las grasas, la sal y el azúcar de las hamburguesas.
México, hace rato lo sabemos, es el segundo país del mundo en
población obesa y cada año 500 mil personas contraen diabetes, un mal
que puede mantenerse a raya, pero que cada dos horas mata a cinco
personas debido a las complicaciones que genera. Consumir zucaritas y
choco-krispis de Kellogs, hamburguesas de McDonals y bebidas de
Coca-cola no es sin embargo sólo una fuente de enfermedades letales.
Cuando estos productos se combinan con el poder hipnótico de la
televisión, la obesidad aumenta al mismo ritmo que la incapacidad de
moverse, hacer ejercicio, leer, pensar con ideas propias, lo que no sólo
enferma el cuerpo sino también la mente, y garantiza a los dueños de
México el voto puntual de una mayoría gorda, ociosa y estúpida,
fanatizada a la vez por la Iglesia, que como bien lo dijo el arzobispo
de Tuxtla Gutiérrez considera más grave un aborto que la violación de un
niño.
Lógico: un aborto impide que nazcan niños desamparados que serán
pasto de los curas abusivos, o niños consentidos que serán clientes de
Kellogs, McDonalds y Coca. Esta sutil telaraña de dominación permite que
las firmas protegidas por el gobierno del mundo sigan robándonos los
recursos naturales y devastando el medio ambiente, mientras la
destrucción del tejido social y el desmantelamiento del Estado nos ha
desdibujado ya completamente como país y reducido a la categoría de
territorio, lo que sin duda responde a los intereses militares
estratégicos de Estados Unidos que, un día quizá no muy lejano, se
permitirán colocar, de Sonora a Yucatán, misiles nucleares apuntados
hacia China, cuando el inevitable choque entre los dos gigantes lleve al
ámbito de la guerra su disputa por la dominación de las ruinas que
queden en pie.
No lo comenten pero hoy hablaré de esto y más en el Tendedero
Político de Isabel la Católica esquina con Madero y ubícuamente estaré
en Twitter, en @Desfiladero132 Por lo demás esta es la entrega número
500 de mi gustada y disgustada columna que nació en La Jornada en 2002,
cuando ése diario era todavía una de las pocas pero “honrosas
excepciones” en nuestro país.
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