jueves, 18 de abril de 2013

Nunca arriar banderas..¡adelante Maduro!

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
¡Con el escudo o sobre el escudo!
Pedro Díaz Arcia

“La perra que parió el fascismo está en celo” .- Bertolt Brecht

El proyecto de la derecha opositora en Venezuela está encaminado a crear el caos social con el fin de materializar un golpe de Estado contra el electo presidente Nicolás Maduro. Concebido con esmerada anticipación, con el irrestricto apoyo de la embajada de Estados Unidos, el derrotado e histérico ex candidato Enrique Capriles insiste en el llamado a la desobediencia civil y la violencia como respuesta al resultado de las elecciones del pasado domingo.

¿Por qué el triunfo que benefició a George W. Bush en el año 2000 por una ventaja de sólo un 0.5% sobre el demócrata Al Gore no produjo la reacción vandálica que sacude a Venezuela?

En Estados Unidos, como en otros países en que se han producido circunstancias parecidas, el régimen de la alternancia de partidos o coaliciones de agrupaciones políticas no ha puesto en peligro el sistema socio-económico vigente. El cambio de gobierno no ha significado un proceso de ruptura con la matriz capitalista, con independencia del vestuario variopinto que lo arropara.

Pero en Venezuela se enfrentan los representantes del neoliberalismo latinoamericano y un programa socialista que cambia las reglas del juego en perjuicio de los grandes capitales nacionales y los intereses de las grandes internacionales.

El país sudamericano vive una difícil situación ante la desesperación de la oposición por ocupar a toda costa el Palacio de Miraflores. Si es cierto que el Partido Unido Socialista de Venezuela (PUSV), al frente del Gran Polo Patriótico (GPP), debe analizar con un profundo espíritu crítico la pérdida de votos que no debieron alimentar los votos de la reacción; a la vez que potencia la unidad en sus propias filas, no es menos cierto que Nicolás Maduro, quien tuvo que enfrentar una gigantesca manipulación mediática, triunfó en un proceso caracterizado por la pulcritud y la transparencia.

Entre “cacerolazos” y “cohetazos” de una y otra parte; con un saldo hasta el miércoles de varios muertos, decenas de heridos y cientos de detenidos, provocados por las “hordas fascistas” que se han lanzado a las calles armadas, con la tea incendiaria en las manos y el odio a flor de piel, Venezuela se debate hoy entre la intolerancia a ultranza y el necesario respeto a la paz y a la cohabitación política.

La oposición, de acuerdo al diseño trazado, se propone una guerra de desgaste para minar la fe en el gobierno, agudizar el desabastecimiento, penetrar los órganos militares en un intento por sumarlos a sus ambiciones golpistas, atentar contra el orden instituido y pasar por las horcas caudinas a los dirigentes y militantes de la Revolución Bolivariana. En fin, sin ser un heraldo de la desgracia, creo que librará una batalla sin tregua por restituir los viejos y trillados cauces del capitalismo salvaje.

Ante el reto, las fuerzas revolucionarias deben mantener la guardia en alto y salvaguardar las conquistas del pueblo, en medio de una constante labor para fortalecer sus fundamentos político-humanitarios, y persuadir a aquellos que puedan estar confundidos por los cantos de sirena. ¡Batalla ideológica y pacífica, porque la Patria está por encima de los intereses de grupo y las ambiciones personales!

Pero si llegado el momento hubiera que jugarse el todo por el todo ante la conjura internacional, entonces hay que privilegiar la milenaria divisa espartana: “¡Con el escudo o sobre el escudo!”.

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