¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Elecciones en EU, un hogar dividido
MÉXICO, D.F. (apro).- A las 22 horas de las Ciudad de México, la
cadena pública estadunidense PBS proyectó 249 votos electorales para
Barak Obama, contra 206 para su contendiente Mitt Romney, de un total de
270 votos como mínimo para garantizar la reelección o la derrota del
actual mandatario estadunidense.
A esa misma hora, Romney tenía
contabilizado 171 votos frente a 148 de Obama y la amplia posibilidad de
que el demócrata ganara en Florida, bastión de los Bush y de los
republicanos.
En las redes sociales el Trending Topic seguía
siendo #Elections2012 y Ohio, entidad mítica que con sus 18 votos podría
darle la ventaja definitiva al demócrata, según pronosticaron la
mayoría de los analistas y comentaristas mediáticos.
A pesar de la
cerrada contienda, todo parece indicar que Obama repetirá en la Casa
Blanca en una carrera muy accidentada por la reelección o el retorno de
los republicanos. La lectura más profunda no se reduce a esta especie de
final de SuperBowl con que los medios masivos nos han acostumbrado a
cubrir la “final” de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
Aun
ganando Obama, la nación más poderosa del planeta –en términos
geopolíticos, militares y de sociedad de consumo–, seguirá siendo la
nación más dividida.
La fractura reciente que cruza a Estados
Unidos viene de la elección de George W. Bush y del “favor” electoral
que su hermano Jef le dio en Florida. No por nada el simbolismo de esta
entidad con 29 votos electorales.
Esa sospecha de ilegitimidad en
las elecciones del 2000 aceleró el proceso de reacomodo de los
neoconservadores y los alentó a emprender su última y más perniciosa
apuesta tras los atentados del 11-S de 2001: crear un enemigo externo
tan poderoso y siniestro que obligara a evadir el profundo proceso de
crisis interna, económica, social y política en la potencia
“triunfadora” de la guerra fría.
Estados Unidos demostró que puede
ser el gendarme mundial, emprender dos grandes invasiones (Afganistán e
Irak), pasar por alto al Consejo de Seguridad de la ONU, aplicar
tácticas de tortura sin sanción alguna, modificar, incluso, la sensación
de volar en cualquier aeropuerto del mundo frente a la amenaza de Al
Qaeda y resignificó la noción de “choque de civilizaciones” teorizada
por Samuel P. Hungtinton.
Todo eso fue una gran exhibición de
poder otoñal. A pesar de eso, la potencia mundial no ha podido revertir
sus desbalances internos, su franja creciente de Tercer Mundo al
interior del “sueño americano”, la “invasión silenciosa” de olas
migratorias que están transformando las grandes ciudades
estadubnidenses, la batalla pérdida frente al gigante productor y
consumidor que es China, el deterioro de sus sistemas de salud y de
educación, así como el deterioro ambiental que impacta su propio
territorio, como lo demostró recientemente el huracán Sandy, el fenómeno
más tuitteado en los últimos años.
Obama recibió una nación
fracturada por la crisis de 2008, por el renacimiento de los odios
raciales, religiosos, sociales, culturales. El impulso de una nueva
generación que rompió con el mito de que nunca se tendría un “presidente
negro” en Estados Unidos, se perdió en estos cuatro años ante las
expectativas tan altas como incumplidas.
El estrambótico
movimiento del Tea Party fue la expresión de una derecha que no estaba
dispuesta a cruzarse de brazos. No buscaban el poder, sino la
fragmentación racial y religiosa de ese poder, amenazado ante el avance
de otras expresiones políticas y sociales distintas al Wasp (blanco,
anglosajón y protestante).
Estados Unidos seguirá siendo un hogar
dividido, a pesar o incluso por el triunfo de Obama. Tendrá una Cámara
de Representantes dominada por la oposición. Ya vimos lo que le costó
sacar adelante su reforma sanitaria, frente a una derecha
ostensiblemente retrógrada. Persistirán en la reducción del Estado de
bienestar heredado del viejo New Deal e insistirán en la disminución de
impuestos. Si Romney ganara, de todas maneras, tendrá un Senado dominado
por los demócratas.
Vendrán decisiones difíciles para una nación
que ya no cuenta con Europa como bloque aliado. Al contrario, desde su
fragmentación, Estados Unidos tendrá que jugar como árbitro ante el
desconcierto europeo de estos dos últimos años. La pregunta es si el
papel de gendarme mundial le permitirá remontar la profunda división
interna.
Ya vimos que México es un laboratorio en este sentido. En
la medida que la nación norteamericana esté más fragmentada, en esa
medida las presiones para su vecino del sur serán mayores. Y las
políticas, erráticas. Ya vimos lo que sucedió con el operativo Rápido y
Furioso, quizá el fracaso más ostensible de la administración de Obama
frente a México.
Ahí están los otros temas de una agenda bilateral
prendida de explosivos: combate al narcotráfico, tráfico de armas,
presiones para abrir el sector energético, transferencia represiva a los
mexicanos para frenar las olas migratorias provenientes del propio
suelo nacional y de los países centroamericanos.
¿Qué hará la
próxima administración de Peña Nieto frente a escenarios tan complejo en
Estados Unidos? Todo parece indicar que el “nuevo trato” entre
Washington y México tendrá que pasar la prueba del ácido. México no fue
un asunto ni siquiera de mediana importancia en la campaña electoral
norteamericana.
www.homozapping.com.mx
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