¡¡Exijamos lo Imposible!!
La civilidad en tiempos de barbarie Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
En un desplegado de prensa, los directivos de la empresa departamental que se prestó a manipular el voto en favor del PRI, hacen un llamado “a los actores públicos a la civilidad y paz social solicitando frenen la incitación a actos de violencia y división social”. A continuación, responsabilizan a Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Monreal y Jesús Zambrano, “de todos los daños físicos y materiales que tanto nuestro personal como nuestras instalaciones pudieran sufrir en la ejecución de las manifestaciones que promueven e incitan”.
Llama la atención no sólo la pésima sintaxis, sino sobre todo el enredo mental que demuestran al trastocar la realidad. Si realmente les preocupara vivir en un ambiente de civilidad y paz social, no tratarían de aprovecharse del hambre del pueblo como lo hacen; deberían saber que para vivir sin zozobra ni violencia, nada mejor que apuntalar equilibrios socioeconómicos básicos. Es absurdo demandar “civilidad y paz social” cuando no existen condiciones elementales para ello, porque a la elite que detenta el poder le importa un bledo crear condiciones que favorezcan tan anhelada situación.
Están en un grave error al culpar del descontento ciudadano a los tres personajes citados. Lo correcto sería culpar al grupo con el que se aliaron para manipular el voto de la población carente de lo indispensable. Este grupo oligárquico es el verdadero causante del enojo ciudadano, por su voracidad y falta total de solidaridad social. Es una inconsecuencia suponer que la población se va a quedar cruzada de brazos mientras es humillada y ofendida de manera vil. Son ya muchos años de soportar los abusos de la oligarquía, con la esperanza de que las cosas cambien en México. La terquedad del grupo en el poder de hacer todo lo que sea con tal de conservarlo, como lo demostró en los pasados comicios, es una incitación muy concreta a la violencia y a la división social.
El problema de fondo en este momento, es que el PRI no ganó limpiamente las elecciones. Las compró descaradamente, recurriendo a los mismos métodos tramposos de los tiempos del famoso Gonzalo N. Santos, con la complicidad del Instituto Federal Electoral (IFE), como lo demuestran los hechos. La ciudadanía está consciente de esta lamentable realidad, por eso protesta, no porque la inciten los dirigentes del Movimiento Progresista. En todo caso, el factor que más contribuye al descontento ciudadano es el cinismo de la elite gobernante, su desfachatez para burlarse de la población, su actitud aristocrática cada vez más ostensible.
Se equivocan los propietarios del conglomerado Soriana si creen que engañan a la ciudadanía con sus absurdos razonamientos. Si tanto les preocupa la civilidad y la división social, entonces lo conducente es que se dirijan al grupo gobernante para exigirle respeto a la voluntad popular, demandarle condiciones mínimas de justicia social en el país, por ahora inexistentes. Es impensable que un tigre acepte sin protestar que le estén jalando los bigotes todo el tiempo, lo dejen sin comer durante días y todavía le exija su domador que haga muy bien su trabajo en el circo. Vale el símil para demostrar una realidad insostenible, sobre todo después de tres décadas de estar soportando condiciones muy injustas, con la esperanza de que cesen algún día.
La burda compra de votos no hizo más que demostrar las ambiciones del grupo salinista de regresar a Los Pinos para apuntalar sus privilegios. De ahí la preocupación de la gente, sus protestas, que irán subiendo de tono, no porque así lo quieran los dirigentes del Movimiento Progresista, sino porque se rebasaron los límites de la cordura por parte de la oligarquía, como lo demuestra la actitud asumida por los propietarios del grupo Soriana.
Ahora resulta que se molestan porque la ciudadanía empieza a defender sus derechos más elementales, quisieran que siguiera agachada, aceptando sin chistar los golpes a su dignidad y a sus bolsillos. Y todavía la culpan de la violencia y la división social que caracteriza al país luego de tres décadas de barbarie neoliberal. Lo que asombra es el aguante del pueblo, pues en otras naciones, con mucho menos de lo que ha sido humillado el pueblo de México, ya hubiera actuado con mucha más violencia, como así está sucediendo en España y en Grecia.
Lo verdaderamente preocupante es que la oligarquía, los salinistas insaciables, no parezcan darse cuenta de que las cosas ya llegaron a un límite que no conviene rebasar. Están dispuestos a continuar humillando a la población mayoritaria, convertir a los trabajadores en esclavos asalariados, acabar de una vez por todas con los escasos bienes patrimoniales de la nación, aunque luego tengan que huir del país. Eso es lo que deberían ponerse a reflexionar los señores feudales de nuevo cuño, toda vez que así como vamos no habrá condiciones mínimas para evitar la violencia y la división social. Entonces no tendría ningún sentido seguir culpando a López Obrador.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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